Cuando has pecado, te has apartado de la senda que debes andar, esa es la definición de pecado.
Como muchos quizás sientes y crees que estás perdido para siempre.
Así también te lo han inculcado en tu hogar, en tu iglesia, en tu “sinagoga”, en infinidad de sitios que pregonan doctrinas religiosas en las cuales el hombre ES pecador y sin remedio, alguien destinado a la muerte eterna, al sufrimiento, al “infierno”.
Cuando te quieren manipular, que es en el 99% de los casos, te ofrecen falsas esperanzas, salidas milagrosas, maravillosos remedios para enfermedades que no tienes. Te venden, a precio carísimo, salvadores, redentores, sangres derramadas para purificarte, y te hacen sentir y creer que esa es la única manera de escapar del destino espantoso que te espera por ser pecador. Si no acatas, si no te sometes, si no te esclavizas, entonces estás condenado, solamente “tu padre” Satanás está aguardando por ti, para freírte en aceite hirviente y azufre en el infierno. Te desean las peores maldiciones, te auguran un futuro de pesadilla eterna. O acatas sus dogmas y te dejas abusar por los amos y reniegas de todo derecho a ser libre, o lo peor está preparado para ti. No hay otra solución, solamente infierno o sus dogmas.
Atención, esto es evidente cuando se trata del mito de Jesús, Yehua, o el nombre que le quieran poner, en donde es textual esto mismo que te dicen. Te hablan del pecado original, de tu imposibilidad de ser salvo sin la sangre del cordero, de como su dios te odia y por ello te impone mandatos imposibles, para que tropieces y te vayas directo con tu padre el demonio. Es textual, así te amenazan y manipulan para que acates, te sometas, cierres los ojos, canceles el pensamiento y creas por fe ciega, o te vas al infierno, o te vas al infierno… o te hacen vivir el infierno con sus amenazas, presiones, agresiones, hostigamiento, desprecio, abandono, etc.
Pero, no solamente los seguidores del falso dios colgado actúan así. De todas las tiendas religiosas se levantan los “iluminados” que te atemorizan con castigos y sufrimiento, aquí o en la eternidad, si es que no avienes a ser manipulado por ellos. Cambiarán los nombres de los dioses, serán otras las propuestas doctrinales, pero al final es lo mismo: EGO. Manipulación, falsas creencias, soluciones mentirosas, hacerte vivenciar la impotencia para romper tu autoestima, esclavizarte, echarte culpas, fomentarte miedos, obligaciones estrafalarias, repetición de lemas, conductas absurdas que se convierten en reglamentarias, no comunicar, ser dócil ante el clérigo, llevarte a un estado de pobreza multidimensional desde la cual no tengas más respuesta que el abandonarte a sus exigencias.
Repito, desde todas las tiendas religiosas y sectarias se procede así, más o menos encubierto, con mayor delicadeza o brutalidad, pero allí en el fondo y en la finalidad encontramos siempre lo mismo. Mucho EGO, manipulación, distorsión de la realidad, desbalance, falta de Shalom (verdadero) aunque se repita mucho la palabra “shalom”, agresión, quejas, hacer sentir culpable, amenazas, promesas imposibles de verificar, esperanzas huecas… EGO… mucho EGO…
Entonces, ¿qué hacer?
Es un hecho que el pecado existe, porque pecar es desviarse de la senda que uno debe transitar y no hay nadie que no se aparte de ella.
Sea por rebeldía, o comodidad, o ignorancia o error, todos tenemos en nuestro haber muchos ladeos y bifurcaciones.
Lo cierto es que Dios, el Uno y Único, ha creado un mecanismo insuperable para ajustar tu vida, equilibrarte, hallar la armonía con el prójimo y el cosmos.
Es posible recuperarse, volver a la ruta sagrada.
No te desesperes.
Porque, Dios ha preparado para ti el camino de la TESHUVÁ, del arrepentimiento, del retorno, de la respuesta efectiva y positiva.
En palabras del profeta Isaías (1:16-18): “ Lávense, purifíquense, aparten de Mi vista sus malas acciones. Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien; busquen el derecho, socorran al oprimido; defiendan al huérfano, protejan a la viuda. Entonces, vengan, y discutamos –dice el Eterno–. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, se volverán blancos como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.”.
No está en rituales, tampoco en la fe.
No son necesarios sacrificios, ni derramamiento de sangre.
Son se precisan intermediarios entre Dios y el hombre, redentores milagrosos que limpien de los pecados.
Nada de eso pide Dios.
Él está declarando exactamente qué es lo que indica para rectificar al humano, para quitar el peso del pecado de sobre sus espaldas y de su conciencia.
Es Dios el que habla en boca del profeta, y no un payaso disfrazado de religioso, o un emisario del EGO.
Entonces, podemos enumerar los pasos oportunos y necesarios para el proceso de TESHUVÁ.
- Saber que X acción está mal.
- Saber que uno ha hecho tal acción mala.
