El hombre forma hábitos cuando repite conductas.
El hábito es una conducta que se ha automatizado y por tanto deja de depender de la conciencia.
Es como el conducir un vehículo. Al principio tienes que prestar mucha atención a lo que estás haciendo, a cómo, cuándo, dónde, es decir, cada cosa requiere de tu atención y un esfuerzo voluntario para llevarse a cabo. Pero tras un tiempo de conducir el vehículo, ya lo haces de manera automática, tu cuerpo aprendió y lo hace solo, se ha formado el hábito.
Así con cualquier conducta, sea beneficiosa o perjudicial.
Como el que automáticamente luego de comer enciende un cigarrillo y al tratar de dejar ese espantoso vicio, una y otra vez se encuentra con el cigarro en mano en la sobremesa. ¿Qué pasó? Que su hábito se cumplió tal como él mismo se encargó de formarlo en base a numerosos entrenamientos repetitivos.
Como el que se sienta ante el teclado y deja correr sus dedos sin esfuerzo, como si ellos solitos supiera en lugar exacto de cada tecla. Así, se suceden las palabras, las frases, los libros completos sin apenas mirar donde es apoyado cada dedo. ¿Esto hubiera sido posible para el que escribe una vez cada tanto, sin constancia, sin ejercitarse?
Sí, como somos en buena medida animales, también a nosotros nos forman y deforman los hábitos que creamos.
Tenlo en cuenta para lo siguiente que te paso a comentar.
Escuchaste decir alguna vez, supongo, que si te enojas, o te frustras por algo, y sientes como una imperiosa necesidad de descargar físicamente tu energía, lo hagas con algún objeto adecuado. No le pegues a tu cónyuge, ni a tu hijo, ni a tu colega, ni al jefe, ni al chófer del otro carro, ni… sino que ten a mano un amansaloco, o un balón para golpes, o rompe un jarrón, o destroza algún adorno, o redecora a patadas el living de tu casa, o… que dejes correr tu enojo a través del golpe, de la violencia, pero no dirigida hacia nadie en concreto, sino hacia un objeto inanimado y que no represente riesgo para tu salud.
Parece un buen consejo, porque sin dudas que se produce esa descarga de energía… ¿o no?
Veamos, ¿recuerdas aquello de la conducta repetida que se convierte en un hábito?
¿Qué crees que estás programando en tu cerebro inconsciente cuando ante cada sentimiento de impotencia que te provoca una respuesta agresiva la diriges hacia golpes, destrucción, roturas, etc.?
¿Te parece que estás formando un hábito saludable, positivo, de construcción de una personalidad más armoniosa y constructora de Shalom?
¿O te estás entrenando para estallar en violencia física enseguida te sientas en impotencia?
Y si por alguna circunstancia no tienes nada para descargar, ¿qué hará automáticamente tu cuerpo?
Recuerda, tú le enseñaste a que tenga una descarga agresiva, para que de esa forma se aplaque, ¿te parece que el hábito destructivo entenderá que ahora estás rompiéndole la cabeza a tu compañero del fútbol de los domingos en lugar de estar machacando la bolsa de boxeo? Es un hábito automático, inconsciente, que lo único que sabe hacer es ejecutarse tal y como mil veces fue hecho antes.
Como encender el cigarrillo luego de la comida, como apretar la tecla enter, como dejar las llaves al lado de la puerta, como… como todo eso que haces sin prestar atención y te sale tan bien (aunque sea malo).
¿No crees que es mejor desvirtuar las herramientas activas del EGO en lugar de seguir aplicándolas de manera automática?
Evitar el llanto, grito, golpe o sus derivados, así como la desconexión de la realidad; reemplazar todo esto por hacer consciente el sentimiento de impotencia y reconocer aquello que podemos controlar efectivamente de aquello que tenemos que dejar fluir. Por supuesto que estaremos enojados, tristes, “calientes”, agobiados, deseosos de resolver a los golpes las cosas, querer demostrar que uno es el “pesado” y no el otro, tener la razón, etc.
Pero, cada vez que dejas que el EGO actúe con cualquiera de sus modalidades, y no es alguna de esas ocasiones de extrema necesidad para lo cual el EGO existe, entonces estás formando hábitos nocivos.
Piensa al sentir la impotencia y no te dejes llevar por la corriente automática.
Por el contrario, aprende respuestas que sean eficientes para calmarte, comunicarte auténticamente, fluir en aquello que no puedes controlar, dominar aquello que está en tu potestad, admitir tus debilidades y errores, perdonar, perdonarte, arrepentirte, en fin, todas las conductas que generan un estado de shalom.
¿Quién gana si haces esto?
¿Quién pierde?