Parashat Vaieshev, 5783

La parashá Vaieshev («Se asentó»), es la novena de la Torá; se encuentra en el sefer Bereshit, entre 37:1 y 40:23. La acompaña la lectura del profeta Amós (2:6 – 3:8), aunque puede variar si ya estamos celebrando Januca.

Comencemos la breve síntesis de la sidrá.

Iaacov, finalmente, se radicó en la tierra que le fuera prometida a su familia y él personalmente.
Hasta ahora, no había disfrutado de algún tiempo prolongado de calma en su vida, quizás podría en esta ocasión hacerlo, aunque seguía su corazón apretado por la congoja provocada por la repentina e inesperada muerte de su más amada esposa, Rajel.

Quizás por ello, o tal vez por algún otro motivo, él manifestaba evidente preferencia por uno de sus hijos, Iosef, que era el primogénito de su bienamada Rajel.
Esta conducta arbitraria, y a la vista injusta para con los otros hijos, venía incentivando que se intensificaran las disputas familiares, a causa del intenso malestar y odio entre los hermanos. A esto se sumaba, entre otras cosas, que Iosef actuaba también de forma orgullosa, poniendo a la vista que de buen gusto seguía la corriente a la elección de su padre.
Por ejemplo, con gran placer recibió esa muestra de favoritismo, como lo fuera el regalo de la túnica multicolor, la prenda de vestir propia de príncipes de la época. Se pavoneaba con ella delante de todos, pero en particular de sus hermanos, lo cual incrementaba la irritación de ellos.
Pero, además, corría a su padre con cuentos acerca de lo que hacían sus hermanos, dejándolos siempre mal parados.
También, cuando presuroso, pasaba a narrarles sus sueños, en los cuales se representaba como un poderoso señor que comandaba sobre sus hermanos y familia, e incluso tenía un poder cósmico.
El padre, los hermanos, y el propio Iosef consideraban estos sueños, en cierta medida, como premonitorios.

Un día, Iosef es enviado por su padre al sitio donde sus hermanos pastorean el ganado, lejos del hogar.
Iba con su ropaje de príncipe, tan poco apropiado para la tarea, y tan punzante para el ánimo de los hermanos, lo cuales al distinguirlo desde lejos, deciden darle lo que ellos consideran el justo escarmiento: la muerte por soñar sueños.
Le pegan y le destrozan la odiada túnica, pero no lo matan, sino que, siguiendo el consejo del primogénito, Reuben, deciden echarlo a un pozo seco en medio del desierto, para decidir qué hacer con él. Reuben tenía la secreta intención de rescatarlo y de esa forma volver a ser bien considerado por el padre, quien le había quitado el derecho al primogénito por un asunto ocurrido tiempo atrás, que se narra en la parashá anterior.
Por su parte, Yehudá, quien era el verdadero líder en la familia, convence a los hermanos para que lo vendan a una caravana de mercaderes y esclavistas Ismaelitas que acertaban a pasar por ahí; de esa manera procuraba salvarle la vida, aun a costa de la esclavitud forzosa. Sin embargo, sin ellos saberlo, otro grupo de esclavistas ya había sacado a Iosef del pozo y lo había apresado, para llevarlo a Egipto para ser vendido allí.
A la noche, oculto por las sombras, Reuben vuelve al pozo para rescatar en secreto a su hermano y llevarlo al padre, pero encuentra que el pozo está vacío.
Los hermanos manchan la túnica de Iosef con la sangre de un cabrito y se la envían a Iaacov, quien al ver los jirones de tela, los reconoce y supone que Iosef fue asesinado por bestias salvajes. Desde entonces Iaacov se autoimpone cruel luto y no halla consuelo en esta vida.

En tanto, Iosef que ha llegado a Egipto, es vendido como esclavo a Potifar, el jefe de cocineros o verdugos del Faraón.

La parashá entonces, hace un salto de locación, porque nos cuenta una historia que no está directamente vinculada con lo que venía narrando. Encontramos que muere Er, hijo de Yehudá, quedando viuda Tamar, sin haber tenido hijos. Siguiendo la antigua costumbre del levirato, ella debía concebir un hijo con el hermano del difunto, Onán, quien también fallece sin haberle dado descendencia a Tamar, y con ello no habiendo preservado el nombre de su hermano muerto.
Tamar debía ser desposada por el tercer hijo de Yehudá, pero éste le dice a Tamar que espere, pues el niño es muy joven y no está en condiciones de cumplir con la costumbre. En verdad, Yehudá no pretendía poner en riesgo a su hijo sobreviviente. Pasaba el tiempo y Tamar comprendió la estrategia de su suegro, por lo que actuó al quedar éste viudo. Se disfrazó como prostituta y tuvo relaciones íntimas con su suegro, sin que él supiera su identidad. De esta unión nació el hijo del cual proviene la estirpe real de David, y, por tanto, del esperado Mashiaj.

Regresa el relato a Egipto, a las penurias de Iosef como esclavo. Sin embargo, gracias a sus habilidades y por la gracia de Dios, él es elevado de condición de simple esclavo a jefe de casa, es quien administra y tiene poder en la propiedad del poderoso amo.
Debido a sus dotes, la esposa de su amo se enamora de él y trata de seducirlo repetidamente.  Pero, aunque Iosef se siente tentado y a punto de caer bajo el influjo de la hermosa señora, se mantiene leal a su jefe, y a lo que había aprendido acerca de las leyes noájicas. Ella, al sentirse menospreciada, lo acusa falsamente de intentar violarla y de ser un hebreo (es decir: malvado según el pensamiento egipcio) y es encarcelado. Nuevamente de forma sorpresiva e injustificada, Iosef cae de su posición social, rumbo a la noche y el sufrimiento. Sin embargo, en prisión, Iosef nuevamente tiene éxito en sus acciones y es destacado, seguirá siendo un extranjero, esclavo y prisionero, pero estará a cargo de la prisión como el administrador.

Eventualmente, quedan encarcelados allí el ministro de copas y el de panificados, quienes fueron condenados por conductas indignas contra el Faraón.
Iosef es el encargado de proveer lo que necesiten para su estadía en cárcel estos importantes personajes. Una mañana nota que tiene cara de preocupación ambos, al indagar se entera que es por un sueño que tuvo cada uno de ellos. Por lo cual, él interpreta esos sueños. Al ministro de bebidas le interpreta que será devuelto a sus relevantes actividades en Palacio, mientras que al ministro de panificados le predice que será colgado por Faraón. Todo ello en tres días. Efectivamente, eso fue lo que sucedió.
Al irse de la cárcel, el ministro copero le juró varias veces que lo rescataría de allí, ya que Iosef le insistió para que lo recuerde y lo salve.
Sin embargo, olvida a Iosef.

Preguntas

1. ¿Quién era el hijo preferido de Iaacov?

2. ¿Cómo sabemos que tener preferencias entre los hijos provoca situaciones desagradables?

3. ¿Cómo se enteró Iaacov de la «muerte» de su hijo?

4. ¿Qué dos planes existieron por separado para salvar a Iosef?

5. ¿Por qué triunfaba Iosef en Mitzraim?

6. En esta parashá, ¿quiénes soñaron?

7. ¿Qué pecado cometieron los hijos de Yehudá?

8. ¿Quién se olvidó de sus promesas? ¿Por qué?

9. ¿Por qué fue enviado a la cárcel Iosef?

10. ¿Cómo molestaba Iosef a sus hermanos?

11. ¿Por qué Iosef era tan molesto con su familia?

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