- Reconocer que uno la ha realizado, sin dar excusas, sin justificarse, admitiendo el hecho, la seriedad del mismo, la responsabilidad por lo efectuado y sus consecuencias.
- Querer enmendar la situación provocada por el pecado.
- Hacer lo posible para corregir, mejorar, reparar, restaurar lo que se ha dañado con la acción negativa.
- Admitir la acción y pedir sinceramente perdón a la persona que ha sido agraviada y luego a Dios. En caso de ser un pecado contra Dios, pedir de Él el perdón. De nada sirve pedir perdón a Dios si no se ha pedido primero de la persona ofendida (de ser posible) y si no se ha tratado de corregir lo roto por nuestra acción.
- Aceptar las consecuencias legales o materiales de los hechos que hemos desencadenado.
- Comprometerse a no volver a incurrir en esa acción en el futuro.
- Perdonarse, no torturarse con sentimientos de culpa, negaciones, remordimientos. Dejar libre, fluir, no esclavizarse.
Llegados a este punto, se ha podido tomar conciencia de lo realizado y procedido a apartarse del mal, para enmendar luego lo destruido, a la par de moverse en dirección al bien.
No es un procedimiento mágico, ni se obtiene una limpieza espiritual milagrosa, sino que se retoma la senda de la que uno se ha desviado, pues eso es pecar: apartarse de la buena senda.
Dios es bueno y justo, por lo cual la posibilidad del retorno es factible, sin esperar a que vengan del espacio fuerzas místicas a rescatarnos, sin necesidad de rituales complejos, ni siquiera de sacrificios o rezos purgatorios.
Todo está allí, en las acciones.
En el bien hacer, en el proceder con bien, con justicia, en lealtad al Eterno, con amor sincero hacia el prójimo.
Para avanzar por el sendero de la TESHUVÁ requerimos de autoestima adecuada, porque si no conseguimos evaluarnos justamente, si no sabemos dónde estamos parados, qué tan lejos de la meta estamos, difícilmente notemos lo perdido de nuestro transitar por la vida.
Aunque, no basta con saber que uno está desviado del camino, también es imprescindible admitir que se ha fallado, en poco o mucho, y tener la fortaleza para emprender la vuelta, y mucha más aún para pedir perdón con sinceridad. No es fácil reconocer la impotencia, pero cuando se hace, se está en verdadero control de aquello que se puede controlar.
Si somos más profundos en nuestro análisis, llegamos a descubrir que de hecho nuestra autoestima, nuestra propia valoración, se fortalece cuando ponemos vigor para volver a la senda correcta.
Los errores pueden hundirnos, pero también fortalecernos. Está en nuestra decisión, en la forma que encaremos las cosas, qué obtendremos.
Así pues, cuando el EGO nos quita de la ruta, nos debilitamos, sentimos la impotencia que nos corroe y nos trastornamos en nuestro correcta evaluación de nuestro verdadero alcance y poder.
Pero si no dejamos al EGO que comande nuestra vida, si no hacemos caso a esas voces que nos demuelen por dentro, si no nos derrumbamos detrás de nuestros apetitos y miedos, estamos en condiciones de retornar al camino bueno y crecer en él.
Cuidado, el EGO está listo para que tropecemos en cada uno de los 9 pasos del proceso de TESHUVÁ que te he explicado más arriba.
Cada uno puede ser motivo para la derrota, para volver a la celdita ridícula que nos impone el EGO.
Ya lo dijo el Eterno a Caín (Bereshit / Génesis 4:6-7): “–¿Por qué estás resentido y con la cabeza baja?
Si obras bien, andarás con la cabeza levantada. Pero si obras mal, el pecado acecha a la puerta de tu casa para someterte, sin embargo tú puedes dominarlo.”.
Los posibles pozos que te ponga el EGO podrían ser:
- Saber que X acción está mal.
- X no es un acto malo, en realidad es una buena acción.
- Todo es cuestión de opiniones.
- No dijo Einstein que todo es relativo.
- Hay diferentes puntos de vista al respecto.
- Mi religión no lo toma como malo.
- En la física cuántica se dice que algo es y no es al mismo tiempo.
- Saber que uno ha hecho tal acción mala.
- Yo no fui.
- Yo no lo hice.
- Me obligaron.
- Está escrito que pasara.
- Fue su culpa, ¿quien le mandó estar ahí cuando pasó?
- Los caminos de dios son misteriosos.
- Reconocer que uno la ha realizado, sin dar excusas, sin justificarse, admitiendo el hecho, la seriedad del mismo, la responsabilidad por lo efectuado y sus consecuencias.
- Eso está justificado porque esa persona merecía que le pasara eso.
- Puede que sea algo malo, pero no en esta oportunidad.
- Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón.
- Yo soy pobre y tenía necesidad de hacerlo.
- Fue sin querer, otra cosa hubiera sido queriendo.
- No fue nada en realidad, protestó y reclamó más de la cuenta.
- Querer enmendar la situación provocada por el pecado.
- Ok, estuve mal, lo admito. ¿Lo dejamos así?
