Cuando la autoestima “está baja”, o en realidad debiéramos decir “desenfocada”, dejamos de valorarnos en nuestra real magnitud. Perdemos de vista nuestros logros, así como nuestros reales torpezas. Dejamos de lado nuestros potenciales, y magnificamos aquello de lo que carecemos.
Tengamos bien en claro lo siguiente, la “baja autoestima”, o autoestima desenfocada, no quiere decir sentirse menos de lo que uno es o pudiera llegar a ser, verse como un gatito al espejo cuando en verdad se es un poderoso león; sino que también están en su interior aquellos que se perciben a través de una lupa, agrandando todo lo de ellos y cuando no existe nada a lo cual asirse, entonces lo que está gigante es la fantasía que le dice a la persona que es especial, genial, estupenda, sin par, etc. Es el gatito apaleado que se cree un poderoso león. En ambas situaciones la autoestima está desenfocada, por tanto, lleva a la persona a pensar, sentir, hablar, hacer (o dejar de hacer todas estas cosas) desde una perspectiva incorrecta.
Ejemplos:
el joven que se considera incapaz de formar lazos emocionales con otros, y por lo cual se retrae, se esconde en sus pantallitas, se encierra en su habitación, inventa excusas cuando ocasionalmente es invitado a participar de actividades sociales, maltrata a sus hermanos para mantenerlos alejados, todos estos son patrones de conducta de alguien con una autoestima desenfocada;
la muchacha que se viste de manera llamativa, se atiborra de maquillaje, va declarando por todas partes que es la más bella, atractiva, inteligente, astuta, brillante, agraciada y todos los etcéteras que imagines, cuando en los hechos no pasa de ser una modesta belleza, enfundada en disfraces que no le quedan y reclamando coronas y premios que no le son propios. Sí también ella está con su autoestima desenfocada.
Estos son solamente dos ejemplos de una larguísima lista de posibles conductas que entran dentro de este perfil.
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