Ni bien comienza nuestra parashá, el texto nos introduce en una amarga disputa, cuando Koraj y un destacado grupo de personalidades, altas en ambiciones y bajas en autoestima…
"… se juntaron contra Moshé [Moisés] y contra Aarón, y les dijeron: -¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y el Eterno está en medio de ellos. ¿Por qué, pues, os enaltecéis vosotros sobre la asamblea del Eterno?"
(Bemidbar / Números 16:3)
El excelente comentarista Rashi apunta que la conducta de Koraj era motivada en la envidia que tenía de sus parientes que habían recibido un honor que no le había sido dispensado a él personalmente.
La envidia, como todos los sentimientos nacidos en la baja autoestima, es muy destructiva, especialmente para el que la padece en sus entrañas, pero lo triste sobremanera es que también perjudica a los que están en su entorno.
El que está sojuzgado por la envidia tiene una doble pérdida:
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Muere anhelando lo que otro tiene,
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y pasa por la vida desperdiciando aquello que él tiene, sin gozarlo ni aprovecharlo.
Para sobreponerse a la envidia, la persona ha de enfocarse en aquello que tiene y en aquello que está en su poder alcanzar.
En lugar de ponerse como metas las posesiones ajenas o los recursos de otros, la persona se haría un gran favor si estimara con corrección sus propias fuerzas y capacidades, para de ese modo ambicionar aquello que le es justo y saludable.
Por ejemplo, alguien que mide un metro cuarenta cuadraría mejor como jockey que como estrella del baloncesto de primera. Y viceversa también, una persona ancha de espaldas con dos metros de altura, tiene más chances y oportunidades de desarrollarse en el baloncesto más que como jinete profesional.
Y esto no significa que una persona cancele sus sueños de crecer más allá de impedimentos o carencias, sino que implica que la persona primeramente aprenda a gozar de lo que está a su alcance, antes de anhelar aquello que quizás nunca lo esté.
Pero, ¿cómo aprender a gozar de aquello que se tiene?
Es una excelente pregunta que conlleva una muy difícil respuesta.
En primer término no podemos gozar de lo que tenemos si no sabemos qué es lo que tenemos. Por lo tanto, lo primero es reconocer nuestra situación.
Segundo, cuando ya estamos conscientes de nuestras posesiones, es menester que agradezcamos a quién corresponde por ellas. Por ejemplo, es una buena actitud agradecer cada vez que vamos a comer tanto al Todopoderoso que nos dispensa de Sus bienes, así como al que se ha encargado de adquirir el alimento, prepararlo, etc. Por tanto, cada vez que la persona se dispone a comer, debiera bendecir por el alimento y apreciar/agradecer a su madre, padre, esposa, esposo, etc.
Esto es solamente un ejemplo de las innumerables ocasiones que a diario tenemos para reconocer y agradecer.
En tercer lugar, luego de reconocer y agradecer, tenemos el usar -sin abusar- de aquello que tenemos.
Y por último, abrir con generosidad nuestra mano a aquel que puede ser beneficiado con aquello que tenemos -sin perjudicarnos, ni desvalorizar al receptor-.
Aquel que siga estos cuatro pasos con asiduidad podrá encontrarse en poco tiempo gozando y en placidez de sus bienes, y seguramente encaminándose a obtener mayores bienes de aquello que está a su alcance.
De esta manera sortea el duro escollo de la envidia, acrecienta su autoestima, y se beneficia en tanto beneficia a otros.
Como un método accesorio, pero no secundario, recordemos que el rabí Levi Itzjac de Berditchev también nos apunta que la meta de toda persona es servir al Eterno, y que son los justos los que desean con todas sus fuerzas que se alcance esa meta. Para los justos no importa quién está sirviendo al Eterno, mientras Éste sea servido.
Esto le da al justo una paz de espíritu grandísima, pues no asume sus tareas para satisfacer a su ego, sino para servir al Eterno. Manteniendo el centro en lo que es sustancial, se puede valorar certeramente otros aspectos y así evitar la envidia y otros sentimientos desgraciados.
