En la parashá Ki Tavó, Moshé presenta al pueblo una elección clara: bendición o maldición, plenitud o vacío, según el camino que se tome. Esta estructura binaria no busca asustar, sino despertar. En términos psicológicos, nos habla del poder de la conciencia y la responsabilidad personal. No somos víctimas pasivas de nuestras emociones o impulsos: somos co-creadores de nuestra realidad.
Hoy, en un mundo saturado de estímulos, donde el deseo inmediato suele dominar la voluntad, Ki Tavó nos recuerda que el crecimiento verdadero exige pausa, reflexión y elección. La Torá nos enseña que cada acto tiene peso, que cada decisión moldea el alma. La persona que se detiene, que se pregunta “¿esto me acerca a mi propósito o me aleja?”, está practicando lo que la psicología llama “autorregulación emocional” y lo que la tradición judía llama “bejirá jofshit” —libre albedrío.
La bendición no es un premio externo, sino el fruto interno de haber elegido con integridad. Y la maldición no es castigo, sino consecuencia natural de haberse desconectado del propio centro. Ki Tavó nos invita a vivir con intención, a no dejarnos llevar por la corriente, sino a ser navegantes conscientes de nuestra travesía interior.
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