«Ella (la matriarca Lea) respondió (a su hermana la matriarca Rajel): –¿Te parece poco que hayas tomado a mi marido (el patriarca Iaacov, esposo de ambas) para que te quieras tomar también las mandrágoras de mi hijo?
Y Raquel [Rajel] dijo: –Entonces que duerma contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo.
Cuando Iaacov [Jacob] volvía del campo al atardecer, Lea salió a su encuentro y le dijo: –¡Haz de unirte a mí, porque ciertamente yo te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo!
Él durmió con ella aquella noche.»
(Bereshit/Génesis 30:15-16)
Una narración chocante, al menos para nuestra sensibilidad actual.
Como si fuera en una órbita ajena, por completo separada de la realidad de la Torá y lo que debe ser la vida matrimonial de judíos y/o noájidas.
Sin dudas, hay que hacer un esfuerzo para penetrar en esta historia y luego para obtener moralejas que nos permitan una vida más saludable y afín a la espiritualidad.
Para una grandísima parte del pueblo judío ya no es admisible la poligamia, es decir, estar casado legalmente con más de una mujer al mismo tiempo.
Sin embargo, en tiempos del TANAJ y hasta bastante más tarde seguía siendo una opción totalmente válida, aunque no muy recurrida.
De hecho, actualmente hay comunidades judías en las cuales no hay inconvenientes, ni halájico ni moral, para mantener está práctica que a nosotros quizás nos parezca fuera de foco.
Pero, más allá de lo ético y legal, existe un espacio sombrío, en el cual tanto hombres como mujeres mantienen relaciones en paralelo a sus vínculos oficiales. Tal vez no sea publicitado, pero existen parejas judías swinger, así como otras en las cuales uno y/o el otro son infieles a su cónyuge. A veces es un hecho conocido (y hasta aceptado o tolerado) por el otro, a veces es sospechado, otras pasa sin que sea consciente.
Es una realidad, no lo que consideramos ideal y adecuada, pero no podemos dejar de reconocerlo.
Decía el personaje de Juan Antonio en la película “Vicky Cristina Barcelona”: “Sólo el amor no satisfecho puede ser romántico”, veamos qué podemos explicar al respecto de las posturas de las mujeres que son “la otra”, la amante del hombre casado. Quizás en otros estudios podamos ver a los otros involucrados y otras de las manifestaciones de estos lazos infieles.
Hemos encontrado tres reacciones más o menos frecuentes en el caso de mujeres solteras que está siendo amantes de hombres casados.
1- La sufrida.
Es aquella dama que está profundamente obsesionada con este varón, al cual ha intentado sacar varias veces de su vida, pero sin conseguirlo.
Vuelve una vez, como si fuera el único existente.
Y ella padece, sufre, lo sabe, pero sigue dando vueltas alrededor de este hombre y la relación poco saludable con él.
Él le ha prometido, probablemente, que dejaría a la esposa para formar una pareja estable y hasta quizás una familia. Pero no ahora, que precisaba tiempo, o un determinado evento que estaría a punto de ocurrir. O también que se le complica por la tenencia de los hijos, o un asunto económico cualquiera que fuera. Pero que él no dejaba de tenerla en cuenta, que estaba presente para pronto modificar su estatus civil y poder conformar un nexo más firme y público con la dama.
Ella sabe, o al menos siente, que esto es irreal, que no deja de ser un mundo ideal fabricado en su mente para convencerse de lo que hace meses, e incluso años, viene siendo una promisoria promesa falsa.
Ella está angustiada y obsesionada, pero no se siente capaz de cortar.
Piensa en su amante de forma idílica, lo disculpa al mismo tiempo que le enrostra su poca hombría para confrontar con aquella esposa a la que, por lo visto, ya no ama, ni desea.
Tal vez niega la realidad, encubriéndola en un relato en el que suprime las imágenes negativas que le confirman en un rol secundario, clandestino, de fracaso.
