La Torá plantea un mandamiento muy sencillo de cumplir pero intensamente profundo para los hijos de Israel, que es el contar cada día desde el segundo día de Pesaj y durante 49 días.
Se ha dado en llamar a este período como Sefirat haOmer, el conteo del omer. Omer es una medida de capacidad, de volumen, que se utilizaba antiguamente, y acá hace referencia a un ritual que se realizaba antaño, en épocas del santo Templo del Eterno en Ierushalaim y que tenía un arraigo en la vida agrícola de la mayor parte de la nación.
El mandamdiento es tan simple, tan poco complejo.
Cada día contar, añadiendo un día a la cuenta.
Cuando se completa la semana, también comenzar a llevar la cuenta de cuántas semanas y fracción de la misma.
Así hasta completar las 7 semanas, para que al día siguiente celebremos la festividad de Shavuot, que entre otras cosas nos recuerda el momento de la Revelación del Eterno en Sinaí ante todo el pueblo de Israel para entregar allí el Decálogo (mal llamado Diez Mandamientos).
Contamos y sumamos días.
Podríamos haber hecho al revés, iniciado en el 49 e ir restando; pero la norma quedó establecida en que vayamos añadiendo.
Quizás como señal de lo que debemos hacer con nuestras vidas.
Para que aprendamos a que no vamos malgastando o usando días, sino acumulando experiencias al sacarle provecho a nuestro tiempo.
Tomar conciencia de lo irremplazable del tiempo y cómo debemos aprovecharlo a máximo, para hacer aquello que hay que hacer en cada momento en particular.
Tratando de evitar al máximo malgastar este recurso limitado, finito, que se extingue.
Por ello, valorarlo como lo que realmente es: nuestra vida.
Aprovechar el tiempo, sumar días y no perderlos.
Estar atentos a que el tiempo está pasando, aunque el tiempo tal vez no sea más que una construcción mental y no tenga sentido sin alguien que se lo dé.
Si hasta ahora no te habías puesto a contar tus instantes, tal vez sería genial que lo empezaras.
Para que no sea un conteo regresivo hacia la nada; tampoco para que sea una sombra que pasa volando y sin control; sino que sea el monumento intangible de tu fabulosa vida.
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