Pensar en Rabi Akiva es abrirse a muchas enseñanzas, pero sin dudas una de ellas es la resiliencia.
Antes de seguir, veamos que nos trae le diccionario acerca de ésta:
1. f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
2. f. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.
https://dle.rae.es/resiliencia
Dicho en criollo: aquel que tropieza y se levanta para seguir andando.
O, en palabras del sabio entre los hombres:
«porque siete veces cae el justo y se levanta, pero los impíos tropezarán en el mal.»
(Mishlei/Proverbios 24:16)
Sin dudas, una gran actitud, una excelente virtud.
Algo que, según el rey Salomón, es propio de justos.
Levantarse y seguir el camino, aunque no sea el primer tropiezo.
La cuestión es no dejarse derrumbar por la pesadumbre, no llenarse de angustia, sobreponerse y ser poderoso.
Durante la época de represión del emperador Adriano sobre Judea, estaba limitada la práctica del judaísmo en varios aspectos cardinales así como el estudio y enseñanza de la Torá.
Por supuesto que era parte de la estrategia maestra del imperio para someter a esa minúscula nación rebelde, que seguía en pie de guerra décadas después de haber recibido una terrible paliza tras otras de parte de los romanos.
El astuto emperador entendió que la fuerza de los judíos no radicaba en lo físico, sino en su conexión espiritual.
Por tanto, decidió sumar a sus legiones y sádicas armas de destrucción también la guerra sicológica, social, moral y en la conexión espiritual. Por ello, estaba decidido a cortar la práctica de las costumbres y preceptos, el beber de las fuentes sagradas y el habitar con orgullo la tierra sagrada. Porque intuyó o le avisaron que el triangulo Torá-Pueblo-Tierra de Israel es un instrumento súper poderoso en la existencia de los judíos.
Muy hábil el perverso, pues estaba dando en el clavo.
Los empobrecidos judíos, esclavizados, torturados, maltratados, exiliados hacían lo que podían.
La tarea era sobrevivir, surfear la feroz ola, para luego recomponerse. Como tantas veces antes y tantas veces más tarde sucedería.
Pero no la tenían para nada fácil, porque esta vez el enemigo venía pertrechado, como ya hemos dicho. Había sumado otras armas a su arsenal de destrucción, armas para nada convencionales.
Entre los líderes heroicos de la resistencia se encontraban el maestro Akiva y el político-guerrero bar Cojba.
Otros los acompañaban y seguían en la dura tarea de resistir, sobrevivir y sobreponerse. Los solemos recordar por estas fechas de Lag baOmer, aunque su tarea titánica fue todos los días, a cada hora.
Ellos no querían correr la suerte de Masada, la que pereció en la soledad casi siete décadas antes.
Ni repetir el martirio de la caída de Jerusalén y la destrucción del corazón del judaísmo, pocos años antes que el bastión en el desierto allende al Mar Muerto.
Por tanto, su lucha en varios frentes debía consolidarse para promover a los judíos por sobre la fuerza casi inacabable de los romanos.
Sabemos que el éxito fue efímero, pues el breve estado independiente duró unos tres años.
Realmente bar Cojba realizó lo que el Mashiaj debiera conseguir, en buena medida aunque no por completo, pues estableció un estado para la nación judía, acuñó moneda, tuvo un ejército, peleó las guerras necesarias, había una ordenanza civil siguiendo las leyes de la Torá. Pero no fue suficiente, evidentemente.
En tanto que Rabi Akiva, lejos de rendirse y dejar de enseñar Torá iba a las casas de cada uno de sus alumnos para seguirles enseñando, y no perder este bello lazo y valiosa costumbre. Los alumnos ya eran sabios, podían seguir aprendiendo por su cuenta, pero el maestro Akiva entendía que era un bonito acto de amor a Dios seguir estudiando Su Torá a pesar del riesgo que esto significaba. Al mismo tiempo, reforzaba sus vínculos, nutriendo otros aspectos con el contacto personal con sus alumnos.
Él sabía por experiencia propia lo que era estar solo y en soledad.
Sufrió el rechazo muchas veces, no tenía quién le defendiera, entonces, en carne propia había experimentado lo que no quería para sus alumnos.
Él había sido un ignorante durante cuatro décadas, pero pudo agrandarse y ser no solamente un lector promedio sino un maestro de maestros.
Él tuvo hambre y frío, pero logró la riqueza.
Sin dudas, su vida era un libro lleno de sabiduría.
La cual fue coronada por la del estudio y enseñanza de Torá.
Por tanto, resiliencia era su característica y la estaba transmitiendo a sus alumnos, héroes contra Roma que cayeron en guerra. También a los otros, el puñado que no llegaba a formar minián que sobrevivió y fue el encargado de trasmitir las enseñanzas y preservarlas.
La resiliencia es uno de los valores importantes para conquistar nuevos territorios, y afianzarse en los conocidos.
Poder ir saliendo de la zonita de confort, quebrar los barrotes de la celdita mental, en todo momento.
Pero que sea especial mensaje para esta época de aislamiento.
Ser creativos, no angustiarse adrede, no sumar sufrimiento a las penurias, no quejarse sino fabricar alternativas, pensar fuera de la caja y lateralmente, en fin… tropezar para aprovechar a ver el mundo desde esa otra perspectiva y entonces reincorporarse y salir a alcanzar nuevos logros.
Adaptarse a la nueva realidad, porque el que no se adapta, no evoluciona; y el que no evoluciona no sobrevive.
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