Puede resultarte chocante lo que te diré ahora, pero es bueno escucharlo alguna vez: no eres un nombre, una profesión, un título, una relación o una posición social/económica.
Esos son algunos de los componentes de tu Yo Vivido, parte de tu personalidad en este mundo, y bienvenido que así sea.
Pero no eres tú, sino que es parte de lo que estás siendo por ahora.
Tú eres el Yo Esencial, que es la NESHAMÁ, o sea, el espíritu.
Esa chispa de divinidad que te anima más allá de tiempo y espacio.
Eras esta NESHAMÁ antes de nacer, ahora y cuando partas de este mundo.
Sin embargo, en tanto estamos transitando por este mundo, necesariamente hemos de identificarnos con ese Yo Vivido que vamos fabricando cada día.
Sería estupendo que estuviera en coordinación con el Yo Esencial, de modo tal que reflejara con la mayor fidelidad posible los rasgos armoniosos de la NESHAMÁ, en conexión con el universo y con el Creador.
Pero, no suele suceder así.
Por el contrario, lo normal es que exista el conflicto entre las máscaras del Yo Vivido y la cara del Yo Esencial.
Porque no conocemos nuestra NESHAMÁ, porque nos es imposible describirla y delimitarla con precisión.
No tenemos palabras ni imágenes que encierren exactamente lo que es la NESHAMÁ, por tanto, hacemos lo que podemos.
Vamos viviendo: armando y desarmando el Yo Vivido, que a veces está en algún grado de sintonía con nuestra esencia.
Sería genial si pudiéramos alinearnos con nuestra personalidad sagrada y materializarla en la máxima fidelidad posible.
Para lo cual es imprescindible conocer el código ético/espiritual, el cual se resumen en una frase muy concreta y sencilla: construir SHALOM, por medio de pensamientos, palabras y actos de bondad y justicia.
Si queremos ser más específicos en el conocimiento del código, entonces en caso de ser gentiles (no judíos) habremos de conocer y cumplir con los Siete Mandamientos para las Naciones.
Si fuéramos judíos, entonces el código se compone de los 613 mandamientos que se encuentran en la Torá de Israel, dentro de los cuales están aquellos que nos corresponden cumplir.
Al ir por la vida en fidelidad y humildad, comprometidos con los mandamientos que nos corresponden, pronto encontramos que estamos siendo la mejor versión posible de nosotros mismos.
Lo que nos llevará, de vuelta, a construir SHALOM interna y externamente; es decir, con nosotros mismos y con el prójimo, con el universo en su totalidad.
En una visión y práctica ecológica, en su completo sentido.
Sabiéndonos parte de la unidad, y no elementos antagónicos en competencia.
Se desdibujan las contiendes fantasiosas, producto del EGO, del empeño por dominar y por evitar el sufrimiento de la impotencia.
Es fácil decirlo, cuesta poquitos renglones.
Quizás entenderlo cerebralmente también sea sencillo, luego de que se manejan estos conceptos todo encaja.
Pero, somos algo más que pensamientos, somos seres multidimensionales, por tanto nuestro Yo Vivido no se amoldará a la teoría por el mero hecho de haberla comprendido.
Será necesario un trabajo intenso, constante, paciente, de corrección, de perfeccionamiento, lo que en el mundo cabalísitico se denomina de tikkún.
Porque, estamos fabricados a imagen y semejanza del EGO en sus interacciones prepotentes, en lugar de ser ser el espejo reluciente de la NESHAMÁ.
Estamos poblados por innumerables creencias, que forman el Sistema de Creencias.
Estamos conmutados por numerosos hábitos, que forman una segunda naturaleza, que nos controla desde el espacio inconsciente.
Somos sujetados por mandatos sociales, que nos aprisionan.
Nos apoltronamos dentro de nuestra celdita mental, temerosos de hurgar fuera.
Seguimos los programas robotizados de nuestros mayores, que también están robotizados, por tanto acoplados a sistemas de accionar desprovistos de conexión con la NESHAMÁ.
