Nejushtan: la serpiente en el estandarte

Mucho se ha hablado de la serpiente de bronce sobre el estandarte (Bemidbar/Números 21:4-9). A veces se han dicho cosas brillantes, con enormes enseñanzas y aplicaciones prácticas. En ocasiones fueron fantasías sin pies ni cabeza, pero elogiadas y buscadas por muchos (como las que equiparan el hecho a un personaje mitológico colgado de un madero y que salva mágicamente a sus seguidores). Esta vez quiero presentar otra idea, de la cual no soy el autor pero tristemente no tengo referencia del origen de la misma.

La serpiente simboliza lo natural, así como también lo pasional y falto de la mesura intelectual.
Por su parte el palo usado como estandarte, con su línea recta claramente definida, marca lo artificial, aquello que proviene de la acción modificadora del hombre, y que se vincula con el razonamiento, con el procesamiento sofisticado mental.
Como sabemos, en la naturaleza no se presentan líneas rectas, sino tan solo como obra del hombre.
Entonces, la representación metálica de la serpiente venenosa está haciendo referencia a ese mundo natural, carente de reglas humanas, desprovisto de espiritualidad, en donde los instintos comandan. Mientras que el estandarte está para simbolizar la acción que proviene del hombre y perfecciona lo ya creado, dotándolo de sentido, de trascendencia, de pensamiento de conexión con el plano espiritual.

No es casualidad que los faraones usaran un prototipo de tefilín de cabeza mucho antes que aquel ordenado por Dios en la Torá para el uso del judío.
Una de las enormes diferencias está en que el aparato sagrado faraónico tiene una serpiente sobre la frente, como si el instinto comandara el pensamiento, como indicando que la cabeza es sirviente del deseo. Así era la cultura en Egipto, en donde se empleaban sus grandes recursos intelectuales para someter a las masas a las fantasías religiosas, en donde la perversión estaba en el trono, oprimiendo al espíritu detrás de escombros que ocultaban su LUZ.

Pero, los tefilín judíos son de cuero de animal que ha sido trabajado para adquirir una forma definida, marcada por precisos reglamentos, con una perfecta forma cúbica, en donde prevalecen las líneas rectas marcadas. No se deja al hombre librado a sus pasiones, ni se lo somete a la ceguera del inconsciente, sino que se le dota de poder para refrenar sus deseos, se le fortalece para que sea el pensamiento iluminado por el espíritu quien se haga cargo y decida.

Entonces, ¿qué podemos aprender de la estatua de serpiente ardiente/venenosa que se ha enroscado en el estandarte y puesto a la vista de los judíos para curarlos de la mordida?
Podría ser que el hombre está formado por ambas naturalezas, la natural y la humana, la pasional y la mental, y que cada una tiene su respectivo lugar y función.
Cuando aprendemos a mantener la armonía apropiada, bajo la luminosa guía celestial que proviene del espíritu, entonces hay paz en nuestro interior, salud, bendición para compartir con el entorno.
Pero, cuando nos dejamos dominar por una sola de nuestras dimensiones, y especialmente es la más primitiva y menos evolucionado, entonces estaremos cayendo en conflictos, en altercados, en toxicidad, en enfermedad y muerte.

Es siempre el momento correcto para levantar la vista y buscar la dirección divina, la cual está en la Torá para los judíos y en los Siete Mandamientos para las naciones.
Entonces, con esa guía sagrada tomar las decisiones correctas de manera racional, sopesada, crítica. Haciendo uso del motor que es la dimensión emocional.
De esa forma, encontramos una existencia de mayor plenitud.

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