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Hay gente que dice que el universo le envía mensajes, a través de diferentes medios y canales.
Algunos cambian la palabra universo por «dios», que quizás estén pensando en el Dios, no lo sé.
Otros están seguros que todo es parte de un complejo sistema diseñado y que la libertad de elección es bastante limitada, por lo que hay que estar atentos a esos indicios, a las señales, para que nuestra aparente decisión esté de acuerdo al plan ya armado, de modo tal de no sufrir por contradecir al sistema.
Yo no sé nada de lo anterior, ni recuerdo que esté dentro de un marco judío tradicional.
Quizás me falla la memoria, por ahí alguna autoridad, o atribuida autoridad, alguna vez enseñó algo como lo anterior.
Lo que sí sé y reaparece a menudo en las enseñanzas sagradas es que Dios ha creado al humano con la capacidad para optar con relativa libertad entre el bien y lo que no lo es.
No nos dice que decidamos, pero es una mentira o engaño, pues la decisión ya fue tomada por Su Mano que escribe una especie de destino.
Cuando nos dice que elijamos el camino que tomaremos, lo dice en serio, de verdad quiere que lo hagamos porque tenemos esa opción.
Lo que sí es cierto es que tenemos que estar atentos a esas señales que acontecen a nuestro alrededor, sin estar tan pendientes si son mágicas advertencias, o prodigios maravillosos de dimensiones esotéricas.
Muy por el contrario, es ejercitar la mente para comprobar qué lecciones no estamos aprendiendo y que por lo tanto tropezamos una y otra vez en dificultades similares.
Estar atentos a ver qué estamos haciendo del modo erróneo, para cambiar nuestra manera de actuar, para ello tenemos que hacer foco y evaluación, que no nos pase la vida como si fuera agua que se va.
Percibir el mundo a nuestro alrededor y cómo funciona, para darnos cuenta de cómo estamos encajando o no haciéndolo; qué tenemos que proponer y realizar, en lugar de seguir siendo sumisos a una cajita mental y algún automatismo que nos tiene esclavos.
Esas son las verdaderas señales que están a nuestro alcance y las que nos sirven realmente para encaminarnos a una vida más exquisita.
Una que respeta nuestra identidad y nuestra sagrada conexión con el Todopoderoso y Su mundo.
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