Se acostumbra a usar este versículo bastante: "No con ejército, ni con fuerza, sino con Mi aliento, ha dicho el Eterno de los Ejércitos." (Zejariá / Zacarías 4:6).
Por lo general se pretende que su significado, que su sentido, es el instruir a la persona a no hacer esfuerzo, a no combatir, a no hacer nada, sino simplemente esperar a que el espíritu de Dios sea el que haga las obras.
Basado en esto se dice, se piensa, se impone a otros ideas tales como:
Yo no lucho por la libertad (mi patria, mi hogar, la independencia, la supervivencia de mi nación) con armas ni ejército, la lucha viene por parte de Dios.
Yo no trabajo en cosas “mundanales”, que me mantenga Dios de forma milagrosa o caritativa.
Yo no tengo nada para hacer, porque en todo dependo de Dios, eso me hace más “espiritual” que tú.
Yo no estudiaré ninguna carrera “material”, la universidad y las academias son pérdida de tiempo e insufrible ateísmo, prefiero que sea Dios el que se encargue de perfeccionar su mundo.
Yo no consulto a médicos, mucho menos se me ocurrirá consultar con psicólogos, eso es todo brujería y cosas de superstición, mejor uso amuletos, digo palabras mágicas, y tengo la plena fe en que es Dios mi sanador, el que se va a encargar de curarme, o sanar a mi familiar enfermo.
Sí, he escuchado cosas así, seguramente que tú también. Lo he oído en boca de personas judías, en noájidas convencidos de la nulidad de las religiones, así como en personas de diversas confesiones religiosas. Todos ellos entregándose en manos del “destino”, al que llaman con diferente nombre de deidades, incluso el de Hashem.
Pero, cuando vemos el contexto del versículo del profeta Zejariá, en tanto somos honestos intelectualmente, pronto reconocemos qué alejado está este versículo de esas ideas, preconceptos y modelos erróneos de existencia.
Esta profecía fue pronunciada durante el segundo año de reinado del rey Darío de Persia. Cuando estaban comenzando las obras para la edificación del segundo Templo del Eterno en Ierushalaim.
Cuando el pueblo judío no estaba en condiciones espirituales de construir un templo.
Tal como unos versos antes está representado el Sumo Sacerdote: "vestido con vestiduras sucias." (Zejariá / Zacarías 3:3), en vez de sus ropajes espléndidos, de majestuosidad, de pureza. Allí está el hombre más preparado de Israel, escondido detrás de máscaras de vergüenza, envuelto en cáscaras de suciedad, como representando el estado de debilidad espiritual de Israel en aquel momento.
Allí mismo "estaba delante del enviado del Eterno; y Satán [el acusador] estaba a su mano derecha para acusarle." (Zejariá / Zacarías 2:1).
Sí, es muy claro el panorama, Israel no estaba en una situación de grandeza, de armonía espiritual. Estaba sometido a errores y confusiones, con sus pecados a la vista, acusándoles.
Desde un punto de vista “religioso”, (que recordemos nunca tiene nada que ver con lo espiritual), se podría señalar a Israel, humillarla y decirle que por su condición de “impureza” no debía siquiera acercarse a la santa obra de construir el templo del Eterno. Tal como hacen los religiosos de todas partes, que desde sus alturas eclesiales se dedican a apuntar el dedito acusador y avergonzar a los que no entran mansamente dentro de los establos de sus tinglados de la fe.
Pero, no es así el Eterno y los que trabajan en Su Obra.
No actúan así los que realmente se mueven desde el plano de la Voluntad Espiritual.
No precisan de mentiras, engaños, gritos, amenazas, denuncias, maledicencia, confabulaciones, inquisiciones, y cosas similares los que actúan movidos por los principios espirituales.
Los que están alumbrados por la Luz del Eterno, tienen conductas muy diferentes a los religiosos de cualquier fe.
Como vemos nuevamente en el pasaje del profeta Zejaria, que a pesar del estado calamitoso del pueblo, de la pobreza espiritual de sus líderes, es el propio Eterno quien promueve que sean ELLOS los que edifiquen Su templo.
Es Hashem el que anuncia con Misericordia Divina: "Quitadle esas vestiduras sucias… Mira que he quitado de ti tu iniquidad y te visto con ropa de gala." (Zejariá / Zacarías 3:4).
Sí, es Dios el que limpió a Su pueblo, quien ordenó que el Sumo Sacerdote se engalane con esplendor.
Él perdonó, Él reparó, Él restituyó, pero añadió un compromiso para el hombre: "Si andas en mis caminos y guardas mi ordenanza, tú también gobernarás mi casa y guardarás mis atrios; y Yo te daré libre acceso entre éstos que están de pie." (Zejariá / Zacarías 3:7).
Sí, Dios hizo Su parte, la que incluye ordenar mandamientos (613 para la nación judía y Siete para cada uno de los gentiles). Pero es el hombre, cada uno de nosotros, los que también debemos completar nuestra parte de la tarea, aquello que nos toca cumplir, llegar hasta donde nuestras capacidades y potencialidades nos permitan.
El no estar en estado óptimo no implica que la acción no sea realizada.
