Probablemente te ha pasado que sientes como una voz interrumpiendo tus pensamientos, diciéndote cosas desagradables.
Que eres un fracasado.
Que siempre te sale todo mal.
Que nunca podrás ser feliz.
Que todo lo que intentas termina en desastre.
Que nadie te quiso, te quiere o querrá.
Que eres débil y no vale la pena siquiera soñar.
Que mejor te quedas quieto, escondido, para que nadie se burle al darse cuenta de tu presencia.
Y cosas “bonitas” por el estilo.
No estás delirando, ni crees o sientes que estés perdiendo la cordura.
Porque, no es una voz a la que tú le asignas una personalidad.
No buscas el origen del habla, ni esperas que aparezca alguna persona o demonio o entidad.
De hecho, llamarla voz es metafórico, porque sabes que no lo es.
Más bien es un pensamiento intrusivo, como si no te perteneciera, como si proviniera de otro lugar.
Por sentirlo así, y seguramente por comodidad al describirlo, es que lo denominas voz.
Este pensamiento intrusivo es exactamente eso: un intruso, alguien de fuera que se ha introducido y ocupado un lugar que no le corresponde ni pertenece.
¿De dónde proviene?
Probablemente es la voz de tus padres, o de uno de ellos. Tal vez de otra persona de aquel antiguo pasado, una abuela, la señora que te cuidaba, gente que era de importancia para ti en tus primeros años y que te decían y hacían sentir tu impotencia, inadecuación, torpeza, inseguridad, debilidad, dependencia, fealdad, fracaso, etc.
Gente que, lo más probable sin mala intención, dejaban escapar esas groserías acerca de ti y que iban haciendo mella en tu confianza.
A veces en explosiones tremendas, que dejan heridas visibles.
Otras veces como gotitas que caen con paciencia, constancia, inexorables y van horadando la piedra más fuerte.
Allí estaba el mensaje repetido que se sumaba al ya guardado.
Te iban dejando esas impresiones mentales, esculpiendo mensajes de terror y muerte.
El tiempo pasó, ya esas personas quizás no estén físicamente en tu entorno, pero el mensaje les sobrevive y se retroalimente.
No tiene existencia propia, no posee energía que le dé vida.
Eres tú quien le regala energía, restándote de tu disfrute, de tu crecimiento, de tu fortaleza.
Esa voz es como un virus, no es un ser vivo, no se reproduce, no se nutre, simplemente existe como un rejunte de moléculas.
Cuando está fuera de las células que invade, es como una mota de polvo microscópico, sin ninguna actividad.
Pero, al introducirse en la célula, de pronto toma control de la misma. Roba la energía, secuestra mecanismos y los pone a replicar moléculas para que el cuerpo invadido produzca más virus que le agredan. Nos debilita, nos consume, nos hace perder el foco, nos perjudica simplemente para nada… porque la nada es la finalidad de su existencia.
Así es la voz de la impotencia, que te atrapa.
Su energía, es la que te roba.
Su vida, es la que tú le regalas.
Su presencia, es la que tú permites.
Su daño, es el que tú admites.
Es como un virus, recuérdalo.
Pernocta en ti, pero no es parte de ti.
Usurpa tu felicidad, absorbe tus recursos, te enferma para nada.
Su presencia no te favorece ni consigues placer permitiendo su actividad.
Atender sus reclamos es malgastar tu tiempo y perder oportunidades de felicidad.
¿Por qué no liberarte?
Cuando eras chico y aquellas personas tóxicas te grabaron los terribles mensajes, quizás no tenías escapatoria ni resolución.
Estabas físicamente preso de las situaciones.
No había mecanismo para escudarte de oír las agresiones, voluntarias o no, a las que te sometían.
Pero ahora, esas personas materialmente ya no están, y si están tienes herramientas para defenderte… o eso se supone.
Porque tal vez, suele ocurrir, te juntaste con otra gente que te maltrata de manera similar o parecida.
Es un tema que quizás tratemos en otra ocasión, porque ahora estamos viendo lo de la voz del fracaso en tu interior.
Con la voz, ¿qué puedes hacer?
Lo mismo que haces cuando vas caminando por la calle y un malviviente callejero te insulta descarnadamente y sin motivo.
Lo ignoras.
El malviviente gritará sus groserías, tratará de molestarte… vaya uno a saber para ganar qué.
¿Acaso hará mella en tu confianza?
¿Dedicarás tiempo y energías para analizar sus vulgaridades malignas?
¿Tomarás en cuenta sus graznidos y les darás valor y entidad en tu vida?
Lo ignoras.
No le regalas energía, te enfocas en lo que tiene valor y sentido.
Si hubiera chance, quizás irías a ayudarle para salir de su pozo de miseria, construir SHALOM que le dicen.
Pero, sin dudas que no estarías atormentado por sus palabras ni lo convertirías en el centro de tu existencia.
La voz del fracaso seguirá escupiendo sus maldiciones por un tiempo, está al servicio del EGO para mantenerte en estado de impotencia.
Pero, eventualmente, irá desapareciendo de escena.
Perderá la poca energía que te siguió hurtando.
Podrás estar concentrado en hacer tu parte, como corresponde, para mejorar tu vida y ser dichoso.
Hay un artículo que también puede ayudar mucho en resolver el problema de la «voz» (o virus) del fracaso; así como en anular por mucho su influencia en la edad adulta. El artículo se llama «el enfoque vital» y es este: http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/el-enfoque-vital De ambos artículos se aprende que el «virus» del fracaso necesariamente tuvo que haberse inyectado en edades tempranas, afectando primeramente la dimensión Emocional humana y, consecuentemente, las dimensiones Social y Mental del humano. Si la hipótesis es correcta, entonces el «ignorar la voz» sería un primer paso (pero no el único), pues habría que equilibrar la dimensión social;… Read more »
no es necesrio regresar a ninguna parte, sino tan solo eliminar ahora el problema.
por supuesto q desoir la voz no es lo unico, hay que acomodar otras cosas.
cierto, cierto.
gracias por el comentario y por el link.
ayuda a pensar
Estimado Yehuda Ribco:
Este interesante artículo me hizo recordar un cuento que leí hace mucho, se trata de «Vampiros, ladrones del tiempo» de Gustav Meyrink . En en el el protagonista conoce a un estudioso que le muestra como nuestros pensamientos negativos, nuestros deseos insatisfechos, nuestros odios y frustaciones son como «vampiros» que succionan nuestra energía y nuestro tiempo. Cuando leí este dcuento pesnsé que tenía mucha razón porque nos atormentamos alimentando a esos entes monstruosos que nosotros mismo creamos.
Un gran saludo para Ud. y las gente de este sitio.
hola. no tengo el gusto de conocer al autor, pero me parece muy interesante lo que me comenta.
le agradezco.
ojala podamos dejar de alimentar monstruos y construir mas shalom!
gracias, saludos cordiales.
Los llamados «vampiros psíquicos»