La Tradición nos enseña que todas las criaturas tenemos un instinto básico que denomina “deseo de recibir”, que es la búsqueda de conexión con la fuente de energía, es decir, el Creador. En principio es un deseo irracional, inconsciente, que viene incorporado a la naturaleza de las criaturas. No es algo aprendido, ni tampoco necesariamente se es consciente de él. Es en el ser humano donde este deseo puede ser descrito, pensado, hecho consciente. Por ello hay personas que adrede buscan esa conexión, aunque no tenemos que hacer nada para estar conectados con Él.
En verdad no existe desconexión entre lo creado y el Creador, porque cada instante de existencia es posible únicamente si Él provee de energía, ya que si estuviéramos una milésima de segundo sin conexión, automáticamente dejaríamos de existir.
Esta misma dependencia absoluta hace que tengamos el deseo de recibir, que se manifiesta como instinto de supervivencia entre los animales, entre los cuales está el ser humano, y que se pone en evidencia cuando el objetivo de nuestra conducta es proveernos de bienestar material, seguridad, procrear, entre otros.
Otra muestra de este deseo es también el anhelo de placer. Otra manifestación es la apetencia de poder. Todo esto son formas de concretarse el deseo de recibir. Pero, cuando profundizamos nos damos cuenta de que a fin de cuentas, todo este deseo no es más que apetito de obtener poder del Todopoderoso para estar con poder en lo personal. El deseo de poder, el uso del poder, el poder es lo que mueve la existencia (al menos en los humanos).
Un grado inferior del deseo de recibir se puede expresar como un rechazo a lo que provoca impotencia. Entonces, no se desea prevalecer sobre el enemigo, sino huir de lo que daña o mata. No se busca placer, sino alejarse del displacer. No se busca demostrar poder, sino rechazar el sentir la impotencia (sea ésta real o imaginaria).
Por supuesto que este modo de conducirse, repeliendo la impotencia en lugar de demostrando poder, es síntoma de desequilibrio, una clara muestra de que la impotencia está ejerciendo control sobre la persona. Por tanto, de cierta forma se duda de la conexión con el Todopoderoso, se siente como desconectado de la Fuente de todo poder.
En el lenguaje clásico cabalístico a las criaturas se las denomina como “vasijas” que están recibiendo “luz” de parte del Creador.
El Creador nada precisa recibir pero todo lo da.
Nosotros somos todo receptores, ya que no existiríamos si no estuviéramos relacionados con el el Creador y con el ecosistema. Él brinda esa “luz”, que es energía, directamente a cada criatura y también indirectamente a través de los elementos con los cuales nos interrelacionamos y que forman parte del ecosistema.
Entonces, estamos recibiendo constantemente energía que nos permite la existencia y luego depende de nuestra decisión si recibiremos para compartir, para construir una realidad mucho más perfeccionado, o si habremos de recibir para nosotros mismos y así solamente alimentar el ego.
A uno se le llama “deseo de recibir para compartir” al otro se le denomina “deseo de recibir para sí mismo”. Evidentemente el primero nos hace solidarios en tanto que el segundo es egoísmo.
Dijimos que no hay que hacer nada para estar conectados con el Creador, no se rompe lo que nos liga, y por tanto es ridículo que precisemos de religiones, o sea, de inventos humanos que quieren re-ligar, volver a conectar lo que suponen desconectado.
La conexión es constante, seamos conscientes de ello o no.
Sin embargo cuando buscamos conscientemente la conexión, cuando revelamos nuestro lazo sagrado con el Creador y descubrimos lo que Él quiere de nosotros, podemos perfeccionar la calidad de nuestra conexión y así revelar más luz y emplearla con mayor poder.
El rabino Áshlag enseña que hay tres niveles de deseo:
– poder (que incluye satisfacción) en el plano físico/material y emocional: abrigo, nutrición, procreación, seguridad, etc.
– poder en el plano social: honor, fama, riqueza, etc.
– poder en el plano mental: sabiduría, conocimiento, etc.
Piensa estos tres niveles y cómo los estás energizando.
Date cuenta de si estás empleando tu deseo de recibir para llenar tu ego o para compartir.
Revela lo que te retiene en niveles bajos del deseo de recibir, entonces podrás liberarte de cargas y ser una vasija brillante.
Los que están atrapados por su deseo para recibir para sí mismos, usarán todos los poderes a disposición para obtener provecho propio, aunque con ello perjudiquen a otros, aunque con su avance en posiciones en este mundo pierdan de vista las reglas éticas/espirituales.
En tanto que aquellos que usan su deseo de recibir para beneficiarse y con ello beneficiar a otros, disfrutan de los bienes de este mundo así como están sembrando bienestar para su existencia en el más allá.
En la parashá Toldot nos encontramos con los ejemplos de ambos deseos: el egoísta Esav y el íntegro Iaacov.
Ahora, con la larga introducción que presentamos acerca del deseo de recibir, toca leer la parashá completa y comenzar a verla con otros ojos.
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