En esta jornada es Taanit Ester, el ayuno previo a la festividad de Purim, día en el cual recordamos el ayuno de la reina Ester antes de encontrarse peligrosamente con su marido, el emperador de Persia, así como el ayuno del pueblo judío, anhelante por descubrir un milagro que los salvase de las maquinaciones perversas del poderoso Amán.
Según leemos:
«Ester dijo que respondiesen a Mordejai [Mardoqueo]:
‘Ve, introduce a todos los judíos que se hallan en Shushán [Susa], y ayunad por mí. No comáis ni bebáis en tres días, ni de noche ni de día. Yo también ayunaré con mis damas e iré así al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.’
Entonces Mordejai [Mardoqueo] se fue e hizo conforme a todo lo que Ester le mandó.«
(Ester / Esther 4:15-17)
Así pues, tenemos un evento histórico nefasto por el cual recordar, ¿cómo?, con ayuno tal cual ellos hicieran.
Pero, ¿se recuerda solamente?
¿Es una imagen cerebral que fugaz pasa por nuestras vidas, o tiene un componente mucho más intenso?
La respuesta está contenida en la pregunta.
No es un acto de la imaginación, sino que se compromete a la persona completa en la vivencia de recordar, lo que incluye el ayunar, el padecer -aunque sea un tanto por ciento- del padecimiento que dio pie a este día especial.
De manera similar en las festividades, Pesaj cuando no solamente recordamos la salida de Egipto, sino que somos nosotros quienes recibimos el don de la libertad; en Shavuot, que recibimos activamente la Torá, no solamente traemos a la memoria aquel hecho; en Sucot que moramos en chocitas, para en cierta forma habitar en el desierto al resguardo amoroso del Eterno.
Ayunamos, rezamos, estudiamos, recordamos no solamente con la mente, sino con todo nuestro ser.
Este año, por caer el ayuno en Shabat se lo corre para el jueves, cuando a la salida del Shabat celebremos plenamente Purim, no haremos solamente el ejercicio teórico de imaginar el gozo de los judíos que se salvaron milagrosamente de las maquinaciones de Amán y el resto de los pervertidos antisemitas.
Lo celebramos con todo el cuerpo, con todo el ser, festejando, comiendo, bebiendo, sintiendo y no solamente pensado.
Porque, el recordar con el cuerpo completo, integrando las emociones, los pensamientos, las acciones, las palabras, el espíritu, nos hace preservar el judaísmo y al judío por los siglos de los siglos.
Mientras imperios poderosos han caído y desaparecido en las oscuridades de la historia, la pequeña nación santa sigue vive, si bien con zozobras, continúa y así hará a perpetuidad.
¿Entiéndes la fuerza que tiene conocer y experimentar con todos sus detalles las fechas especiales de nuestro calendario?
Porque, no ayunamos por lo que padecieron ellos, ayunamos por nosotros.
No celebramos la libertad de ellos, sino que nos regocijamos con nuestra libertad.
Así con todas y cada una de nuestras fechas especiales.
Por último, pasemos a un dato importante para nuestra vida personal, que quizás nos permita disfrutar de una vida mejor.
La memoria humana no es un hecho estático, sino que, nos indica la neurociencia, es un proceso activo. Cuando recordamos no vemos una foto del pasado, sino que redibujamos con nuestra química neuronal los sucesos del pasado.
Esto quiere decir que el recordar no es un mirar pasivo, sino una acción creativa o re-creativa.
Esta faceta creativa, nos da el poder para modificar recuerdos del pasado, quitarles sus terrores, borrar las desdichas, no para mentir sobre nuestra historia, sino para que los terrores del pasado no sigan emergiendo de sus tinieblas para hacernos sufrir en el presente.
Es la memoria una poderosa herramienta, tal como el olvido lo es.
Pero, no permitamos que lo que debe vivir en la memoria y en el ser, caiga en la nebulosa del olvido.