La envidia, por lo general, viene mal acompañada por las habladurías acerca de otros.
En verdad, cada vez que hacemos lashón hará (habladurías, chismes mal intencionados), lo que estamos mostrando son nuestras propios puntos oscuros que tratamos de mantener cubiertos, pero que con las habladurías proyectamos en aquel que estamos atacando.
Ya lo decía el Rebbe de Kotzk, que cuando las personas se ensañan con los justos, tratan de mostrar en ellos aquello que es exactamente opuesto a la realidad. Tildan de engreído al humilde, porque ellos son engreídos. Tratan de corruptos a los honestos, pues ellos son corruptos, y así con cada conducta y actitud negativa que podamos mencionar.
Tomemos el ejemplo bien concreto y lúcido que encontramos en nuestra parashá.
Moshé es el máximo exponente de la humildad, en tanto que su hermano Aarón lo es del pacificador amigable. Sin embargo, Koraj y su pandilla los acusaron de ser arrogantes y afanosos buscadores del poder.
Y precisamente de aquello que acusaban a Moshé y Aarón, eran Koraj y sus compañeros los culpables.
El Talmud (Kidushín 70a) enseña que aquello que Koraj tenía de erróneo en su percepción respecto a los líderes de la comunidad, era porque estaba descargando y modelando sus propias taras en ellos.
A partir de esto el Baal Shem Tov elaboró una teoría que enuncia que nuestro medio actúa cual espejo, y por tanto, aquello que percibimos del otro y del ambiente suele ser un reflejo de nuestro ser.
Si tenemos en mente ambas enseñanzas que hemos expuesto hoy, aquella que refiere al desgaste vital que implica la envidia, y la del reflejo del propio ser del malediciente, podremos comprender con rapidez porqué el final de Koraj y su banda fue el ser tragado por las negras fauces de la tierra.
Y teniendo en mente estas lecciones, contamos con más herramientas para apartarnos del oscuro abismo al que nos arrastra la baja autoestima.
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
Relatos, anécdotas y enseñanzas
Llegó el periodista a la pequeña ciudad para realizar una nota acerca del intendente del lugar.
Para ser minucioso en su trabajo, procedió a entrevistar a referentes de la localidad.
El dueño del Bar le dijo: "El intendente es un mentiroso y su cabeza está llena de pajaritos. Con decirle que empina el codo cada día y tiene una deuda enorme con la casa".
La directora de la escuela informó: "No he visto en mi vida un tonto más engreído que él. Cada vez que abre la boca miente o dice sonseras".
En la peluquería dijeron: "Corrupción es su segundo nombre".
Por último, el boticario declaró que "… jamás lo voté ni lo votaré, prefiero que un asno nos gobierne antes que este señor que vive metiendo la mano en la lata…"
Finalmente el intendente recibió al periodista, y éste le preguntó acerca de su sueldo por el importante cargo que desempeñaba.
El intendente respondió: "¿Sueldo? No señor, no se cobra ni un centavo en este trabajo… es más, a menudo debo costear de mi propio bolsillo algunas actividades de la comunidad…"
Entonces con sorpresa el periodista preguntó: "¿Por qué entonces aceptó el cargo?"
Intendente: "Ah… porque es un honor servir con dedicación a mi querida comunidad…"
Preguntas y datos para meditar y profundizar:
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¿Cómo se relaciona el relato con el comentario a la parashá que hemos brindado?
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¿Qué lleva a la persona a despreciar a aquellos que son correctos e inocentes?
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Lo que proyectas
"El que busca descalificar a otro, está proyectando sus defectos en él."
(Kidushín 70a)-
¿Por qué el de baja autoestima tiende a proyectar sus tachas en otros?
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¿Cómo se aprende a no proyectar las propias tachas en el prójimo?
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Paz o envidia
"El corazón apacible vivifica el cuerpo, pero la envidia es carcoma en los huesos."
(Mishlei / Proverbios 14:30)-
¿Por qué es comparada la envidia con la carcoma de los huesos?
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¿Cómo se hace para apaciguar el corazón y apartarlo de la envidia?
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