Hay dos tipos de impotencia (mal): la real y la imaginaria.
La primera es impotencia en tanto no cambie alguno de los factores materiales que la imponen. Por ello, al variar la circunstancia, habría que reevaluar la persistencia de la impotencia o su desaparición.
Te daré un par de ejemplos.
Se reventó la cubierta de una de las ruedas del auto, por tanto, estamos sometidos a una impotencia real.
¿Qué hacer?
Cambiar la rueda, si tenemos la de repuesto en el vehículo, si sabemos hacerlo, si tenemos la fuerza y la capacidad corporal, si contamos con las herramientas, si el lugar donde quedamos varados permite que estemos realizando las operaciones correspondientes sin ponernos (o exponer a otros) a riesgos.
O, podemos llamar al auxilio vehicular, o pedir una grúa, solicitar asistencia a un amigo, recurrir a un taller mecánico, o cualquier otro procedimiento que nos permita continuar viaje de manera segura.
También podemos comprarnos ipso facto otro auto, que es una solución ridículo, pero solución al fin.
Y claro, podemos asumir la impotencia y dejar abandonado el carro para no mirar atrás, sometidos al terror de no poder asumir que la cubierta está pinchada; cosa que es incluso más absurdo que comprarse otro auto, pero si uno quiere puede hacer esto.
Sin dudas, es una impotencia real.
Es un mal.
El segundo ejemplo de impotencia real, a continuación.
Tu equipo de fútbol va perdiendo 3 a 0 contra el Barcelona, que es absolutamente superior en todos los aspectos. No hay ataque que pase siquiera la mitad de la cancha. Vuestra defensa tiene más agujeros que un colador. Están implorando al referí que termine ya el partido, y recién van por el minuto 20 del primer tiempo. Claro, alguno podría decir que esto es un ejemplo de impotencia imaginaria, que si pensaran positivo, que si tuvieran fe, que si pusieran en práctica lo que en el salón de club de barrio comentaron, que si la delantera terrible del Barça de repente se lesionan todos juntos, que si cae un rayo y fulmina a todos los jugadores contrarios, que si un milagro… sí, claro, todo ello podría ser efectivo para dar vuelta el resultado y llevarse una victoria sorprendente allí donde es evidente el dominio completo del rival.
Pero, el hecho cierto es que esta impotencia es real, muy real y no habrá chances de revertirla antes de que finalice el partido. Quizás una oportunidad en varios miles de millones, ¿quién lo sabe?
Con estos ejemplos queda más o menos clara la idea del tipo de impotencia que es la real.
Ahora, vamos a plantear la que es imaginaria con un par de ejemplos.
No confías en tus capacidades como vendedor, aunque como tal estás contratado en la empresa y hace años laboras en el ramo.
Tienes grandes dudas al llamar a potenciales clientes para ofrecer los productos o servicios que llevan el pan a tu mesa.
No estudias bien ni lo que ofreces, ni las condiciones, ni las necesidades y deseos de los clientes.
Te convences de que eres un inútil y que de suerte no más todavía no se dieron cuenta tus jefes y no te echaron.
Presentas con escasa confianza tus propuestas, que como dijimos no las has trabajado con dedicación, por tanto, si es que consigues alguna entrevista con el encargado de compras probablemente no consigas vender mucho.
El problema más importante en este ejemplo no está en el producto/servicio, ni en la empresa a la que representas, ni en la situación económica del país, ni en la necesidad del mercado, ni en… no es en el plano de lo real donde habremos de ver la impotencia que está ejerciendo su influencia para generarte el malestar. Sino que se encuentra en tu Sistema de Creencias, la cual produce seudo pensamientos de fracaso, de impotencia, lo que a su vez potencia sentimientos de inoperancia, futilidad, miseria, entre otros.
Ciertamente que la impotencia imaginaria provoca impotencias reales, diversas y diversificadas, todas ellas con consecuencias tristes y lamentables muy palpables. Pero el foco principal de infección se encuentra en el plano de lo imaginario.
