Me parece que un padre/madre con equilibrio emocional y mental no permite que sus niños hagan lo que quieran en la casa o fuera de ella, al punto de romper cosas que debieran permanecer indemnes, molestar a quien no debe ser importunado, o lastimar a cualquiera (incluso a ellos mismos).
Los padres equilibrados ponen límites, en lo posible también equilibrados.
Porque saben que son esos límites los que cuidan a sus hijos, los protegen, además de cuidar y proteger a otras personas y objetos.
Pero también, me supongo tienen la noción de que no le hacen un favor al niño si lo dejan sin aprender las reglas de convivencia, consigo mismo y con los demás.
Por ello, impondrán las reglas sociales en la vida del niño, por beneficio del propio niño y el de otros.
Para que esos límites sean también saludables, es necesario que no sean abusivos, irreflexivos, carentes de perspectiva. Deben ser acordes a la edad del niño, a las normas sociales y especialmente a la realidad espiritual que es la única realidad a fin de cuentas.
También serían útiles los consejos de personas sabias, siempre y cuando sean requeridos por los padres.
Además, no olvidemos que el límite no ha de ser severo, sino lleno de amor y compasión. Que sean de provecho y contención para el niño. Como un abrazo firme que lo acompañe por donde vaya y le dé confianza y seguridad en sí mismo. Porque la función del límite sano NO ES someter al niño, a la persona en general, sino dotarla de canalización para que su energía sea bien empleada y puede dedicarse a construir SHALOM interna y externa, con pensamientos, palabras y acciones de bondad y justicia.
También a nuestro niño interior debemos marcarle los límites, porque los hemos olvidado, los rechazamos y los cambiamos. Porque preferimos seguir los dictados caprichosos del EGO, en lugar de asumir nuestro rol de ser reflejos de nuestra NESHAMÁ.
Por tanto, educarnos nosotros también para no ser caprichosos, iracundos, rebeldes, ingratos, perezosos, abusivos, egoístas y todos los etcéteras que suelen manifestar los niños que no han sido enseñados en los límites, niños de cualquier edad.
Es hora de dejar de ser tan complacientes y autocomplacientes, abandonar la torpe conducta del dejar hacer, del hacer germinar generaciones de cristal que no soportan el peso de la vida y menos el de la eternidad.
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