A raíz del texto “Hijos de madres paradojales” alguien amablemente comentó: “Como pareja aún tenemos mucho por lograr. Creo que todavía puedo decir, por lo menos un día a la semana, “te odio pero no quiero que te vayas”.”
Humildemente me parece que es este tipo de frases las q hay que ir corrigiendo, para de ese modo alinear el Yo Vivido con el Yo Esencial, de modo tal de sanar los sentimientos que las motivan y así llevarnos a una vida de mayor shalom (plenitud, paz, felicidad).
Recordemos que no es bueno reprimir el reconocimiento de los propios sentimientos, ni negarlos, ni excusarlos. Lo saludable es darse cuenta de que los tenemos y nos tienen, que están ahí, que tienen sus efectos, que por algo anidan en nuestro interior. Reconocerlos, pero no por ellos habilitarlos para salir y destruir.
Reconocerlos, para darles su lugar, en tanto se los sana y se los hace desaparecer, o se usa la energía malgastada en ellos para una meta superior, de construcción de shalom.
Entonces, quizás sería mejor admitir (y quizás decir, esto no lo sé): “Si bien soy ambivalente en mis sentimientos hacia ti, escojo amarte en lugar de otra cosa.”
Luego, hacer aquello que beneficie a ese prójimo que está a nuestro lado, sin esperar NADA a cambio, para que prevalezca el lado positivo.
Y además agradecer, con la mayor sinceridad posible, lo que recibimos (y sea auténtico, es decir, no agresiones, maltratos, manipulaciones, mentiras, etc.).
Tengamos en cuenta que reconociendo la ignorancia es como uno puede avanzar en el conocimiento. Negando lo que ignoramos, negando lo que sentimos, engañándonos, difícilmente podamos ser felices.