En la Tradición nos enseñan que los tres patriarcas de Israel representan diferentes virtudes, modos de interactuar con la realidad.
A Abraham se lo asocia con el JESED, la bondad, la generosidad, la entrega, el abrirse para beneficiar a otros sin intereses secundarios. En el Templo la mesa de los panes era su símbolo.
El patriarca Itzjac personifica la GUEVURÁ, es decir la fortaleza, la severidad, la justicia, la potencia puesta para doblegar las desviaciones. En el Santuario estaba representado por el altar externo, allí donde se elevaban las ofrendas.
El tercer patriarca está vinculado con la EMET, que es la verdad, el apego por lo correcto, la búsqueda del conocimiento para descubrir lo que debe ser revelado, la tarea por desenmascarar el engaño, que es la marca de agua de este mundo en el que vivimos. A veces también Iaacov está personificando a RAJAMIM, la piedad, el otorgar un poco más de lo que corresponde a cada quien por justicia, ya que si el mundo se manejara solamente por el rasgo de JESED o solo por el de GUEVURÁ, no sería posible la existencia.
En el Templo el objeto sagrado que lo representa es el arca de la alianza.
Cada uno de nosotros estamos formados por estas virtudes, y por otras siete más.
Sin embargo, existe una tendencia o predominancia de alguna u otra. Sea de manera constante, o con alternancias, sin embargo, al analizar nuestras conductas, las decisiones, los anhelos, podemos constatar la capacidad que más nos caracteriza.
Al tener conciencia de esto, podemos definir mejor nuestras elecciones, elaborar alternativas que no sean más acordes y podamos llevar a cabo de manera más eficiente y placentera.
En cuanto a las relaciones con el prójimo, cuando detectamos su rasgo predominante, así como aquellos en los que flaquea, nos permite sintonizar mejor con sus aspiraciones, comprender con mayor equilibrio sus puntos de vista, en resumen comunicarnos mejor.
Así una persona motivada principalmente por GUEVURÁ encontrará sentido en tareas prácticas que corrijan errores, trabajen por la justicia social, luchen por lo que es moral y éticamente correcto. Podrán dedicar muchas horas y energías con tal de alcanzar sus metas y enderezar lo torcido. Como el altar de las ofrendas, donde se transformaba la sustancia animal en un mecanismo de conexión con la eternidad. Así procede la persona de GUEVURÁ, obteniendo su energía menos refinada y transformándola en base al esfuerzo, a la severidad, a la dureza que resulta necesaria para pulir los defectos.
Sin embargo, debe ser muy cuidadoso de no convertirse en una persona amarga, miserable, tan rígida que se termina quebrando o malogrando a los demás. Es maravillosa la justicia, pero cuando se aplica sin consideraciones particulares, cuando está desprovista de corazón, es una maquinaria sanguinaria, demoledora y no constructiva.
Los que son guiados por JESED destellan realizando obras caritativas, haciendo sentir confiados a los demás, consiguiendo bienes para que consuman, proveyendo de comida a los hambrientos, acompañando a los dolientes; lo que en la tradición conocemos como “guemilut jasadim”, o la realización de obras buenas y beneficiosas. Como la mesa de los panes, ofreciendo el manjar y el deleite. Como tal es la persona de JESED, siempre dispuesto para dar de sí al otro y con ello espera que éste consiga bienestar.
Pero debe andar con cuidado, porque de tanto darse puede terminar sin recursos para sostenerse, y por tanto acabar en mal estado. Porque solamente el Creador es el eterno dador que no precisa recibir; solo Él. El resto es creación y sus poderes son finitos, tarde o temprano se terminan.
Además, aquel que se dedica a dar al prójimo corre otro riesgo, el de anular al beneficiado. Porque de tanto dar no da cabida al poder del otro, no le permite desarrollarse, no colabora para que encuentre su propio bienestar a través de su esfuerzo. Con esto nulifica al beneficiado, lo humilla, lo ningunea. Por lo cual, es imprescindible que el bondadoso sea limitado, se le ponga un freno, para que no se lastime ni dañe a otros.
En tanto que los orientados por EMET resplandecen en las tareas mentales, estudiando, indagando, investigando, analizando, comparando, buceando en el océano del conocimiento. Su fortaleza no se encuentra en la tarea práctica sino en la teórica, para acrecentar sus saberes y con ello sentir deleite. Aunque no lo pareciera, la faceta de RAJAMIM encaja perfectamente, puesto que es imprescindible la destreza mental y emocional para comprender al otro y su circunstancia, hallar las verdades no reveladas, para dotar de bondad a la justicia. Como dijimos, el arca de la alianza es su representación, puesto que contenía la Verdad revelada, el misterio de lo incomprensible e inimaginable pero que contactó al humano y está en constante vínculo activo y benefactor con la creación. Así es la persona de EMET, en su afán por erradicar la falsedad, por descorrer los velos que tapan la LUZ de la NESHAMÁ.
El problema de manejarse con la verdad a cómo dé lugar es que se desconoce las debilidades de las personas, que a veces no están preparadas para recibir el caudal de información, no son recipientes fortalecidos para contener la LUZ revelada. Por lo cual, se quiebran, enloquecen, se confunden, padecen. No es por torpeza que el Creador creó esta realidad llena de velos y filtros para Su LUZ, ni que implementó ocultamientos de la Verdad. Es una necesidad para permitir la existencia de las criaturas, tan finitas y débiles ante la infinita potencia del Creador.
Hemos visto que lo poderoso de cada una de estas virtudes también puede ser un elemento negativo, si no es usado con moderación y consideración.
Por tanto, es necesario aprender, trabajar la apertura de conciencia, someter las pasiones, encontrar los modos agradables de vida que alumbren y no perjudiquen. Es decir, andar por los DARJEI NOAM, los senderos agradables del Eterno.
Estas tres cualidades fueron mencionadas en la famosa frase de los sabios en la Mishná: “Sobre tres cosas el universo se sostiene: la Torá, el servicio y las obras de bien”.
Ahora ponte a estudiarte y a tender puentes con el prójimo. Encuentra lo que te motiva así como al otro. Permite que tu Yo Esencial se manifiesta a través de tu Yo Vivido, para que de esa manera alcances el mayor grado de plenitud posible.
Entonces te darás cuenta que eres un constructor de SHALOM, alguien asociado al Creador para traer bienestar al mundo y gozo a la posteridad.