Encontramos en la Torá que Iaacov Abinu amaba a Rajel Imenu, pero no era así con su primer esposa Lea Imenu, a la cual no amaba tanto ni tampoco consideraba atentamente.
No está sugerido, sino explícitamente redactado:
«Iaacov [Jacob] se unió también a Raquel [Rajel], y la amó más que a Lea. Y trabajó para Labán otros siete años.
Viendo el Eterno que Lea era menospreciada, le concedió hijos.»
(Bereshit / Génesis 29:30-31)«Y dijo Lea: ‘Elohim me ha dado un buen regalo. Ahora me honrará mi marido, porque le he dado seis hijos.'»
(Bereshit / Génesis 30:20)
¿Es extraño que ese fuera el sentimiento de Iaacov por Lea?
Recordemos que ella participó activamente del engaño, cuando Labán le dijo que ocupara el lugar de su hermana al momento de desposar a Iaacov.
Ella podría haber dicho algo, insinuado alguna cosa para advertir a Iaacov, pero escogió callar y hacerse pasar por otra hasta que las luces de la mañana develaron su verdadera identidad.
Sí, Iaacov bien podría estar resentido con ella.
Igualmente la perdonó, se mantuvo a su lado, fue un marido digno, aunque no expresara amor ferviente, sin embargo está escrito que “la amo”, aunque no tanto como a aquella que verdaderamente amaba, que era Rajel. Mantenían contacto íntimo y una relación habitual, ¿qué tan diferente a la de tantos matrimonios monógamos de la actualidad?
Hablando de Rajel, ella también fue cómplice del engaño en la noche de bodas, sea por temor al padre o piedad por su hermana, lo cierto es que tuvo una participación en la tramoya contra su pretendiente, aquel que le había dedicado fielmente siete años para merecer desposarla (y luego dedicaría otro tanto más).
Por otra parte, tal parece que en el idioma de la época del Tanaj cuando un hombre tenía más de una esposa, aquellas que no eran la principal se denominaban como “despreciada” (Devarim / Deuteronomio 21:15), aunque no hubiera en realidad menosprecio, ni maltrato, ni rechazo ni cualquier otro sentimiento vil hacia ellas. Pero, al existir una que ocupaba el lugar principal, por el motivo que fuera, las otras necesariamente estaban en una situación secundaria.
Es triste que haya sido así, por eso alegrémonos que ahora (y desde hace milenios) en el judaísmo se prioriza la monogamia así como la estricta fidelidad matrimonial de ambos cónyuges.
Con cada nombre que Lea ponía a sus hijos, vemos en el texto de la Torá que ella amaba a su marido, lo deseaba, requería su presencia, y en parte por ello se dolía de esa distancia emocional que los separaba.
Sí, también la competencia con su hermana, la preferida. Sí, también le dolía, sea porque anhelaba para ella a su marido, sea porque no quería estar en desventaja con su hermana. Como fuera, el marido era un atractivo para ella, alguien a quien “conquistar”, para ser amada y amar.
¡Qué difícil que es el humano!
Y en estas relaciones atormentadas, encontramos:
«Viendo Raquel [Rajel] que ella no daba hijos a Iaacov [Jacob], tuvo envidia de su hermana y decía a Iaacov [Jacob]: -¡Dame hijos; o si no, me muero!
Entonces se encendió la ira de Iaacov [Jacob] contra Raquel [Rajel], y le dijo: -¿Estoy yo en lugar de Elohim, que te privó del fruto de tu vientre?»
(Bereshit / Génesis 30:2)
Sí, es difícil ser humano. Estamos tan limitados. Aunque tengamos confianza en el Eterno, recemos, seamos bondadosos y justos, aunque nos dediquemos a construir SHALOM, las limitaciones nos recuerdan nuestro carácter pasajero, nuestra impotencia.
A veces estallamos, cuando el EGO se dispara con sus respuestas automáticas e inconscientes.
En oportunidades podemos dar un paso atrás, al darnos cuenta de que “hemos metido la pata”. Porque existe la TESHUVÁ, el arrepentimiento sincero.
Y en esta ocasión parece que estamos ante el EGO de ambos, una sintiéndose morir por no ser parte de la conformación de la nación de Israel, pero también por cosas más cotidianas, como la incapacidad de dar a luz, como estar en desventaja con respecto a su hermana.
