Shelaj lejá 5781: Enseñanza: ¡cuánto cuidado tenemos que tener de decretar cosas acerca de nosotros mismos, no sabemos cuando de Arriba dirán Amén a nuestro decreto!

Vamos a ver rápidamente los temas que encontramos en Shelaj («Envía…»), que es la cuarta del cuarto libro de la Torá.

Ante la insistencia de Israel, y con la autorización de Hashem, Moshé envía doce representantes, uno por cada tribu, con la misión de explorar la Tierra Prometida. Ellos debían actuar como turistas, para ver la tierra y sus pobladores, aprender de lo que hay allí. No tenían la misión estratégica de actuar como espías, sino servir como reporteros de la realidad del país. Pero, algo ocurrió que les modificó su misión, la mayoría se convirtió en espías, pero no de la realidad, sino de sus propias fantasías y miedos. Al cabo de 40 días regresan y vienen cargados de frutas del lugar: higos, dátiles y racimos de uvas enormes. Cuando diez de los doce exploradores atestiguan que los moradores de Cnaan son de tamaño y fuerzas proporcionales a las frutas, y que ellos consideran como imposible la conquista de la Tierra, se esparce un ánimo de desesperación y descreimiento hacia Dios y el liderazgo de Moshé. Mientras que Calev y Ieoshúa, los dos exploradores creyentes, intentan hacer recordar a las personas que si el Eterno está con ellos, nada hay para temer.

Pero, los varones adultos del pueblo claman que es preferible morir allí mismo o retornar a Mitzraim, ya no confían en el éxito, sino que presienten la ruina total. Hashem montando en cólera se apresta para eliminarlos, pero ante los ruegos de Moshé no lo hace. Sin embargo, el castigo es terrible: ellos permanecerán todos los días que les restan de vida en el desierto, allí errarán durante cuarenta años. La generación de esclavos psicológicos no estaban en condiciones de hacerse cargo de la tarea de radicarse en la tierra de santidad y trabajarla para disfrutar de sus bendiciones. Por tanto, a causa de su esclavitud e impotencia, de doblegarse ante el EGO en lugar de permitir manifestar su NESHAMÁ, se cumplirá lo que ellos decretaron para sí mismos: morir sin entrar a la tierra de santidad, que el desierto se los trague y los olvide.
Solamente las mujeres y los menores de edad al momento de este decreto, así como los exploradores que se mantuvieron del lado de la Verdad, serían los que entrarían a la tierra.
Enseñanza: ¡cuánto cuidado tenemos que tener de decretar cosas acerca de nosotros mismos, no sabemos cuando de Arriba dirán Amén a nuestro decreto!

Para amargar aún más ese día fatídico del primer 9 de Av trágico, un grupo de hebreos, desoye la orden divina de permanecer en el desierto y emprenden la conquista de la Tierra, sin la aprobación de Dios. Son advertidos por Moshé, para que así no hagan, pero no lo oyen, y son rápidamente exterminados por los enemigos que esperaban en la frontera.
Realmente el pueblo hebreo tenía al alcance de la mano su solaz y tranquilidad, pero al dejarse llevar por la confusión del EGO, los planes del Eterno se trastocaron y lo que hubiera sido una radicación pacífica, auspiciosa y próspera, se transformó en siglos de penurias, exilio y confrontación.
¡Ah, qué triste polo de negatividad quedó impregnado en el entorno de la fecha 9 de Av!
Sin embargo, el día oscuro eventualmente será transformado en temporada de jolgorio y fraternidad. En la Era Mesiánica ya no habrá más llantos y quejidos en el 9 de Av, los cuales serán reemplazados por los cantos y bailes de alegría.

Luego la parashá pasa a un tema que pareciera fuera de lugar, pues se alecciona acerca de las ofrendas que elevarán los israelitas cuando, a su tiempo, ingresen a la tierra.
¿Qué hace esto acá, inmediatamente después de la orden de que permanezcan cuatro décadas en destierro y la muerte de miles de hebreos?
Explican los sabios que evidentemente no es casualidad, que esto está aquí como una señal de esperanza, pues se le informa a los israelitas que será un hecho el establecimiento en la tierra de santidad, habrá un tiempo para estar aposentados y en paz en la tierra prometida y podrán ejercer plenamente su identidad judía en ella. Hoy no pueden, ya que pesa la condena del destierro, pero el mismo que los condenó es el que ahora les asegura que llegarán a vivir en paz en la tierra de Israel.

Se estipula la separación de la jala de la masa, para ser entregada como donativo a los sacerdotes. Se enuncian las leyes de las ofrendas relativas a los pecados cometidos sin intención previa, tanto los individuales como los comunitarios.
Se decreta que quien blasfema en contra de Hashem sin arrepentirse, es separado del pueblo.

Se nos cuenta que un hombre recogía leña en Shabbat, y tras su debido proceso judicial es condenado a muerte.
Finaliza la parashá con las leyes de los Tzitzit, que sirven como recuerdo de las mitzvot y de que Dios nos rescató de Egipto.

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