Como podrás darte cuenta, no tiene el camino sencillo el que despierta y se da cuenta de que quiere vivir en confluencia con la NESHAMÁ y disfrutar de la LUZ. Tiene ante sí un reto constante, cotidiano por armar la mejor versión de sí mismo.
Como comprenderás, estamos escindidos, agrietados, en exilio el alma del espíritu.
Lo cual, obviamente, es causa de sufrimiento.
Por tanto, de impotencia.
Por tanto, de reacciones automáticas del EGO.
Por tanto, de sumar más máscaras al Yo Vivido, que no estarían en coherencia con el Yo Esencial.
Lo que a su vez amplifica la grieta del auto desconocimiento y de discordia con el prójimo y con el ambiente.
Las máscaras se pegan con fuerza a la cara, robándonos la identidad. Las emociones incoherentes secuestran el pensamiento. Las creencias suplantan al pensamiento. Es un caos, que no está en el camino de la creatividad, sino de la destrucción.
Suena aterrador, ¿no crees?
Por lo cual, nos inventamos historias fantásticas, nos aferramos a salvadores mágicos, negamos los hechos, damos excusas múltiples, vivimos en un mundo imaginario, poblamos nuestros terrores con religiones para hacernos de cuenta de que todo está bien. Pero no lo está. Porque la religión es la antítesis del espíritu, es la cárcel y no la salvación. Es la esclavitud y no la libertad. Aunque se venda entre promesas de esperanzas y redenciones, y te obligue con amenazas y propuestas indecentes.
O nos metemos en otras negaciones de la realidad, nos anestesiamos, nos paralizamos, nos fanatizamos, encontramos algún hecho “inspirador” que nos tranquilice, nos idiotizamos con hábitos y lemas, todo lo que abre aún más la brecha interna, para distanciarnos de lo único que nos puede curar, que es el apego al código ético/espiritual, para de esa manera realizar el tikún.
Entonces, nos iremos dando cuenta que ya no es más preciso fingir ni someterse a otros, para obtener satisfacciones, o al menos padecer menos de las carencias.
Porque obligarnos a la impotencia no nos libra de ella.
La impotencia nos lleva a la angustia, la ansiedad, la depresión, la obsesión, la pasividad, los celos, el estrés, la cólera, la ira, el conflicto y todo el resto de signos y síntomas de lo que no aporta a la resolución. Son factores que brotan a causa del conflicto, entre la grieta se cuelan para manifestar nuestra debilidad y de paso aumentarla.
Y parece que elegimos vivir así, en enfermedad, en exilio, desconectados.
Pero, podemos construir SHALOM, que es la manera práctica y coherente para acercarnos a nosotros mismos, al prójimo, al cosmos.
Actuar en base al amor, con acciones generosas que benefician a otro y sin esperar realmente nada a cambio. Porque así estaremos obteniendo un real beneficio, mucho mayor que cualquiera derivado de transacciones mercantilistas.
De paso, como quien no quiere la cosa, al ayudar a otros estamos ayudándonos profundamente a nosotros.
Pero, el amor verdadero no se queda en la bondad solamente, porque comprende y asume que la bondad sin límites también lleva a la fatiga, a la humillación, al malestar, al conflicto.
Por tanto se equilibra con la justicia, con el límite correcto y necesario.
No todo viene de regalo, ¡gracias a Dios!
Al construir SHALOM estaremos realizando el propósito de nuestra existencia, al tiempo que nos asociamos a otros para que hagan lo propio.
Nos hacemos socios en el Plan Divino, y desarrollamos nuestros dones y talentos, despertamos el potencial y lo convertimos en manifiesto.
Traemos a existencia el paraíso terrenal, lo que es sinónimo de la Era Mesiánica.
De una manera tan simple, aunque trabajosa. Con tanta claridad, que no anda precisando de malabarismos mentales ni de saltos de fe para obtener resultados palpables.
Así apagamos la impotencia, potenciamos el poder.