El EGO es inicialmente una minúscula área de nuestro cerebro, con una función fundamental y necesaria, provocarnos para llamar la atención para obtener la satisfacción de las primeras necesidades básicas, sin las cuales moriríamos (o desconectarnos de la realidad, para preservar energía a la espera de obtener auxilio externo).
Luego mantiene ese mismo rol, reaccionar automáticamente a situaciones reales de impotencia, cuando precisamos una rápida respuesta que se dispare sin mediar el pensamiento y cualquier tipo de evaluación que pudiera poner en peligro la integridad o la vida.
Pero, pronto va adquiriendo otro rostro, mucho más oscuro y tenebroso, usurpando otras funciones y llevando a la persona a estados de enfermedad.
Esto ocurre por el entrenamiento en ciclos de sentir la impotencia real –> reaccionar automáticamente con el empleo de alguno de sus instrumentos –> cierta resolución de la impotencia real –> sentimiento de cierto poder por el uso de esas herramientas –> pero se vuelve a sentir la impotencia real, y así se continúa.
Este ejercicio constante, la repetición de acciones y sus consiguientes reacciones, va estableciendo un patrón de conducta definido, un hábito.
A lo natural se le va sumando una segunda naturaleza, la de la rutina automatizada, inconsciente, muchas veces involuntaria.
Este patrón de conducta habitual no logra resolver nada, puesto que el sentimiento de impotencia no se soluciona con los instrumentos del EGO; por el contario, aumenta el estrés, la insatisfacción, la ira, el sentimiento de vulnerabilidad, el empecinamiento por obtener poder a través de las herramientas del EGO.
Sumemos a esto el influjo y la instrucción que obtenemos por el ejercicio del supuesto poder por parte de nuestros cuidadores y criadores, los mayores que se hacen cargo de nuestra “educación”, quienes sometidos a sus propios EGOs nos inundan de impotencia, de sensaciones de falso poder, de miedos, creencias absurdas y todo el resto de lo que nos exila de nuestra LUZ de la NESHAMÁ para dejarnos a oscuras, perdidos, abandonados, como sin fuerzas. Solamente contando con el “salvador” mágico, el EGO, revestido en cualquiera de sus disfraces: autoritarismo, superstición, religión, manipulación, bravuconería, melancolía, ataques de pánico, entre otros.
Llegados a un punto se podría decir que somos adictos al EGO, justificamos sus descalabros, anhelamos sus intromisiones, alentamos su secuestro de nuestro intelecto, colaboramos para seguir prisioneros de él y que otros caigan bajo su aparente poder.
Por su presencia hemos ido formando las máscaras que constituyen nuestro Yo Vivido, es actor principal y gran responsable de nuestra personalidad.
Resulta impensable, al día de la fecha, imaginar una humanidad desprovista de EGO, puesto que es un elemento primordial de nuestra existencia terrena.
Es lo que nos hace humanos, y no ángeles. Por ello, aunque no pecáramos estaríamos igualmente necesitados de TESHUVÁ, de retornar a nuestra esencia.
El EGO llega a formarse y nutrirse de cuatro de nuestros cinco planos de existencia, todos menos el espiritual –obviamente-.
No depende de uno solo, por lo cual resulta complejo su conocimiento, comprensión cabal y estrategias para ubicarlo en su rol saludable y necesario.
En brindar elementos para esfumarlo, domesticarlo, aprovecharlo estamos nosotros abocados. Es una forma de contribuir a establecer la Era Mesiánica.
Puedes alinear tus dimensiones detrás de la dimensión espiritual, que sea la ética divina/natural, la que determine el curso de tus decisiones. Entonces, la potencia del BIEN, la LUZ del espíritu llenaría todos tus rincones, educaría al EGO.
O, podrías mesurar tus acciones y palabras para que sean apegadas al razonamiento y el conocimiento, aunque te falle la percepción de la orientación espiritual. En este caso, el riesgo de secuestro del pensamiento por parte del EGO no deja de estar presente.
Como sea, es necesario aprender, desaprender, embarcarse en la tarea de crecer construyendo SHALOM.
creo que la forma de educar al ego es el conocimiento de… y el razonamiento,desmenuzar bien nuestras acciones que no inducen para lograr salir de la adicción y nuestras conductas habituales enfocadas a ese control que tiene sobre nosotros
¿ahora por que nos hacemos adictos a todas esas herramientas del ego?
¿que tanto realmente hemos conseguido de ser manipuladores?
¿que sentimos cuando si, logramos llevar a cabo nuestro capricho?