En nuestra parashá, breve pero intensa, encontramos el siguiente pasaje:
"Aplicad vuestro corazón a todas las palabras con que yo os advierto hoy, para que las encarguéis a vuestros hijos a fin de guardar y poner por obra todas las palabras de esta Torá.
Porque no son palabras vanas; pues son vuestra vida, y a causa de estas palabras prolongaréis vuestros días"
(Devarim / Deuteronomio 32:46-47)
En el transcurso de nuestra vida terrenal vamos atravesando diversos desafíos que tienen el objetivo de revelar nuestra verdadera esencia, nuestro Yo Auténtico, nuestra fuerza espiritual.
Por medio de estas pruebas estamos en condición de aprender acerca de nuestras prioridades e ir descubriendo los objetivos verdaderos de vida que nos permitan construir un sentido a nuestra existencia.
Esos objetivos verdaderos necesariamente están ligados a nuestra faceta espiritual, a nuestra auténtica esencia, a aquello que nos trasciende y que al mismo tiempo es lo más íntimo que nos compone.
Son variados los desafíos, de mayor o menor intensidad y duración, podemos tener más o menos conciencia de estar involucrados en uno, pero lo que permanece constante es que la prueba debe servirnos para crecer, para encontrarnos subiendo en la escala espiritual.
La persona que está madurando espiritualmente reconoce en cada desafío un trampolín para saltar más alto en su carrera por el mejoramiento personal y general; en tanto que la persona inmadura solamente atina a sufrir y desplomarse ante las pruebas. En vez de hacer del desafío una oportunidad, lo convierte en un obstáculo infranqueable, en un pozo oscuro y sin sentido.
A través del estudio de la Torá es como podemos percatarnos de que todo posee un sentido trascendente, que cada elemento y suceso nos puede servir para elevarnos por sobre nosotros mismos. Por medio del estudio encontramos el sentido trascendente de las experiencias, y también el modo adecuado para responder, el sendero para vivir incluso en dificultades y no a sucumbir por ellas.
Por esto la Torá valoriza cada una de nuestras vivencias, sea para permitirlas o para prohibirlas, pues son nuestras vivencias, nuestras acciones, los senderos por los cuales podemos alcanzar la sintonía con el prójimo, con el cosmos y con el Todopoderoso.
Así mismo, la persona cuanto mayor desarrollo espiritual va alcanzando, por medio de su estudio de Torá y de su cumplimiento cabal de los preceptos, más trasciende la percepción subjetiva de la realidad.
Cuando esto sucede va reconociendo el valor de la objetividad, que es lo dado por el Eterno.
Pero también aprende el valor que tiene la intersubjetividad, aprende a apreciar intensamente el encuentro auténtico con el otro.
Por tanto, la persona realmente motivada por lo espiritual es más responsable hacia sí mismo, el prójimo, la sociedad y el mundo.
Cuanto más alto llegue en su desarrollo espiritual, más altruismo desplegará en su vida y menos el egoísmo lo constreñirá en sufrimientos.
¿Por qué?
Pues, porque el egoísmo se basa en el subjetivismo, en el yoísmo por encima de todo y todos. Es "mi" punto de vista el único válido y aquello que no está en consonancia es un enemigo para desterrar de la conciencia/realidad. Al respecto se nos ha enseñado: "La envidia, la ambición desmedida y la búsqueda de honor sacan a la persona de este mundo" (Pirké Avot 4:28). El que vive viendo su ombligo solamente termina por vivir en una realidad que no es la compartida por la sociedad, termina solo, amargado, pobre en afectos y gozo.
Pero, el altruismo se basa tanto en lo objetivo como en lo intersubjetivo, es decir, en acatar los preceptos y en la apertura generosa hacía el prójimo.
Una persona así tiene abiertos los brazos hacia el mundo, y el mundo le abraza. Al respecto se nos ha enseñado: "Rabí Meir dice: Disminuye los negocios y ocúpate de la Torá, y sé de espíritu modesto frente a todo ser humano; y si descuidaste la Torá hay delante de ti un sinnúmero de excusas vacías; y si te ocupaste de la Torá, Él tiene abundante recompensa para otorgarte." (Pirké Avot 4:10).
