El nazir se comprometía a que NO:
- se cortaría el cabello de su cabeza;
- comería ni tomaría productos de la vid, y algunos dicen que incluso no andaría por medio de una;
- entraría en contacto con cadáveres de humanos, ni siquiera de sus familiares más cercanos.
Su compromiso era de al menos treinta días y con una extensión según su parecer.
Erróneamente se confunde este compromiso con la abstención de placeres terrenales, cuando claramente vemos que el único deleite denegado es el relativo a las uvas y sus variaciones.
Por otra parte, no parece la gran cosa el afrontar estas tres prohibiciones, al menos en su mínima extensión temporal, porque:
- se puede pasar perfectamente un mes sin visitar al barbero y/o peluquero, de hecho puede hasta ser la práctica de muchos de los que están leyendo esto;
- hay gente que es abstemia por propia voluntad, otros por obligación social y algunos por cuestiones de salud;
- no es frecuente que tengamos contacto con muertos, a no ser que trabajemos en servicios relativos a ellos.
Por ello, no podemos considerar ni que se está privando de placeres el/la que se compromete con el voto de nazir, ni tampoco que en principio esté haciendo un gran esfuerzo para conquistar alturas espirituales por medio de rechazar ciertas acciones o conductas.
Tomemos en cuenta que el nazir podía deleitarse con otras bebidas y comidas, untarse con finos perfumes, vestir preciosas ropas, calzar los más cómodos zapatos, reposar en las camas más mullidas, tener contacto íntimo con su pareja, masajearse con aceite de oliva, pasear, hacer turismo, nadar… en fin, todas una plétora de maravillas para el disfrute que nos regala el Creador y nos habilita a su goce.
Siendo así, ¿qué está escondido en este compromiso y qué enseñanza nos deja a los que vivimos actualmente?
En principio podríamos decir que el nazir fue movido por sus emociones a comprometerse a estas abstenciones, y no tanto racionalmente.
Porque, la Torá ya propone numerosas prohibiciones para los judíos, no siendo necesario sumar otras para lograr la conexión espiritual.
A no ser que desde su dimensión emocional se sienta la necesidad, no por un razonamiento lógico, sino por un movimiento interno irracional. El nazir precisa dar este paso, ponerse en una situación diferente al resto de sus hermanos y hermanas. De por sí no está mal, tampoco es para cosechar elogios. Es por esto que, quizás, al finalizar su período de compromiso unas de las ofrendas que debía traer al templo era para compensar su pecado.
Repito, no está mal que tengamos una efervescencia emocional, alguna pasión, que nos lleve a sobrecargarnos con más de las numerosas limitaciones que ya tenemos. Pero tampoco es para estar copiando el ejemplo. Al respecto podemos estudiar en el Talmud, en Taanit 11a, y para profundizar en Rambam: Hiljot Deot 3:1, en donde se encara desde una perspectiva no elogiosa el hecho.
Sin embargo el Ramba”n (Bamidbar 6:14) lo interpreta desde una postura positiva, porque es asemejado el nazir a un profeta, que luego de terminado su período desciende de su nivel espiritual para mezclarse nuevamente con la terrenidad. Coincide en esto el Ramba”m en Hiljot Nezirut 10:14.
Por tanto, el tema del nazir ha dado qué hablar a antiguos y modernos, llevando casi siempre al desconcierto.
Sin dudas que poco y nada tiene en común con esos religiosos que se apartaban del mundo, se recluían en monasterios, se escondían en cuevas lejanas en desiertos perdidos. No está enseñando a que tomemos el camino de los religiosos que detestan el mundo y sus placeres. No nos invita a ser ermitaños, ni compadecernos por nuestro contacto con el mundo.
No, ésta no es una propuesta para mover al judaísmo hacia el lado incorrecto que es el religioso; porque sabemos que la posición correcta es el de la espiritualidad.
Lo que vemos, cuando analizamos cada una de las prohibiciones en sí misma y luego relacionada con las otras dos, es que estamos ante el esfuerzo de una persona por dominar sus impulsos, sus energías emocionales que le hacen zozobrar a menudo.
Es la persona común que quiere crecer hasta el grado de un cohen gadol, el sumo sacerdote.
Realiza todo tipo de compromisos y luego rituales para apartarse de su ser habitual e identificarse como un sumo sacerdote.
Para alcanzar una visión diferente de su vida, para comprender sus cuestiones desde otra perspectiva.
Para encontrar un mecanismo que le permita controlar impulsos que es mejor tener contenidos, para que no dañen.
Que viva plenamente en este mundo, lo disfrute, le encuentre sentido, lo valore; y con ello construya el goce para la eternidad. Porque el judaísmo comprende el plan del Eterno, de que este mundo no está desconectado del venido, sino que son parte de un mismo complejo.
El nazir precisa entenderlo en su cuerpo, vivir la espiritualidad de una manera diferente para que aprenda a valorar lo bueno de este mundo y apreciar lo malo en su contexto.
Entonces dará valor a la vida en este mundo, a sus placeres, a sus vaivenes.
Será claro para él que el Creador no detesta el cuerpo, sino que a través de él se recibe y goza la bendición.
Tendrá consciencia de que el humano es multidimensional y cada una de sus dimensiones es sagrada y valiosa, debe ser nutrida y equilibrada. La física, la emocional, la social, la mental y la espiritual.
Estará enfocado en la vida, en darle sentido filosófico, en hallar felicidad sin “aditivos”, en construir una existencia plena, en conectarse con lo que vivifica.
Entonces, el nazir nos da una lección de vida, para nosotros en la actualidad.
Para que gocemos de los bienes que hemos recibido.
Para que seamos agradecidos y por tanto aprovechemos todo lo que está a nuestro alcance.
Para que no nos mintamos diciendo frases religiosas, sino que nos dejemos llevar por la verdadera vivencia espiritual.
Para conectarnos y ser parte consciente del universo.
Como un último detalle, no es casualidad que el párrafo del nazir sea seguido por la bendición sacerdotal y sus tres facetas: abundancia en lo material, plenitud en lo intelectual, y despliegue de poder en lo material.
Te lo dejo para que lo pienses, si tienes ganas.
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Gracias, shalom