«כִּ֤י שֶׁ֨בַע ׀ יִפּ֣וֹל צַדִּ֣יק וָקָ֑ם וּ֝רְשָׁעִ֗ים יִכָּֽשְׁל֥וּ בְרָעָֽה:
Porque siete veces cae el justo y se levanta,
pero los impíos tropezarán en el mal.»
(Mishlei/Proverbios 24:16)
Ser una buena persona y/o ser una persona justa NO te libra de mal alguno.
No anda Dios delante de ti con un escudo mágico protegiéndote.
Ni vas a tus espaldas con almohaditas para que te sea suavecita la vida.
No realizará portentos y milagros de acuerdo a tu deseo y voluntad.
Ni modificará las leyes universales para satisfacer tu anhelo.
No, mi querido, el universo no se orquesta para tocar la música de tu pensamiento, por más fe que pongas y lemas repitas que profunda emoción.
Porque, el buen tipo también se cae, se lastima, sufre.
¡Siete veces cae!
No una, no dos… no tropezó de nuevo con la misma piedra un par de veces…
¡Siete veces!
Que es una manera poética de decir sin cuenta, innumerables.
Porque así es el camino del mundo, en donde hay épocas buenas y de las otras; tenemos éxitos y de los otros; nos querrán y nos querrán echar a patadas; así es la vida mi apreciado.
¿Quién mejor que el sabio rey Salomón para decírnoslo?
El que tenía todo lo humanamente posible para estar arriba en todo momento, y sin embargo mordió el polvo montón de veces.
Así pues, cuando el gurú místico (de cualquier religión, incluso las ateas) te venda el lindo mensaje de que pienses positivo que con eso y mucha fe (y pasando por caja para enriquecerlo) Dios te dará la victoria, debes saber que es una estafa. Aunque una vez funcione. Aunque por alguna cuestión coincidental (o también causalísitca en pocas veces) esa vez sí hayas obtenido una ventaja.
Porque, Dios no es tu siervo.
El universo no está esperando ponerse a cumplir tus deseos.
Y Papá Noel son los padres.
Sin embargo, es bueno el pensamiento realmente positivo.
No aquel mágico, sino el que te impulsa a la superación.
Se han hecho estudios científicos que así lo demuestran.
En uno de ellos se le daba a un grupo frases de aliento para leer y al grupo de control se les daba frases neutras.
Cuando fueron puestos a prueba, en tareas aburridas,repetitivas, frustrantes el grupo de estudio tuvo mejores logros que el de control.
Una de las hipótesis propuestas es que, el cerebro sintoniza con la búsqueda de soluciones, el generar alternativas, encontrar respuestas en vez de adormilarse, dar excusas, abatirse ante dificultades.
Es decir, no por un códice mágico, sino por mecanismos adquiridos durante la evolución que nos dotaron de la facilidad para la resiliencia.
Es decir, ser justos por caernos mil veces y sin embargo no quedarnos desparramados y fracturados, sino levantarnos y andar.
Porque ahí está la maravilla del hombre (mujer) justo, en no darse por vencido aún cuando ya está vencido.
Decir que incluso de las malas y pésimas experiencias hay algo para aprender, y aunque esa sea la única ganancia, ya es una ganancia.
Pero el impío, el que yerra el camino, queda absorbido por el mal.
El EGO satura su sistema, manteniéndolo en impotencia.
Cae y pierde.
Por ahí se levanta, o lo levantan, pero su mente está traumada, atrapada en celditas mentales de fracaso y dolor.
Andará, pero con inseguridad y miedo.
Yendo hacia la segura caída siguiente, porque en su mente el éxito está prohibido.
Si ha fracasado una vez, es que es un fracasado.
Eso es lo que está grabado a fuego en su Sistema de Creencias y por tanto muy difícil de borrar.
El mal lo atenaza y lo extingue.
Teniendo la oportunidad, la desaprovecha por estar enfocado en el fracaso y no en el esmero.
El necio vive con la culpa del pasado,
con rencillas, rencores, deseos de venganzas, enojos, excusas,
atrapado en trampas que le consumen la energía y le impiden desarrollarse en el presente.
Pero también vive la angustia del futuro,
con miedo, que es la fantaseada anticipación de una impotencia que en el presente no está sucediendo.
Esa visión macabra hacia delante, también derrocha la preciosa energía,
debilitando las posibilidades del presente, llenando la mente de fantasmas y pozos.
En vez de cerrar las puertas hacia lo que no sirve, se las mantiene abiertas y hasta se las abre más.
Cuando es aquí y ahora el único tiempo y lugar donde tenemos el poder,
también de cerrar con el pasado y no perturbarnos con el futuro.
Teniendo sana memoria, proyectando con firmeza, pero viviendo a pleno el presente.
Cuando logramos estar totalmente presentes,
completamente enfocados en lo que estamos haciendo (kavaná que le dicen),
estamos aprovechando el regalo del nuevo día,
para levantarnos y andar, para ser justos y buenos y por lo tanto, constructores de SHALOM.
En pensamiento, palabra y acción.