Si tenemos en claro esto, sabremos que podemos encontrar nuestro ser más auténtico en el camino del encuentro con el otro, con aquel que no soy yo, que se diferencia de mí en lo externo, pero que sin embargo está en cierta medida es idéntico a mí en lo interno.
No es meramente con meditaciones o reflexiones intensas como se aprende a conocer el Yo Auténtico, sino que es imprescindible el contacto auténtico con el prójimo.
Sea que nos estemos llevando adecuadamente con el otro, o no, estamos en situación de desafío, el desafío de comportarnos auténticamente con nosotros mismos y con el otro.
Cuando nos encontramos auténticamente con el prójimo, y este encuentro está mediado por los preceptos de la Torá, estamos reencontrando nuestra propia identidad espiritual, nuestro Yo Auténtico.
¿Por qué es importante el encuentro auténtico con el otro para encontrar el Yo Auténtico?
Vemos como la especie humana está basada en la diversidad: numerosas razas, ideas, lenguas, rostros, naciones, etc.; no hay una persona que sea totalmente idéntica a otra.
A pesar de la pluralidad de seres y situaciones, a pesar de la imposibilidad de alcanzar la semejanza perfecta con algún otro, no obstante somos todos hijos del mismo padre, todos descendientes de Adam.
De un molde original han salido camadas cuantiosas de seres que si bien son similares entre sí jamás son iguales en su aspecto físico.
Si externamente somos tan diversos, tan dispares y distantes; ¿qué nos une además de un origen en común?
Y la respuesta la reconocemos en las palabras metafóricas del midrash (Shemot Rabbá 40:3), cuando nos dice que todos los espíritus de futuros justos estaban englobados en el espíritu original de Adam HaRishón, cada uno ocupando un sitio, ejerciendo determinada función indispensable para el "todo"1. Era un solo espíritu original que albergaba, en cierta manera, todos los espíritus de sus sucesores.
Así pues, nos une un origen espiritual común, que es una marca indeleble espiritual que hermana a toda la humanidad.
Al momento que me vinculo auténticamente con el otro, cuando nuestras relaciones no solamente son sinceras sino también dentro del marco de los preceptos, entonces tenemos la ocasión de descubrir esa esencia espiritual en el otro, y de esa manera vernos reflejados en parte en el espejo de su espíritu.
Al vernos, al reconocernos en nuestra relación auténtica con el otro, estamos ante la oportunidad de asumir nuestra verdadera identidad esencial, para de esa manera vivir con mayor gozo, el gozo que proviene del ser uno mismo.
En estas horas de reflexión, entre los Iamim Noraim y Sucot estamos en un momento de particular intensidad espiritual que debiéramos aprovechar para ser más auténticos, más cordiales y próximos a nuestro prójimo… ¿qué podemos perder y cuánto para gozar?
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
Shaná Tová – Ketivá vaJatimá Tová
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
Notas:
1– El Arizal, en el "Shaar HaGuilgulim", Hakdamá 11, nos permite reconocer que todos los espíritus estaban englobados en el del Adam HaRishón.
Preguntas y datos para meditar y profundizar:
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Respeto en camino al amor
"No hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti"
(TB Shabbat 31)-
¿Qué debemos hacer para respetar al prójimo en verdad?
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¿Por qué es presentado el precepto de amar al prójimo en la faceta del respeto? ¿Acaso el amor no es más abarcativo que el respeto?
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De acuerdo al nivel
"Cuanto más elevada es una persona, más bajo puede caer"
(Likutei Torá 2:34c)-
¿A quiénes corresponden mayores desafíos en su vida, a los más fuertes o a los más débiles?
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¿Cómo explicar que el que está más desarrollado espiritualmente están también en mayor riesgo que el menos desarrollado?
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