- Ya te pedí perdón, ¿qué más quieres que haga?
- Bueno, al pasado pisado.
- Listo, no podemos arreglar lo que ya está roto.
- Hacer lo posible para corregir, mejorar, reparar, restaurar lo que se ha dañado con la acción negativa.
- Me siento mal por lo que te hice, me encantaría ayudarte, pero ahora no puedo.
- Ya pasó mucho tiempo, esto no tiene arreglo.
- Hice lo que pude por repararlo, pero quedo así como está ahora, espero que te sirva.
- Otro día arreglamos, ¿está bien, no?
- Admitir la acción y pedir sinceramente perdón a la persona que ha sido agraviada y luego a Dios. En caso de ser un pecado contra Dios, pedir de Él el perdón. De nada sirve pedir perdón a Dios si no se ha pedido primero de la persona ofendida (de ser posible) y si no se ha tratado de corregir lo roto por nuestra acción.
- Dios juzga, no el hombre.
- Yo ya me confesé con mi clérigo, no tengo nada que hablar contigo.
- Eres rencoroso y vengativo, ¿cómo esperas que te pida perdón?
- ¿Acaso no te ordeno dios dar la otra mejilla?
- ¡Si ya te pagué por lo que rompí! ¿Qué más pretendes de mí?
- Tu que eres mi dios, lávame de todos los pecados, hazme renacer en ti, porque tu sangre limpia todos los pecados.
- Aceptar las consecuencias legales o materiales de los hechos que hemos desencadenado.
- Te pagué, te pedí perdón, ¿qué más quieres?
- ¡Esto es injusto!
- ¡Ya me disculpé!
- Mi dios lava mis pecados, no tengo nada que agregar.
- Mi redentor se hace cargo de mis pecados, ¡arréglate con él!
- Pero si me perdonaste, ¿cómo te atreves a pedirme que te devuelva lo que te extravié?
- Comprometerse a no volver a incurrir en esa acción en el futuro.
- Fue solo un error, no volverá a pasar.
- Todos cometemos errores.
- Errar es humano.
- Bueno, por ahora me portaré bien, pero si se presenta la ocasión…
- Ah, quien sabe el futuro… no me pidas que adivine que voy a hacer entonces.
- Está en manos de dios.
- Perdonarse, no torturarse con sentimientos de culpa, negaciones, remordimientos. Dejar libre, fluir, no esclavizarse.
- Soy un pecador y ya no tengo salvación.
- Solo la sangre del cordero redime y no creo en él.
- Soy malo.
- Soy impotente, nada de lo que haga vale.
- Satanás me ha esclavizado.
- Es el EGO, yo no tengo fuerza sobre él.
Estos son solo algunos ejemplos, quizás no todos muy brillantes o creativos, pero espero que sirvan para que se entienda mejor el punto que quiero establecer.
El proceso de TESHUVÁ es esencial, porque realmente no estamos libres de errores, voluntarios o involuntarios.
Por ello, es bueno hacer el ejercicio diario de evaluar nuestras acciones, no para mortificarnos inútilmente, sino para descubrir tanto las cosas positivas que reforzar, como aquellas en las que hemos tropezado y poder mejorarnos en ellas.
Pedir perdón sinceramente es para valientes, para gente con poder y fortaleza. Es posible para TODOS, sin excepción, la cuestión es aprender a no caer en las trampas del EGO, a no ser un pupilo del Yo Vivido en sus múltiples antifaces, sino una persona que vive en busca de la armonía entre su Yo Auténtico y su Yo Vivido.
Romper el yugo del EGO para aceptar la Ley del AMOR.
Y perdonar al que se arrepiente… ah perdonar… leamos lo que codificó Maimónides (Hiljot Teshuvá 2:10): “Está prohibido ser cruel y no aceptar la conciliación, debe ser suave para conciliar y duro para enojarse. Cuando el que ha pecado le pide que le perdone, debe perdonar de todo corazón y con ánimo dispuesto. Incluso si le ha angustiado mucho con su pecado, la Torá ordena que no se vengue ni guarde rencor, y así debe proceder la simiente de Israel con su corazón correcto.”.
El perdonar no implica dejar de lado la justicia, pero sí la amargura, el resentimiento, el remordimiento, el deseo de venganza, la impotencia.
Al perdonar te liberas del peso horrible, sin por ello dejar de pretender que se imponga la justicia con su determinación.
Esto es en esencia la ERA MESIÁNICA.
Una en la cual se termina el exilio, se acaba el imperio de las pasiones, se quiebra el imperio del EGO.
Es la Era en la cual se gobierna con paz, amor, justicia y lealtad. Se toman decisiones, buenas o malas, correctas o no, pero siempre basadas en el análisis, en el conocimiento, en la buena intención nutrida con sabiduría. Se establece un reino interno de shalom, de armonía multidimensional y ya no más de guerra, de pecado.
Te propongo que seas parte de los que construyen shalom, asientan el reinado mesiánico.