Me comentaba un amigo esta mañana que varios charlistas en temas de psicología así como rabinos (o aquellos que se les parecen) emplean muy a menudo, casi siempre diríamos, el recurso del cuento, de narrar anécdotas personales, y otras técnicas expositivas por el estilo.
Resaltando el aspecto personalista, emocional, afectivo, de la exposición más que el valor filosófico, racional, conceptual.
Mi amigo lo atribuía a un efecto de conexión, como si con estos procedimientos narrativos lograran establecer un vínculo mucho más profundo y efectivo que con el exquisito uso del conocimiento y el razonamiento.
Y tiene razón, para la generalidad de las personas.
Como recordarás somos seres multidimensionales: material-emocional-social-mental-espiritual.
El combustible así como el motor que nos mueve (para bien o mal) provienen, en su mayor parte, del plano emocional.
Por tanto, cuando adrede o instintivamente los ponentes emplean recursos motivacionales, emocionales, que apelan a los sentimientos que disparan la emotividad entonces seguramente están marcando una impronta, generando movimiento, formando o engrosando lazos que los unen.
Es una excelente manera de conseguir la sintonía, o al menos el acople o retroalimentación que están esperando y de cierta manera provocando.
Al saber esto también nos damos cuenta de que en manos equivocadas puede ser un recurso altamente peligroso y problemático.
Porque puede estar al servicio de la manipulación emocional, más o menos sutil, que no busca la ventaja y bienestar de aquel que está siendo manejado.
También es de debatible ética cuando no provee de real acceso a conocimiento, sino tan solo está para beneplácito del orador y dependiendo de su ética para el bienestar de quien le atiende.
¿Se comprende?
Así pues, a disfrutar de esa anécdotas y cuentitos.
Con la cabeza despejada y el sentido intelectual encendido, no dando espacio a la astucia del EGO, que secuestra el pensamiento y lo pone a su disposición.
Tengamos la capacidad de análisis, de crítica, de diálogo y los pies para marcharnos de allí en donde nos dan lindos relatos pero mal alimento.
Bien. Gracias.