Armonía entre nuestras dimensiones.
Que el Yo Vivido esté en sintonía con el Yo auténtico.
Unificarnos.
Conectarnos con nuestra esencia y así contactarnos realmente con Dios y con el prójimo.
La sincronía de todos los planos que conforman lo material con lo espiritual, siendo éste la guía, la Luz que alumbra el camino a seguir.
Que las decisiones sean tomadas desde el amor y no desde el EGO.
Que se tomen decisiones y no meramente se reaccione.
La alegría sincera se encuentra al actuar de acuerdo al propio ser espiritual.
La alegría sincera se produce cuando se vive bajo la Luz de la Vida.
Las mentiras, los engaños, las falsas identidades, las apariencias, las actuaciones teatrales en el escenario del mundo, son manchones que tapan la Luz, impregnan de pesar el alma. Llevan al sufrimiento, a la desesperación, al exilio, al “pecado”.
No es la prohibición, lo que no te está permitido, lo que te angustia, sino el deseo por lo prohibido, el tomar lo ajeno, el disfrazarte de quien no eres.
En lo prohibido no encuentras la dicha, aunque provee de cierto deleite sensorial.
La satisfacción no está en sumar cosas que no te pertenecen, aunque podemos sacar rédito de ellas.
Tampoco en vivir de acuerdo al deseo de otro, al mandato de otro, al aplauso de otro, a la aprobación de otro… ni siquiera si ese otro eres tú en el exilio, ignorante de tu identidad esencial, en desarmonía.
Serás feliz cuando te encuentres, te ames, te respetes, te cuides.
Cuando admitas tu ser espiritual como el señor de tu palacio interno y ya no más al EGO.