Si hoy cumples un mandamiento, y por lo cual dejas de lado muchos de cumplir, no significa que no tiene valor lo que haces, sino simplemente que todavía no estás haciendo todo lo que puedes hacer.
Si hoy diste diez pesos de caridad, no estás siendo todo lo generoso que pudieras, pero diste diez pesos para buenas obras. Mañana verás cuánto puedes compartir con tu prójimo.
Si hoy jugaste y atendiste a tus hijos media hora, porque realmente no tuviste más tiempo o fuerzas, bueno, es lo que pudiste hacer, sinceramente fue el máximo. Tal vez mañana trabajes una hora menos, ganes diez pesos menos, pero puedas compartir una hora más con ellos, dándoles algo mucho más valioso aquí y ahora, para el futuro y para la eternidad.
Si hoy usaste poco la Comunicación Auténtica y dejaste que fuera el EGO quien hablara por ti, bueno, quizás mañana te tomes un poco más en serio el valor de la Comunicación Auténtica como baluarte para la construcción de Shalom.
Haz tu parte, y deja que Dios haga la Suya.
En la profecía de Zejariá nos seguimos encontrando con más detalles: "He aquí, veo un candelabro hecho todo de oro, con un depósito encima, y en la parte superior del candelabro están sus siete lámparas con sus siete conductos para las mechas." (Zejariá / Zacarías 4:2).
El ideal es que la Luz del Templo fuera reflejo de la Luz que exterioriza la nación con sus buenas obras, con su acatamiento de los mandamientos, con sus actos de nobleza y lealtad. Que fuera la Luz de cada uno la que brota desde la neshamá para iluminar el mundo. Que tu luz encienda la luz del prójimo, y la de ambos la de la nación. Y la nación la del concierto de naciones. Ese es el ideal, la tarea que estamos intentando difundir, la de construir shalom.
Pero, si no tenemos la fuerza, si no tenemos el número suficiente de compañeros de tarea, si parece que el mundo es demasiado grande como para perfeccionarlo; entonces recordemos, que tenemos un Socio, que es el que da una mano. Porque no tenemos porqué conquistar el mundo, ni convencer a toda la humanidad, ni estremecer las raíces de los árboles, más bien, todo lo contrario.
Lo que debemos hacer es someter nuestro EGO, limpiar nuestro interior, armonizar nuestros planos de existencia, perfeccionar nuestro mundo interno, hacer que la Luz de la neshamá irradie su paz, su plenitud, en nuestro ser. Para que actuemos en la vida cotidiana con bondad, justicia, lealtad, autenticidad. Que sean quitadas nuestras vestiduras sucias y vistamos nuestra verdadera identidad. Eso es lo que Dios pretende de nosotros. Porque cuando hacemos eso, podemos servir a nuestro prójimo como modelo, como apoyo, como mano que asiste. No por la fuerza, no por el grito, no por la imposición, no por el engaño, no por la amenaza, no con la manipulación, sin EGO, sino con AMOR, SÍ con el espíritu del Eterno.
Podemos decir que el hombre haga su parte, en tanto tiene plena convicción en que Hashem hace la Suya propia.
Que el hombre tome las armas en caso de guerra (por lo general, defensiva), que monte el tractor, que consulte al médico, que estudie una profesión, que aprenda un oficio, que nade para no ahogarse, que haga todo aquello que tiene que hacer en este mundo para alcanzar el verdadero éxito y satisfacción, al tiempo que sigue confiando en que Hashem hace Su propia parte para que el hombre llegue hasta donde tiene que llegar.
No dependamos del milagro para vivir, sino que seamos socios del mismo.
Como hicieron el puñado de héroes de Januca, quienes siendo pocos y débiles, conquistaron grandes victorias.
Un reducido número de personas que estaban conscientes de su identidad y de su misión, que no iban a renunciar a completar su tarea bajo ningún pretexto.
Gente que tomó las armas, cuando fue necesario; que luchó duramente, cuando las condiciones lo requirieron; pero que no eran bravucones, ni pretendían imponer sus ideas a la fuerza, ni usaban las herramientas del EGO para realizar su obra.
Aquellos héroes de Januca que encendieron la chispa de la independencia de Israel, que alumbraron con su ejemplo a los que estaban en derrota pero sintieron que tenían aún la chance de ser victoriosos.
Según comenta la Tradición, la profecía de Zejariá capítulo 9 fue cumplida por los macabeos.
Usemos nosotros esta enseñanza para encontrar nuestro Yo Auténtico, armonizar nuestra multidimensionalidad para que todas nuestras energías estén orientadas hacia la construcción de Shalom.
Podemos hacerlo, tenemos un Maestro y Socio que nos impulsa, que nos da autoridad, que nos fortalece incluso en nuestra debilidad.
Podemos hacerlo.
Vamos, a construir Shalom en la vida cotidiana. Que ese sea el reto constante, la misión, la meta.
No el proclamar reinos mesiánicos ni actuar como misioneros para que el mundo cambie, sino cambiar nosotros, mejorar, perfeccionarnos, permitir que sea la Luz de la neshamá la que nos alumbre dentro y así podamos ayudar a otros a que sean ellos quienes alumbren.
Vamos, a construir shalom.