Si con todo candor tu hijito te preguntara cuáles son los males humanos en este mundo, ¿qué le contestarías?
Te confieso que yo señalaría cosas tales como: idolatría, perversiones, corrupción, crímenes, mentiras, violencia, infidelidad, falta de responsabilidad y compromiso y quizás alguna cosa más.
¿Tú quitarías o añadirías algo a esto?
Si mi hijito con más profundidad insistiera y preguntara cuál es el denominador común a todos estos males, ¿qué le responderías?
La Tradición judía, con su sabiduría celestial, nos brinda con frescura y claridad la respuesta justa.
En la base de todos, absolutamente todos los males provocados por la persona, se encuentra el así llamado Ietzer HaRá, que significa la "tendencia hacia lo negativo".
Esta tendencia lleva otro nombre, que quizás sea más comprensible: egoísmo. ((Como indican nuestro Sabios, todo pecador está movido por un ánimo de estupidez. De esto podemos aprender dos cosas, la primera es que el ser egoísta es de por sí algo tonto. Lo segundo es que algunas acciones negativas son fruto de la falta de capacidad intelectual de quien las ejecuta.))
El egoísmo es la raíz y la finalidad de todas las acciones y actitudes negativas humanas.
Medítalo un instante, busca ejemplos en las cosas cotidianas así como en los grandes eventos de la historia, y terminarás por reconocer que allí está esa presencia oscura llamada egoísmo.
Tengo que mencionarte que existen dos modalidades del egoísmo, una constructiva y la otra nociva.
El egoísmo constructivo es aquel que nos mueve a preservarnos, a buscar alimento, refugio, a procrear, etc. Este tipo de egoísmo, al que se le puede denominar "tendencia negativa canalizada hacia fines positivos", es en absolutamente necesario y bueno.
Pero, el egoísmo nocivo, el que apabulla al otro, el que succiona para sí atributos ajenos, el que rechaza o es indiferente a las necesidades justas de otra persona, ese egoísmo es un cáncer emocional y espiritual, que debilita y acaba con la vida del que lo padece y probablemente de quien esté a su alcance.
Piénsalo, encuentra ejemplos de conductas o actitudes negativas, mientras tienes presente que detrás de todo esto se encuentra el egoísmo, y de pronto podrás descubrir el "secreto" para tanto dolor y sufrimiento.
¿Cuál es la sana cura para este mal corrosivo?
La respuesta la brinda nuestra Tradición, la Torá es el antídoto para el mal del egoísmo.
El estudio de aquellas partes permitidas de Torá y por supuesto la aplicación cabal de los mandamientos que cada cual debe cumplir (Siete fundamentales los gentiles, el complejo de 613 los judíos).
Ciertamente ésta es la única manera de combatir o de canalizar con bendición ese pesado flagelo que es el egoísmo.
Cuanto más Torá sepamos (de aquello que nos está permitido) y cuanto mejor apliquemos los mandamientos (que nos corresponden de acuerdo a nuestra identidad espiritual), más luz traemos al mundo, menos mal se extiende y el predominio del bien y la justicia se va estableciendo.
Ésta es nuestra parte en la labor del advenimiento de la Era Mesiánica, hacer lo que está a nuestro alcance, con entereza y pujanza, para quitar la pesada piedra que es el egoísmo de nuestro corazón y dar un nuevo corazón vital a nuestra existencia (individual y colectiva).
Al comienzo el romper la cadena de la esclavitud del Ego es dificultosa, muchas son las cosas para aprender y reparar, mucho lo que se debe evitar el continuar ciegamente detrás de hábitos que ya forman como una dura costra en nuestro ser.
Pero de a poco, con paciencia y sin ansiedad, con tenacidad, con integridad, de a poco, se va alcanzando nuevas escalas de libertad para alumbrar nuestra vida y la de nuestro mundo.
Tal es uno de los mensajes de esta época llamada de Sefirat HaOmer, en la cual gradualmente debemos ir reconociendo nuestras fallas, nuestros apegos al Ego, para irlos modificando en procura de alcanzar una estatura espiritual inmensa, desde la cual la esclavitud del Ego ya no nos manipula.