Leamos con atención el siguiente pasaje de Tehilim:
«[Salmo de David, compuesto cuando estaba en el desierto de Yehudá [Judá]]
¡Oh Elokim, tú eres mi Elokim!
Con diligencia (desde la mañana) te he buscado;
mi alma tiene sed de ti.
Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua.»
(Tehilim / Salmos 63:1-2)
David, quien ya era ungido como rey pero aún no estaba legalmente en ejercicio de sus funciones, estaba escondido en el árido desierto de Yehudá.
Huía de Shaúl, quien seguía siendo (de hecho) el rey de Israel.
Su escapatoria no se debió a una disputa por el derecho al trono, ni por rencillas para esclarecer quién gobernaba, no había iniciado el hijo de Ishai una revuelta para hacerse con el poder ni reclamó nada para sí que provocara la indisposición del rey.
David huía a causa de la locura conspirativa-persecutoria de Shaúl.
El rey le había tomado rencor, lo sentía peligroso, desde lo profundo de su EGO surgía el clamor por asesinarlo.
En el desierto, sin estar preparado para la “excursión”, uno suele tener muchas necesidades.
Algunas básicas que son obvias: agua, alimento, refugio, protección del calor y los rayos terribles del sol, cobijo del duro frío al ponerse el astro rey, cuidado de las alimañas y bestias peligrosas.
El desierto no es un lugar fácil para visitar, mucho menos para vivir en él, y muchísimo menos sin recursos y a las escapadas.
El cuerpo de David habla, grita, clama, reclama por un poco de paz, de calma, de satisfacción, de unas gotas de agua. Algo tan común, tan poco valorado, tan corriente, pero que tiene su verdadero valor a ojos del que la necesita. Agua.
Su cuerpo está sediento, necesita lo indispensable o muere.
Lo sabe y hace lo que puede para conseguirla.
Esto le sirve para darse cuenta de que así es su relación con el Eterno.
Su cuerpo, repito, su cuerpo anhela a Dios como anhela el agua cuando está sediento.
Con la misma fuerza, con la misma necesidad, con el mismo deseo.
Eso lo comprende muy bien David, porque lo está viviendo en carne propia.
Y desde ese conocimiento que parte de la terrible experiencia es que se da cuenta de como es su vínculo con Dios.
Precisa al Eterno tal como el sediento en medio del desierto demanda agua.
Y ese es un requerimiento de todos nosotros, no solo particular de David cuando huye de Shaúl y vaga por el desierto.
Cada uno de nosotros siente en su cuerpo necesidades, que provienen de sus múltiples dimensiones.
Ese Yo Esencial que somos está perpetuamente conectado al Eterno, nos sacia con bien, pero la sed se expresa en el cuerpo a causa de las murallas que interpone el EGO .
La solución para esta sequía la provee el salmo: con diligencia, con esmero e interés, aplicadamente, buscar al Eterno y encontrarlo en cada momento.
Satisfacer nuestra necesidad del Eterno desde nuestra multidimensionalidad.
Porque no somos cuerpo, tampoco somos alma, ni somos espíritu. En tanto estamos en este mundo somos todo ello y algunas cosas más, tales como nuestras relaciones que vamos estableciendo.
En cada una las situaciones de vida podemos vivir bajo la sombra del EGO, o por Luz del AMOR.
Podemos vivir pendientes del Eterno y por tanto actuar como constructores de shalom, por medio de acciones concretas de bondad y justicia.
O podemos apartarnos e ir a parar al desierto que genera el EGO, sedientos y sin poder llevarnos a los labios el refrescante sorbo de agua sagrada.
Ten siempre presente lo que te revelaré ahora, es agua sagrada de manantiales de Kabbalah antiguos y preciosos.
La felicidad resulta de actuar en todo momento conforme a las circunstancias de una forma positiva, tomando decisiones basados en la voluntad (sintonizada con la Divina Voluntad) y no desde el EGO.
El EGO limita tu libertad, al coartar tu poder, al llenarte de miedos, al negarte al amor, al ilusionarte en lugar de centrarte en la realidad.
Entonces, cuando te conduzcas como constructor de shalom, no lo hagas con el propósito de tener el EGO a raya, sino para construir shalom.
Porque si te centras en someter al EGO, entonces seguirás siendo esclavo de él.
Cuanto más te empeñas en ser “anti”, más pegado estás a eso.
Imposible ser así feliz, porque estarás enfrascado en guerras, en tratar de vencer y no de SER. Serás un miliciano, un guerrero, un combatiente, pero dudosamente alguien pleno (feliz).
Mejor sé pleno.
La plenitud, que es el goce de lo permitido, de hacer lo justo y bueno de acuerdo a lo que nos corresponde, de aceptar nuestras limitaciones y valorar nuestras potencialidades, consentir nuestras responsabilidades y controlar solo aquello que realmente podemos controlar.
Ten al Eterno ante ti todo el tiempo, que sea quien te sacia. Pero no por medio de magia o milagros, ni de rituales o fantasías, sino al reconocer que estás llevando una vida de constructor de Shalom, tal como Él quiere que sea.
No seas anti-nada, sé constructor de Shalom.
Como en FULVIDA y en SERJUDIO.com que no somos anti cristianos, ni anti musulmanes, ni anti ateos, ni anti sectas, ni anti eso o aquello. Tampoco anti EGO.
Pretendemos comprender cabalmente, discernir lo que es bueno para nosotros de lo que no lo es, y en consecuencia construir shalom.
Si te pidiera un resumen de este artículo, ¿qué pondrías (en no más de quince palabras)?
Gracias por compartir tu valioso tiempo conmigo.
la plenitud es vivir en pos de la construcción
constuyendo en la medida de lo posible
Que lindo que es tener a este Moreh como maestro.
Si es cierto. Me gusta la idea de buscar la felicidad o de alcanzarla.
gracias muchachos, gracias. pero no se excedan en elogios, no me los merezco!
ahora, para entender un poco mas el texto quizas ayude: http://serjudio.com/cterapia/cab060320a.htm
saludos