Puede que su estado emocional le lleve a cometer errores o abandonos en otras áreas de su existencia, como en el estudio, el trabajo, relaciones saludables con otras personas. Es que el estrés por ese hombre se va apoderando de su pensamiento y consumiendo sus energías.
Tiene fe, esperanza, en que de alguna forma podrá sobreponerse a su situación de secundaria, de mantenida en las sombras. Y es en esa fe que sufre, cobrando el sufrimiento una importancia mayúscula en su existencia. Pero todo vale para amortiguar el impacto de la soledad, que la está carcomiendo, Pues, podrá ella estar casada incluso, pero se siente sola y en esta relación de contrabando el sentimiento se mitiga y pareciera ser algo para alguien significativo. Entonces, en el “mejor malo conocido que bueno por conocer”, se mantiene en agonía continua.
Ser la tercera excluida en los papeles pero la primera en los hechos le da cierto gusto a victoria, a ser la importante para ese hombre; aunque no tenga el valor para jugársela para quedarse en relación formal con ella.
¿Cuál es la culpa que se está disfrazando en esta relación?
¿Qué heridas del pasado se tratan de curar, de manera indirecta y con efectos mágicos, actuando así?
¿Cuál es el beneficio secundario de tanta degradación, cansancio, angustia?
¿Cómo anda de autoestima la mujer que permite ser mantenida en el anonimato pero con promesas de estrellato?
2- La superada.
Aquella que está bien así.
No busca una relación formal encasillada socialmente, no pretende un título, sino solamente el placer y la compañía esporádica.
No compite, al menos no que se dé cuenta, ni está anhelante de retener al hombre a su lado, con que esté ahí ya le basta.
¿Quiere más?
No le cambia ser novia, esposa, amante o pareja, le basta con lo que esté teniendo mientras no le compliquen la vida.
Ha podido separar la sexualidad del afecto, por ello disfruta del momento sin complicarse ni complicar a su amante.
Así también está libre de compromisos y zozobras de todo tipo. No tiene que hacerse cargo de nadie, ni prometer nada, solo pasar bien el rato.
Es una figura más acorde a estos tiempos, cuando vemos que la formalidad y al apego han ido dejando paso a la lujuria y la descontractura, en una época donde ya no se tiene la fidelidad y el compromiso como metas ni estilos de vida. Sino que es la cultura del zapping, hoy estoy, mañana no lo sé ni tampoco me importa proyectar demasiado.
¿Cómo se posiciona frente a la esposa?
¿Cómo hace para no involucrarse y pretender ocupar un lugar central?
¿Está demostrando lo que realmente pasa en su interior, o es solo un personaje muy bien actuado que la protege del sufrimiento?
¿Qué espera a futuro?
3- La competitiva.
Esta mujer no acepta ser la segunda y no admite un papel relegado.
Está en franca competencia con “la oficial”, aunque nunca se haya cruzado en su vida con ella.
Manipulará al hombre, instigará la ruptura, amenazará, confabulará, porque el varón en este caso es un trofeo, un objeto para sentirse superior a aquella que lo ha conquistado en primer término.
Su misión es la conquista, el vencer a la otra, a la que ha formado un hogar con “su hombre”. Si ella logra vencer, no tiene muy en claro qué pasará luego y si la relación continuará. Porque acá lo que está en juego no es el amor, el respeto, el cariño, los proyectos en común, sino solamente prevalecer y sentir el poder de haber vencido a una mujer “poderosa”.
¿Cuánto de su pasado la tiene esclavizada?
¿Qué tanto amor propio siente, aunque parece ser la reina de la autoestima?
¿Cómo hacer para mantener un lazo afectivo y que sea armonioso?
En los tres casos es posible descubrir los manejos del EGO, manteniendo las celditas mentales en forma, para retener el potencial de las personas y no habilitarles su plenitud y felicidad.
En cada una de ellas, por más alegre que sea la relación infiel, es necesario realizar enmiendas, encaminar las cuestiones.
Para algunas será una cuestión de cirugía profunda en el mundo de sus creencias y hábitos mentales. Para otras habrá de ser una interpelación a permitir brotar