Es normal que ni bien llegados al mundo busquemos instintivamente que nos conforten, atiendan, sirvan a nuestras necesidades, contengan, nutran, cobijen, brinden seguridad, nos toquen, nos mimen, nos hagan sentir vivos, nos trasmitan sentido, contacten y conecten. En los primeros instantes terrenales, estamos sumergidos en una pesadilla espantosa, privados de todo poder, a merced de la impotencia más terrible y total. Dependemos casi absolutamente de la merced de algún otro que nos sostenga en vida. Por ello, contamos con un recurso natural, ubicado en la base de nuestro cerebro, que dispara señales de alarma, para atraer la atención, para movilizar al entorno para satisfacer nuestras urgentes demandas. Allí está el EGO, cumpliendo su natural función de rescatador en las situaciones de verdadera impotencia. Recurre a sus herramientas básicas y toscas, pero que tienen bastante efectividad: llanto, grito y pataleo, y/o desconexión de la realidad.
Sin demasiadas variaciones, en el fondo, continuamos así hasta el día en que partimos de este mundo.
Es seguro que esta búsqueda instintiva no pasa por el pensamiento, no se razona, no se negocia, no se cuantifica, simplemente se desea y se busca.
Aunque no lo parezca, lo que estamos buscando, de cierta forma, se le puede denominar “amor”.
Es el amor de base biológica, es el deseo de recibir de forma egoísta y carente de apreciación.
Estamos todo el tiempo buscando amor. En una máxima de Lacan: “La demanda (exigencia, pedido, reclamo) es siempre demanda de amor”. ¿Qué habrá querido decir el jeroglífico psicólogo? ¡Quién lo sabe! Al menos, yo no (y no pretendo saberlo, duermo bien así como estoy). Pero, podemos estar de acuerdo con lo que expresa llanamente la frase. Todo lo que te están reclamando, cada vez que se te quejan, cuando requieren algo, en el fondo solamente quieren amor. Desean recibir de manera egoísta.
Tu hija cuando no quiere comer. Tu hijo cuando se escapa de la tarea del hogar. Tu esposo cuando no lo dejas contento con nada. Tu esposa cuando se escapa al centro comercial a devorar el sueldo. Tu madre por reclamarte que la llames. Tu padre por obligarte a estudiar lo que a él le hubiera apetecido. Tu jefe cuando te niega tus derechos laborales. El que te hostiga por no tener suficiente valor personal. El político, el religioso, el dios, el gurú…
Advirtamos que éste NO ES el AMOR, cuyo origen es espiritual, y que se puede describir como el hacer lo favorable por otro, que no nos perjudique injustificadamente, y sin esperar nada a cambio.
El AMOR de base espiritual, es el deseo y acción de dar, de manera generosa, desinteresada.
Cuando el amor (deseo de recibir) es obstaculizado, nos sentimos rechazados, desamparados, amargados, tristes, débiles, carenciados, entre otros sentimientos oscuros.
Ante la posibilidad, real o fantaseada, de no recibir se dispara el miedo.
Recuerda, el común denominador de todo miedo es la impotencia. Todo miedo es, en resumidas cuentas, la previsión de que no tendremos algún poder.
Al prever que no será satisfecho nuestro deseo de recibir, ¿cómo no sufrir de miedo? Porque, ¿no es esa la repetición de la peor experiencia de impotencia que hemos padecido (al momento de nacer)?
Recuerda cuando llegaba esa fecha “mágica”, en la cual como niño recibías regalos. Reyes, Navidad, Januca, día del niño, tu cumpleaños, cuando fuera que estuviera la esperanza y expectativa por un regalo.
Podría ser el objeto anhelado lo que disparara esa adrenalina; al fin lo tenías, podrías usarlo. Así como también enorgullecerte con él, mostrarle a los demás lo poderoso que eres, cómo recibes regalos que otros no son capaces siquiera de soñar. Sí, te daba disfrute no el mero hecho de tener ese juguete, sino todo lo que lo rodeaba. Eres poderoso, tal la ilusión que representa el obtener esos privilegios.
Pero, ¿quizás, además, en el fondo lo que importaba era saber que eras querido por alguien, que se te amaba?
¿Viste? Además de lo material y de lo social, estaba implicado el plano emocional. Tú eras alguien para otro alguien, lo suficiente valioso como para que se te prestara atención, como para que se te obsequiara alguna cosa distinguida.
¡Cuánto esconde esa falsa magia, producto del EGO! Que se empeora cuando está todo revistado de un halo de misterio y esoterismo cúltico, como en el caso de los regalos de Reyes, Navidad o el dinero del Ratón Pérez. Porque allí ya no son los padres o abuelos los que te aman y te otorgan poderes mágicos, sino que provienen de fuentes místicas y sobrenaturales. Es un dios, o un ángel, o un santo, o reyes, o personajes metafísicos, o el universo orquestando tu éxito lo que te empondera. ¡Cuánto disparate, todo producto del EGO! Y así están niños y mayores, enfrascados en estas mentiras que parecen piadosas, simpáticas, sin veneno, pero que resultan un abismo impresionante, caótico, maléfico, que ayudan a extender el dominio del mal sobre la vida personal y colectiva.
¡Haría que desterrar asuntos tales como Reyes, Navidad o el Ratón Pérez! Ya no solamente por estar, alguno de ellos, involucrado o fomentando la idolatría, sino por servir como instrumento de dominación del EGO!
Como comprenderás, el amor no es AMOR.
Entonces, por una parte si no aparecía mágicamente la bici o la consola de videojuegos, aparecía la decepción y la bronca; pero por otra parte, al menos alguien te amaba y lo estaba demostrando.
Dependiendo de tu educación, de tus aprendizajes, de tu situación vital, ganaba una y otra parte en este juego. Entonces, te quedabas con enojo pero disfrutabas de la sencilla pelota; o aventabas lejos la pelota, amargado y resentido con el mundo, que tan pobremente manifestaba el amor que “te merecías”.
Para pensar.
Es tan ambiguo, tan complejo.
Se nos enseña a esperar, y a depender, a demandar, quejarnos, obligar a dioses y ángeles a estar a nuestro servicio. Pero se nos enseña a no ser humillados y a obtener las cosas por nuestra cuenta.
Se nos dice que si somos buenos recibiremos nuestras demandas. Pero, “los reyes están pobres este año y aunque fuiste muy bueno solo pudieron comprarte esto”.
Se elogia el éxito personal, pero se aplauden las ventajas obtenidas con “viveza criolla”.
Se insiste en que es malo ser egoísta, que lindo es compartir. Pero, se nos agobia con consumismo, evasión de la realidad, y a creernos con derechos pero sin deberes.
Se alienta e insta a que el pequeño aprenda a decir sus primeras palabras. Pero, al rato se le obliga a callar porque molesta a la hora de ver la tele, o hace preguntas “inapropiadas”.
Se habla de la igualdad de las personas. Pero, se sigue viendo el encontrar pareja como salir de caza, conquistar, atrapar en la red del “amor”.
Hasta aquí por hoy.
Muy buena la imagen, ese personaje siempre me pareció lo mas de siniestro… muy cierto lo que escribe
bueno bien aprendi en un libro la felicidad no depende de una realisazion terrenal o de los bienes terrenales sino solo son una herramienta para llegr a tu objetivo para el que el eterno te hizo, un saludo para el more y mis amigos en esta pagina.