Shabbat: Tammuz 21, 5767; 6/7/07
*Espíritu carnal*
Dice nuestra parashá:
«El Eterno, Elokim de los espíritus de toda carne»
(Bemidbar / Números 27:16)
Este versículo es notable, ya que en pocas palabras, en las esenciales, nos descubre una profunda y maravillosa realidad.
El Eterno es Dios de espíritu y de carne.
No hay una dicotomía entre el mundo espiritual y el material.
No hay una potencia celestial que controle las cosas del reino celestial y
otra antagónica que se dedique a las cosas terrenales.
Ambas cosas son del Eterno, Él es el Rey y Señor en ambos planos.
Así como Él es Rey de ambas, y ambas forman una única realidad; en la
persona lo espiritual y material también está unificado, formando una
unidad inseparable (mientras hay vida).
En su condición de Creador y Rey, el Eterno ha impartido leyes naturales y leyes espirituales.
Ambas son necesarias e imprescindibles para que el mundo funcione de manera ordenada y progresiva.
Esa es la idea básica que subyace al pasuk que dice:
«Y la tierra estaba informe y desordenada, y había tinieblas sobre la faz del abismo,
y el soplo de Elokim se deslizaba sobre la faz de las aguas.»
(Bereshit / Génesis 1:2)
Las leyes naturales son las que impuso el Eterno sin revelar Su Presencia y
que se cumplen sin que dependan de la voluntad personal:
1- las leyes de la Física (gravedad, inercia, acción y reacción, hambre, oxidación, etc.) y
2- las leyes de la Metafísica (que se aplican en su mayoría solamente en
la especie humana: lo que pasa con el alma y espíritu luego de la
muerte, impregnación del espíritu en el feto humano, ansiar a Dios,
tener sed de Su Palabra, buscar lo bueno, etc.).
Las leyes espirituales son las que Él ha dictado y anunciado directamente a
las personas y que su cumplimiento depende de la voluntad personal:
1- los 7 mandamientos (y sus reglas derivadas) para las naciones y
2- los 613 mandamientos (con sus halajot) para los judíos.
Sobre estas últimas, que dependen de la voluntad personal, Rabán Gamliel enseñó:
«Haz Su voluntad como tu voluntad,
para que Él haga tu
voluntad como si fuera Su voluntad.
Anula tu voluntad frente a Su voluntad,
para que Él anule la voluntad de otros frente a tu voluntad.»
(Avot 2:4)
En pocas palabras, te aconseja que tú hagas que la Divina Voluntad sea tu
voluntad: que cumplas con los mandamientos que te tocan cumplir, para
que de esa manera estés en armonía con el Eterno.
Que unifiques las leyes naturales y las espirituales en tu ser.
Esto significa, llenar de espíritu la carne, tal como menciona el primer versículo que hemos citado.
Entonces, cuando veas a tu prójimo o a ti mismo, no estarás viendo un organismo físico, carne y hueso; sino que estarás contemplando a un ser humano en toda su magnitud y profundidad.
Alguien espléndido y radiante en su esencia espiritual, escondida detrás del personaje que es el cuerpo.
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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