Cuando nuestro cerebro interpreta que estamos bajo situaciones de peligro (reales o en fantasía) toma el mando la parte trasera del cerebro, el llamado sistema límbico, que controla nuestras emociones.
La amígdala como parte de nuestro sistema límbico activa la corteza adrenal, de modo que hay una salida de epinefrina y norepinefrina que permite generar una reacción que nos prepara para la lucha o para la huida: activación cardíaca, activación de toda una cantidad de adaptaciones, que es lo que ha descripto Selye.
Al mismo tiempo hay salida de glucocorticoides que van a tratar de
compensar el impacto que se está generando en esta situación de estrés. Nuestro sistema cerebral nos prepara para la huida, en tanto que nos alista para cuidarnos en caso de ser atacados y heridos.
Ahora bien, paradójicamente, frente a temáticas poco importantes para nuestro sistema de valores cotidiano (cuestiones aburridas), ocurre un proceso similar.
También es el sistema límbico el que toma el control de nuestras acciones.
Resumamos.
Tanto lo más urgente para nuestra supervivencia como lo sentido como menos importante para nuestra vida se procesa en el mismo lugar del cerebro.
Por supuesto que tener un mecanismo defensivo automático que se dispara en situaciones reales de peligro es un gran beneficio para preservar la vida e integridad. Cuando no hay tiempo para investigar, analizar, cotejar, meditar, escoger, cuando el peligro se cierne y está a instantes de provocar un resultado fatal, es imprescindible que se ejecute este sistema de protección irracional, dominado por el sistema límbico.
También es necesario en las cuestiones poco llamativas, encapsuladas en el devenir cotidiano, pues no malgastamos inútilmente recursos superiores para cuestiones simples y «aburridas».
Pero, como suele ocurrir, en la ventaja está la pérdida, pues, en ocasiones cuando más necesitaríamos de nuestro pensamiento crítico, de la racionalidad, de la dimensión intelectual, no podemos utilizarlo
por cuestiones adaptativas.
La zona límbica es la que «piensa» y «decide» por nosotros.
El sitema límbico que ha sido nuestra principal área de «pensamiento» durante mucho más tiempo que el lóbulo frontal se rige por la emoción y la Unidad de Ganancia a corto plazo.
La Unidad de Ganancia a corto plazo sesga y elimina la posibilidad de ampliar el marco de perspectiva en la toma de determinaciones tanto políticas, religiosas como de otros órdenes de nuestra vida cotidiana.
Esta instancia en la percepción emocional es la que nos lleva a elegir
aquello que primero nos satisfaga, sin pensar en consecuencias
posteriores. Escoge el placer inmediato a costas de un futuro incierto.
El sistema de clientelismo político tiene su base biológica en esta cuestión: La Unidad de Ganancia a corto plazo.
La ciega adhesión por fe a creencias estrafalarias también.
El plano emocional domina en cuestiones de suma importancia, pero que son catalogadas como irrelevantes por el cerebro.
En lugar de comandar el plano intelectual, a las órdenes del plano espiritual, se concentra la acción bajo el liderazgo pobre y cortoplacista del plano emocional.
El niño pequeño que vive en nuestro sistema límbico, nuestro ser primitivo, ese resabio de humanidad sin refinación espiritual, se encarga de buscar el dulce, la respuesta cómoda, la caricia rápida, la vagancia azucarada, en lugar del rigor de los que emprenden una tarea enorme por crecer y alcanzar la trascendencia.
Esta realidad no es patrimonio de la masa ignorante, pobre, inculta, adiestrada en la fe hacia falsos dioses, sino que implica a todos los humanos. En tanto su vida se traduzca en una búsqueda ciega de placer, o de huida de los miedos básicos que nos aquejan.
Así pues, la comprensión del mundo que nos rodea no está relacionada directamente con el nivel de instrucción, sino primeramente con la capacidad para canalizar el miedo y referir el placer.
Aunque el papel fundamental de la educación es despertar y facilitar la utilización del sistema de valoración límbico y del pensamiento crítico, únicas barreras lógicas al impulso biológico de la Unidad de Ganancia a corto plazo.
Así pues, como hemos enseñado en otras ocasiones, la opinión de la persona vale tanto como su conocimiento sobre la temática acerca de la que opina más su equilibrio emocional.