Supongo que aquellos que han pasado por las incesantes dietas restrictivas para bajar de peso pueden confirmar lo siguiente: «lo que está prohibido es aquello que más se desea».
Es por ello que los que empiezan la dieta el lunes, a la tarde del mismo lunes ya están merendando todo lo que está por fuera de su dieta y prometen, con gran sentimiento de culpa y fracaso, que el próximo lunes comenzarán, ahora de verdad y en serio, la fabulosa dieta.
Ya lo vimos con Eva, aquella del Huerto de Edén, que estuvo atrapada por el deseo de justamente aquello que estaba prohibido para ella.
Tenía cientos, miles, de otros árboles y frutos para su deleite, así que seguramente que no faltaría oportunidad para disfrutar de lo permitido; sin embargo, su mente y corazón estaban atrapados por lo que tenía vedado.
De hecho, la prohibición de aquel árbol vencería pronto, en un rato, cuando terminara el día de reposo, pero ella encontró la manera de apresurar las cosas para permitirse lo que no era aún permitido.
Entonces, fracasó y con ello se produjo el fracaso de la humanidad, porque nos sigue costando ser fieles a las dietas saludables, a los programas de ejercicio físico y a cualquier otra cosa que nos imponga prohibiciones de aquello que se siente tentador y deleitable, precisamente porque no está permitido para nosotros.
¿Esto quiere decir que tenemos que prohibir las prohibiciones, entonces se nos hará más fácil vivir sin tentarnos por lo prohibido?
¿O quiere decir que tenemos que hacer como el ideal budista, que de cierta forma detesta el deseo y lo convierte en la fuente de todos los males del hombre?
¿O ser más restrictivos aun que la propia prohibición, negándonos a muchas más cosas, que de por sí tenemos permitidas, pero que así nos alejamos de la tentación?
Yo creo que la respuesta a las tres preguntas es no.
Hay cosas que tenemos prohibidas, sea por Divina Ley, por ley humana, por cuestiones de salud, por reglas morales, etc. Está bien que haya prohibiciones, así que no, la idea no es prohibir lo prohibido.
Pero además, no está mal desear ni es el origen de los males del humano. La cuestión es cuando el deseo ocupa el lugar de la voluntad y la emoción el del pensamiento. Es bueno desear, pero solamente aquello que está permitido y es saludable. Así que, aprender a marcar la diferencia de lo que el deseo puede y no es algo que debemos ir aprendiendo desde chicos y entrenarnos en respetarlo.
Y no, no es necesario ser más prohibitivos que el prohibitivo. Si bien es cierto los antiguos sabios indicaban que era una práctica saludable tener muros de contención que nos alejan de lo prohibido, por tanto, negarnos también a cosas permitidas; la idea que tenían aquellos sabios no era obligarnos a vivir en la negación del placer, en una constante lucha contra el deseo. Más bien, a tomar conciencia de lo que estamos haciendo, para que nuestra conciencia sirva de un muro de contención, de un retén que nos previene de avanzar rumbo a lo prohibido.
En resumen, si quieres una práctica para vencer esa tentación hacia lo prohibido, yo te diría que te enfoques en lo permitido y lo disfrutes.
Cuanto más te peleas con tu deseo, más pierdes terreno.
Por tanto, no lo tienes que tomar como un enemigo, sino como una realidad que existe siempre y cuando tú le des energía para que lo haga.
Al momento que te enfocas en otra cosa y te mantienes dinámicamente enfocado en ello, pierde fuerza el imán del deseo.
Lo prohibido se corre del centro de tu mente y corazón, por tanto, deja de estar en la primera plana de tus noticias diarias.
Disfruta de todo lo permitido y saludable que hay, mientras te apartas de lo prohibido, sin hacer de ello un escándalo tremendo.
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