Desde pequeños se nos ejercita a luchar y esforzarnos para conseguir lo que queremos.
Por todo lo que queremos.
Se nos marca en el corazón el lema ”Sin esfuerzo es como si no valiera”.
Algunos podrían argumentar que probablemente este estilo estresado de vida se basa en la “Ética protestante del trabajo”, que se extendió por más lugares de los que imaginamos.
Otros pueden decir que esta ética, tal como el esfuerzo agotador sin pausa, parten de alguna tendencia natural del hombre para la conquista, la lucha, la demostración de poder.
Como si algo en nuestro interior nos obligará al sacrificio, al ahínco, a sudar la gota gorda.
Entonces, nos resuena aquellas antiguas palabras que el Eterno dijera a Adam (y específicamente a él, no a sus descendientes): "Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás." (Bereshit / Génesis 3:19).
Una variante (insospechada) de esta tendencia a la conquista esforzada es la obtención de logros a través de la “viveza criolla”, o sea, aprovechándose vilmente del otro.
Así el esfuerzo es despreciado, valorándose como éxito la victoria obtenida con el mínimo esfuerzo posible.
¿Por qué la consideramos una variante del esfuerzo?
Una respuesta, porque es la antagónica, la que se propone para oponerse a la anterior.
Otra respuesta, porque alguien tuvo que hacer el trabajo, el cual es aprovechado por el “listo”, el “avivado” o desvergonzado. Un famoso tango, “Cambalache”, nos brinda un ejemplo: “El que no llora no mama, y el que no afana es un gil… Es lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley…”. Si no comprendes el lunfardo, bueno, mira a tu alrededor y verás la traducción en aquellos que se creen vivos porque viven injustamente a costillas de los que trabajan honradamente.
El esfuerzo, la lucha, el afán de conquista laboriosa, o de obtención de éxitos a costa de otros, también se reconoce en las relaciones amorosas (o que debieran serlo).
¿Cómo se le dice al hombre que obtiene el favor, beneplácito, de una dama? Conquistador.
¿Y al acto de obtener dicho favor? Conquista.
Sí, el seductor es un conquistador. La seducción una conquista.
Y la mujer es una “femme fatale”, mujer fatal, una encantadora seductora que atrapa a su enamorado.
¿Puedes darte cuenta qué hay detrás de todo esto?
¿A qué tipo de relación conduce?
¿Cuáles alternativas podrías proponer?
¿Cómo educarnos para llevar una vida en la cual se domina aquello que podemos dominar, se avanza sin angustias pero con firmeza hasta donde se puede llegar, se realizan los esfuerzos saludables pero sin estresarse?
Espero que quieras y puedas compartir con nosotros tus ideas.
Gracias.
Sabias palabras Moreh,sirevn sin duda para reflexionar;Shabath Shalom :)
gracias, q tenga un shabat shalom umeboraj