Estar enamorado no es lo mismo que amar.
Lo primero es una sensación difusa, que se fundamenta en la química corporal; por tanto, no razona, no cuestiona, no hace más que ser una experiencia, de cierta forma, tóxica.
En cambio, el amar implica aceptar al otro luego de evaluarlo, con la mayor objetividad posible, para actuar a su favor, haciendo lo que es bueno para él, sin esperar nada a cambio.
Por lo cual, el que ama no puede aceptar el abuso, como tampoco el maltrato.
El amor pretende beneficiar al prójimo, sin hacer menoscabo de nosotros.
El amor realmente no puede ser incondicional, ya que está enmarcado en reglas y límites saludables; pero sin dudas que sí ha de ser generoso, desinteresado; y vuelvo a insistir, sin provocar ningún menoscabo, ni en quien actúa movido por el amor, ni en aquel que es su destinatario. En realidad, ninguna persona o institución debiera afectarse negativamente cuando es el amor el motor de la conducta,
Aquel que ama no puede tener un comportamiento pasivo, ni actuar como un desesperado o necesitado; mucho menos manipular, o ser víctima (o socio) de la manipulación de otro.
Amar, por tanto, no es un elemento residual de la química del sistema nervioso o linfático, ni un negocio disfrazad de piedad, ni el deseo que se viste como virtud, ni un mecanismo para atrapar a ninguna persona dentro de una red de infamias.
El amor es construir shalom, en consecuencia, debe acreditarse con palabras, pensamientos y acciones, especialmente acciones, de bondad y justicia.
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