Actúa con tu prójimo de tal forma que pienses así:
“Mi felicidad depende en buena medida de su bienestar”.
Prójimo es cualquier otro, pero especialmente aquel que está próximo a ti.
Cónyuge, hijo/a, madre, padre, otro familiar amigo cercano, conocido, vecino, colega, etc.
No es lo que el otro hace, hará, hizo o pretendes que haga para beneficiarte lo que te colmará de felicidad.
Tampoco es lo que recibas como regalo, retribución, pago, devolución, dádiva, de su parte.
Menos aún lo es la esperanza de obtener algún provecho de lo que tú hayas hecho por él, o de lo que le has dado.
Todavía menos de someterlo a tu capricho, de mantenerlo entrampado con jugarretas, en una demostración de hueco y escaso poder.
Tenlo presente, tu felicidad se basa en gran medida en que el otro esté bien, siempre y cuando eso no te perjudique ni traspase los límites necesarios de tu «egoísmo positivo».
No te enfoques en ti, no te pongas en el lugar del receptor, no estés a la espera de nada, simplemente haz tu parte para que el otro pueda sentirse bien.
Si el otro disfruta o no, si agradece o no, si reconoce o no, si retribuye o no, no depende de ti, no te centres en ello.
Simplemente haz tu parte, colabora en proveer a su bienestar sin esperar absolutamente nada a cambio.
Verás como de a poco, o al instante, estarás bien, sentirás felicidad.