En el segundo ejemplo, sospechas que tu esposa te es infiel. En realidad no hay evidencias, ni rastro alguno. Son solamente tus ideas, tu celo habitual, tus interpretaciones, la falta de comunicación auténtica, tu incorrecta autoestima, tu falta de respeto hacia ella, detalles que son neutrales pero que te has encargado de armar todo un caso que deja en claro que eres víctima de un cruel engaño por parte de tu cónyuge. Y como no te comunicas, lanzas frases con doble sentido, te enojas, reprochas, insultas, te escondes y no expresas lo que sientes, no preguntas sino que presupones, te aferras a tus creencias sin cotejarlas con hechos y testimonios, te asilas y te sientes falto de gracias y que no mereces el cariño ni atención ni respeto de ninguna persona.
Nuevamente el Sistema de Creencias que te cautiva te ha llevado a sentirte en impotencia, allí en donde no hay nada real que lo afirme. Pero luego, a causa de la impotencia sentida se genera una galaxia complicada de impotencias materiales que afectan la realidad y pueden llevar a provocar que aquello temido se convierta en un hecho.
Por supuesto que en el tipo de impotencias sentidas el miedo es una presencia habitual y cotidiana. Como sabemos el miedo es la anticipación imaginaria de una impotencia inexistente, que roba la energía actual y provoca un real debilitamiento de la persona.
Este miedo solamente se basa en el Sistema de Creencias, porque si estuviera afirmado en hechos reales no sería miedo, sino precaución o en todo caso susto.
Pero, el miedo es fantasía de angustia futura, que carcome el presente. Por tanto, allí donde está el miedo, está la impotencia sentida.
¿Qué podemos hacer para vivir mejor?
Pues, muchas cosas, veamos algunas pocas.
- Hay que aprender a distinguir entre impotencia real y sentida.
- Cuando estamos ante la impotencia real debemos aprender a reconocer aquello que tenemos en nuestro dominio hacer, para eliminar la impotencia o mitigarla. En caso de que no tengamos ninguna cualidad, ni consigamos el auxilio acorde, habremos de aprender a sobrellevar la impotencia con dignidad y compasión, para no hundirnos en tragedias imaginarias que nos entorpecen el mejoramiento y obstaculizan el restablecimiento.
- Cuando estamos ante la impotencia imaginaria, aprender a definir con palabras e imágenes aquello que nos está afectando y que tiene su base en nuestro Sistema de Creencias. Cuando lo podemos delimitar, nombrar, describir, dibujar estamos un paso más cerca de reconocer que ese mal no tiene un real poder y que solamente sobrevive por el poder que nos está robando del disfrute presente.
- No reaccionar con las herramientas del EGO y sus acciones derivadas, sino hacer una pausa para permitirnos elaborar conscientemente aquello que nos hace sentir impotentes.
- Respirar profundamente y acompasadamente, dejando que nuestro cuerpo se tranquilice y la mente se pueda enfocar.
- Admitir nuestra impotencia sentida como real para nosotros, en nuestro mundo interno. Es decir, no rechazarla ni negarla, haciendo de cuenta que no existe, porque lamentablemente en nuestra realidad interior sí existe. Al reconocerla como presente, nos estamos permitiendo elaborarla para conseguir mejor resultado a nuestro favor.
- No enfocarnos en nuestra impotencia sentida, sino en las alternativas que nos posibilitan una mejor experiencia de vida.
- Pedir apoyo a personas que con claridad, conocimiento e intenciones dignas nos pueden ayudar.
- Usar la Comunicación Auténtica.
- Construir SHALOM, pensamientos, palabras y acciones que sean de bondad y justicia.
- Intención y práctica de favorecer genuina y desinteresadamente a otros.
- Encontrar qué debilidad tenemos para trabajar sobre ella con nuestro poder real, de modo tal de extirpar la impotencia imaginaria en la medida de lo posible. Es una forma de TESHUVÁ.
- Confiar en el Creador, conversar CON Él.
- Saber que todos, incluso tú, somos NESHAMÁ, es decir espíritu y que por tanto, si bien la vida en este mundo es importante y debemos disfrutar de lo permitido al máximo, hay una existencia en la eternidad en la que se cosecha lo que sembramos aquí.
Bien, hasta aquí por hoy.