El ser humano está formado por cinco plano, físico, emocional, social, intelectual y espiritual. Cada uno de estos es imprescindible y necesario, "bueno" en tanto se mantenga en armonía y equilibrio, adecuadamente nutrido.
De acuerdo a la fuerza que tenga determinado plano en el individuo, será la modalidad de relacionarse con los mandamientos que el Eterno nos ordena que respetemos.
La persona que tiene su centro puesto en el plano físico, material, vivirá ajeno a los mandamientos, a no ser aquellos que de manera casual se crucen en su existencia.
Así pues, actuará de acuerdo a lo que pueda hacer, dependiendo solamente de las limitaciones materiales a su acción.
Por ejemplo, se abstendrá de robar solamente si no tiene afán de ese objeto en particular o si existe alguna barrera que le impida robar.
Tal como un bebe, un recién nacido, que no desea, no reclama, pero el programa instintivo que trae "de fábrica" le hace actuar de determinada manera.
La persona que gira entorno a lo emocional, actuará basado en sus deseos personales, que como sabemos pueden ser muy variables y antojadizos.
En el ejemplo que pusimos más arriba, robará cuando mejor le parezca, procurando obtener el mayor placer posible con el menor esfuerzo y ninguna exigencia. Si no roba, será porque no puede, no quiere ese objeto o tiene miedo de recibir algún castigo por su acción.
Es como un niño pequeño, solamente centrado en lo que quiere y lo que no quiere, sin tener mucha conciencia o percepción de la presencia del otro, de reglas a seguir, o de motivos.
La persona que vive de acuerdo a lo social, hará, creerá y pensará lo que su colectivo indique. Estará en pos de la moda, sin reflexionar, sin criticar, sumiso a las órdenes de la masa o del líder de la misma. Entonces, si en su medio social se acepta el robo, robará. Si sus compadres van a robar, él los acompaña sin mucho miramiento. Si el líder del grupo le ordena robar, eso hará sin siquiera plantearse justificativos.
Por el contrario, si su medio social castiga y prohíbe el robo.
Es como un adolescente, apegado a su grupo de compañeros, irreflexivo y ajeno al orden que proviene de esferas superiores.
Aquel que se concentra en el plano intelectual, reflexionará, sopesará, madurará sus acciones, en el mejor de los casos estará dispuesto a sondear nuevas posibilidades.
Si de acuerdo a su pensamiento determina que robar es una acción permitida, así procederá (en caso de ser posible), a pesar de lo que el colectivo diga o lo que sienta.
Si luego de meditar sobre el tema encuentra que no es bueno robar, por la causa que sea, entonces no lo hará.
Siempre de acuerdo a su parecer, a su propio trabajo intelectual… que no siempre significa que sea de gran perspicacia, creatividad, veracidad o precisión.
Es como una persona madura, que ya no sigue fácilmente sus impulsos, ni los internos ni los del grupo, y que toma su tiempo para decidir entre las posibilidades que se le presentan.
Por último, aquel que se guía por la Luz de la Torá y acata los mandamientos y procede de acuerdo a las normas (halajá).
Sea que le guste actuar de esa manera o no, sea que en su grupo lo acepten o no, sea que le quepa en su razonamiento o no.
Su vida está dedicada a obedecer la Palabra del Eterno, a vivir conforme a los mandamientos, y por eso todos los otros planos se supeditan a este.
Es como la persona que ha llegado a avanzada edad con salud y bienestar y ha aprendido con sabiduría las lecciones de su vida.
De acuerdo al motor que nos impulsa serán nuestras obras, nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestras palabras. Cuanto más nos acerquemos al plano de lo espiritual, cuanto más convirtamos la divina Voluntad en nuestra propia voluntad, más libres estaremos siendo, más bendición estaremos sembrando en el mundo y más placer infinito obtendremos en nuestra vida luego de esta vida.
Queda en ti reconocerte, sabe cuál es el motor de tu vida, para que entonces procedas o crecer… ¿o no?
cual es tu motor?