Esta semana corresponde leer la parashá llamada Metzorá, que es la quinta del tercer tomo de la Torá, el sefer Vaikrá, conocido en español como "Levítico".
El tema central de esta sección de la Torá es la enfermedad denominada tzaraat, que tenía un origen en alguna conducta pecaminosa grave que se manifiesta en algunos aspectos externos como similar a la espantosa enfermedad llamada lepra.
En el Tanaj tenemos varios personajes célebres que padecieron esta terrible infección espiritual, tomemos dos ejemplos:
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La salud y la vida en poder de la palabra
En en el capítulo doce de Bemidbar / Números leemos que Miriam, la hermana mayor de Moshé, ha murmurado en contra de la integridad moral de su hermano, y de paso ha expresado una falta de respeto hacia su investidura como líder y profeta.
Inmediatamente, por decisión divina que procura restablecer el equilibrio que se quiebra con el pecado, ella cae víctima del nega tzaraat, de la lepra espiritual.
Moshé reacciona presurosamente y la perdona, y reza al Eterno para que le permita recuperar la salud. Es cuando pronuncia la brevísima y preservada oración: "El na refa na la" – "¡Oh Elokim, sánala, por favor!" (verso 13).
Entonces Dios le recuerda a Moshé el mecanismo que se debe seguir para luchar contra el tzaraat, entre lo que se incluye el estar en cuarentena, aislado y fuera del contacto con otras personas. Así el afectado tiene tiempo para reflexionar acerca de la conducta negativa que le llevó a esa triste situación. En este obligatorio reflexionar solitario se puede aprender acerca del valor que tiene la palabra, ya que una sola palabra censurable es capaz de ensuciar una vida entera, de liquidar socialmente a una persona intachable.
Tal como una palabra bendita es capaz de aportar luz, salud, alegría, vitalidad a los días de la persona.
Al cabo de unos días, Miriam retornó curada al campamento y poseedora de una importante lección: aquel que se entretiene con el lashón hará -habladuría, murmuraciones, chismes-, pone su vida y salud en riesgo. -
Para agradar a Dios hay que hacer lo que Él manda, no lo que uno supone que es mejor
El otro relato lo hallamos en el capítulo 26 de 2 Divrei Haiamim / II Crónicas.
Allí leemos acerca del rey judío Uziá/Uzías, quien luego de haber sido fiel a Dios y un buen rey para su pueblo, empieza a querer fama y renombre, por lo que se desespera por el reconocimiento proveniente de fuera.
Y entonces, actúa pretenciosamente y carente de cualquier modestia y consideración por el prójimo, por Dios y Sus representantes.
En su iracundo orgullo, usurpa la función de los cohanim -sacerdotes- y quema incienso, supuestamente en honor a Dios.
Esta acción, y su actitud no eran de agrado del Eterno, ni eran beneficiosos para el rey.
Así que, como mecanismo para restablecer el equilibrio quebrado por la conducta desviada, le brota nega tzaraat al rey, allí mismo, en el santuario.
Asustado y advirtiendo su gravísimo error, el rey escapa del Templo, y luego, debe salir de la ciudad santa de Ierushalaim/Jerusalén, pues su estado espiritualmente calamitoso no le permite residir en la santa ciudad.
Debe también dejar en manos de su hijo, el regente Iotam/Jotam, el gobierno de la nación, pues una persona atacada por la lepra espiritual no estaba en condiciones de trabajar.
Y así el desplazado rey vive una vida de dolor, soledad y miseria hasta su último día.
Peor aún, él que en su baja autoestima quiso un buen nombre recordado a perpetuidad, obtuvo en su pétrea lápida la inscripción: "Él es leproso" (verso 23).
En síntesis, la persona que quiera vivir a resguardo de ciertos padecimientos espirituales haría bien en controlar y mejorar cuatro cualidades o aspectos personales:
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Su estima personal.
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Su respeto por el prójimo y Dios.
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Lo que habla.
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Su aceptación de los límites sanamente establecidos por Dios.
¡Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco
Relato
En la Edad Media, los pocos judíos que residían aún en la ciudad israelí de Jebrón/Hebrón tenían que contar con el arribo de algún forastero de los villorios vecinos para conformar su minián -quórum.
Un año muchas de las personas de los alrededores decidieron pasar Iom Kippur en Ierushalaim/Jerusalén, quedando la comunidad de Jebrón con sólo nueve hombres, ¡faltaba uno para completar los rezos del día sagrado!
A poco de ser la hora de Col Nidrei, cuando ya estaban resignados a pasar Kippur de esta manera, un anciano desconocido se presentó.
Lo invitan rápidamente a que haga su última comida antes de la jornada de ayuno, pero el extranjero rehuye el agasajo explicando que ya había comido durante su viaje.
Pasan el santo día de Kippur con el espíritu estremecido y agradecido, tal como corresponde.
Al finalizar este día de expiación, el líder de la congregación ofrece al anciano para que rompa el ayuno en su compañía.
Y así marchan ambos rumbo a la casa del líder local.
En una vuelta de callejuela, el líder se percata de que el anciano a desaparecido, que ya no está junto a él. Lo busca un poco, pero no está.
Consternado y perplejo va a su casa, comienza a edificar su sucá, toma sus primeros alimentos y un poco más tarde se va a dormir.
En sueños, el anciano hombre aparece y le dice que es Avraham Abinu, que está sepultado allí mismo en la cueva de Majpelá en el área de ciudad de Jebrón. Y le cuenta que habiendo visto que sus amados descendientes sufrían por no poder completar el minián, él le pidió al Todopoderoso para acompañarlos y ser el décimo hombre.
Preguntas:
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¿Cómo se puede relacionar este relato con el siguiente versículo de la parashá: "Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, la cual Yo os doy en posesión…" (Vaikrá / Levítico 14:34)?
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¿Por qué había pocos judíos viviendo en Israel desde un poco antes de la Edad Media y hasta el siglo XIX?
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¿Cuáles fueron las cuatro ciudades que, desde tiempos inmemoriales, siempre tuvieron habitantes judíos en ellas?
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¿Quién es la única nación con derecho histórico, moral, político y divino a reclamar la posesión de la tierra de Israel?
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Que el líder comunitario haya soñado que el anciano era Avraham venido a ser el décimo varón del minián, ¿significa que realmente lo era?