El otro por no tener empatía por el dolor de su esposa. ¿De qué sirve mencionar a Elohim si no se vive de acuerdo a Su Voluntad? ¿De que sirve llenarse la boca de alabanzas, amenes y aleluyas cuando se es incapaz de demostrar humanidad hacia el prójimo, y especialmente a la propia esposa, quien sufre por su circunstancia?
A pesar de tanto drama, tan real y sincero, tanto Lea como Rajel podrían haber expresado su descontento hacia su marido, tal como sentían desprecio verdadero, hacia su padre y que está explicitado en Bereshit/Génesis 31 del 14 al 16.
Pero no lo encontramos, por el contrario, es una familia que se está construyendo con altibajos pero con el compromiso de permanecer unidos.
Y sin embargo, tampoco encontramos que Iaacov se esforzara por contener las disputas entre sus mujeres, o el descontento que generaba con sus preferencias manifiestas.
¿Será que no sabía cómo hacerlo? ¿Acaso él tenía experiencia con mujeres, o algún sicólogo o asesor a mano para consultar? ¿Tal vez eso era lo corriente en su época y lugar?
¿Tal vez ni siquiera tenía conciencia de lo que estaba sucediendo? ¿Acaso él estaba todo el día en casa para saber qué pasaba tras bambalinas?
¿Habría alguna otra explicación para esto? ¡Seguramente que varias más!
Quizás algo en su propia crianza, con sus conflictos con su hermano, con su obediencia permanente a su madre, con su engaño a su padre, con su cautela para no ser maldecido en lugar de actuar por derecha para ser bendecido (Bereshit/Génesis 27:12).
La Torá no quiere que tengamos imágenes fantasiosas de nuestros antepasados, ni oculta eventos relevantes pero que pueden mostrarlos en sus puntos oscuros.
Ciertamente escoge la Torá el relato fiel, sincero, aunque pueda incomodar.
Porque nuestros ancestros son personas, no personajes mitológicos; personas comunes, aunque destacadas.
Por ello vemos estas narraciones con ojos compasivos, comprensivos, atentos, no buscando señalar y acusar, ni pretendernos superiores en algún aspecto.
A diferencia de los inquisidores religiosos, debemos encontrar en estas historias las enseñanzas que nos motive a construir SHALOM, con acciones concretas de bondad y justicia, siendo leales al Eterno.
La Torá nos está enseñando que tenemos nuestra tarea por hacer, y tendremos altibajos. Caeremos en situaciones de impotencia y responderemos desde el amargo EGO. Saldremos victoriosos, pero luego también caeremos bajo las insinuaciones del EGO. Porque somos humanos y como tales debemos vivir. Sin depender de milagros, sin esperar que una mano mágica nos rescate o nos sostenga en todo momento. Porque no es ese el camino espiritual.
El camino espiritual está esbozado en estas palabras:
«Él (ángel) le dijo: -No se dirá más tu nombre Iaacov [Jacob], sino Israel; porque has contendido con Elohim y con los hombres, y has prevalecido.»
(Bereshit / Génesis 32:29)
El hombre espiritual deberá contender, luchar, contra Elohim (Dios, dioses, ángeles, jueces, líderes, seres con poder) y contra hombres comunes, y prevalecer en la lucha.
Porque no está en la pasividad mortuoria de la fe religiosa la respuesta, sino en la conciencia del Eterno, la certeza y confianza en Él, a la que se le debe sumar la acción de construcción de SHALOM.
Como un gran, pequeño, personaje nos lo mostró en su momento:
«Entonces David dijo al filisteo: -Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del Eterno de los Ejércitos, Elohim de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.
El Eterno te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Elohim en Israel!
También todos estos congregados sabrán que el Eterno no libra con espada ni con lanza. ¡De el Eterno es la batalla! ¡Y él os entregará en nuestra mano!
Aconteció que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David, éste se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo.
Entonces David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y éste cayó de bruces en tierra.
Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, golpeó al filisteo y lo mató. Como espada no tenía en su mano, corrió David, se puso sobre el filisteo, y tomando la espada de éste, la sacó de su vaina y lo remató cortándole la cabeza con ella. Cuando los filisteos vieron muerto a su héroe, huyeron.»
(1 Shemuel / I Samuel 17:45-51)
Ésta, y no otra, es la forma de ejercer el verdadero poder.