Shalom, espero que estés teniendo una semana de bendición.
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Muchas gracias.
En esta parashá, Vaigash, luego de idas y venidas, tras décadas de sufrimiento y separación, después del exilio y la oscuridad, finalmente Iosef se revela a sus hermanos y explica que no hay lo qué temer, que él no los culpa por nada, que no quiere venganza, por el contrario está dispuesto a ayudarles en sus penurias y a cobijar a sus familias en el Egipto regido por él.
¿Qué fue lo que movió el corazón de Iosef para que esto sucediera?
La respuesta literal la brinda la parashá desde su inicio y hasta que finaliza el capítulo 44 de Bereshit/Génesis. Allí Yehudá hace un breve racconto de lo que había sucedido, de cómo llegaron a estar en esta tensa situación actual, de la importancia de Biniamín para el padre, de las repercusiones terribles que Biniamín quedara esclavo de por vida podría causar al anciano padre.
Entonces Yehudá pide a Iosef, a quien él consideraba el egipcio regente de Egipto:
«permite ahora que tu siervo (es decir, el propio Yehudá que está hablando) quede como esclavo de mi señor (que es Iosef) en lugar del muchacho (que es Biniamín), y que el muchacho regrese con sus hermanos.»
(Bereshit/Génesis 44:33)
Inmediatamente después, se quiebra Iosef, se quita la máscara y se reconcilian los hermanos.
El Sefat Emet, un famoso exégeta místico de la Torá, enseña que cada vez que la persona sienta que la impotencia le ha vencido, cuando el sufrimiento y la contrariedad sean ingobernables, entonces ha llegado el momento para practicar lo que él llama bitul, que significa “renunciamiento”, “nulificación”. Esto, es aceptar la situación, fluir con los acontecimientos, no oponerse ni resistirse, dejar que las cosas sigan sucediendo puesto que no tenemos poder para cambiar nada.
Renuncias a la pretensión de control.
Te nulificas el EGO, para que tu Yo Superior pueda salir a relucir.
Cuando tenemos el poder de controlar, hacerlo. Aunque sea en un pequeño margen, que lo poco que tenemos de poder se manifieste dándonos la chance de obtener más dominio, de intentar doblegar los hechos adversos por nuestros medios y sin dejarnos caer en la desesperación. Por ejemplo, alguien está muy enfermo, mucho, pero elige seguir cuidando de su aspecto, o leer alguna cosa trascendente, o fortalecer la comunicación con sus allegados, o seguir la terapia recomendada con firmeza. Pelea las batallas que están a su nivel. Hace todo lo que está bajo su control, sin doblegarse, sin entregarse al “destino”.
Practicar el bitul en este caso sería muy sabio, pero solamente en aquellos aspectos en los que realmente estamos sin poder. No es saludable pelear contra molinos de viento, pero a veces sí lo es luchar contra verdaderos gigantes amenazantes.
¿Se comprende la idea?
Pero, hay eventos que superan absolutamente nuestro poder, somos realmente impotentes en grado máximo. Es aquí donde el bitul es absolutamente necesario. Porque, ¿para qué oponerse a aquello que no tiene resolución con nuestra intervención?
Mejor fluir con la corriente, sin oposición. No es una palabra que me guste, pero quizás es la que más acomode: resignarse. Aceptar la derrota pero no ser fracasados mentalmente, ya que seguimos en control de nuestra mente y por tanto de los sentimientos, y por ello practicamos el bitul, aceptando la realidad, no peleando en vano con aquello que no venceremos.
Éste es el caso de la aceptación de Yehudá de los hechos en la parashá, de no continuar la lucha, sino entregarse y nulificar su orgullo. Dejar de pelear para comenzar a vencer.
¿Se entiende?
Si es el sentimiento de impotencia el que está operando, no darle chance al EGO para hundirnos en la desesperación ni reaccionar desde lo irracional. Porque el sentimiento de impotencia no es la impotencia real, aunque puede muy fácilmente llevar a ella. Por ejemplo, si creemos que no podemos y ni siquiera lo hemos intentado, entonces termina siendo verdad que no podemos. La mente atrapada por la creencias de imposibilidad ha logrado materializar la imposibilidad. Cosa que es muy diferente si pensamos que es una tarea difícil, que las probabilidades juegan en nuestra contra, pero sin embargo no limitamos nuestro accionar y hacemos lo que está a nuestro real alcance.
Todas las voces que en tu interior te dicen que no puedes, que no sirves, que siempre te irá mal, que ya lo hiciste y fracasaste, y cosas por el estilo, son esas imaginaciones de impotencia que te limitan, que te mantienen impotente sin que te animes a probar tu real poder.
¿Se comprende?
Volvamos a la parashá, a Yehudá, quien se entregó a los eventos, ya no peleó más.
Comprendió que no estaba en sus manos cambiar las cosas, por ello aceptó la derrota y se dejó llevar por la corriente de los acontecimientos.
Se sabía que estaba en manos del Todopoderoso, y por tanto seguiría confiando en que la oscuridad contenía chispas de luz, que algo bueno habría para rescatar.
No dependía de él cambiar las cosas, sino surfearlas con dignidad, con entereza, con confianza en el Creador.
No daría al EGO una victoria, sino que sería exitoso por apegarse a la NESHAMÁ (espíritu).
Entonces, la Luz fue revelada. La Luz que estaba velada por incontables máscaras y cáscaras que va poniendo el EGO en nuestra mente. Nos hace creer montón de creencias falsas, que nos alejan de la verdad, que nos hacen rechazar lo bueno y saludable.
Es por ello que los cabalistas llaman a este mundo como el “de la mentira”, porque estamos conviviendo permanentemente con siluetas falsas sin lograr clarificar nuestra mente y contemplar la verdad.
Pero en este momento en el relato de la parashá, el acto poderoso de conciencia y renunciamiento y confianza de Yehudá hizo una brecha en los velos de la oscuridad.
Por ello, algo en el corazón de Iosef se movilizó, entonces pudo admitir antes sus hermanos su verdadera identidad. Con ello cambió por completo la situación que presagiaba terribles angustias y males. Ahora se avecinaba algo totalmente diferente, un tiempo de encuentro, de reencuentro, de paz, de crecimiento, de estabilidad.
Que pudo materializarse gracias a que Yehudá tuvo el poder para reconocer su impotencia.
Admitió su derrota, practicó el bitul.
Al tomar conciencia de la situación y de su estado, y entonces confesar su impotencia y no luchar más, es que Yehudá generó una nueva realidad, para la cual él no tenía poderes para crearla.
Entonces, hasta en la derrota podemos ser vencedores, ya que no hemos fracasado.
Depende de las elecciones que hagamos a partir de la conciencia espiritual que desarrollemos.
Si estás en Montevideo, puedes tener más enseñanzas, alegría, espiritualidad, encuentro al compartir compartir con nosotros cada viernes en nuestro Kabalat Shabat en el Centro Maimónides, a partir de las 19:30.
¡Shabat Shalom!
https://youtube.com/yehudaribco