¿Cómo es posible que un hombre tan brillante, como lo era Koraj, pueda caer tan bajo, víctima de la necedad?
Esta es una pregunta que durante centenas de años acompañó a los pensadores judíos, ya que resulta muy llamativa la grandeza intelectual de Koraj, por un lado, y su enorme tontería por el otro. Y lo más estridente, es cómo ambas cualidades se conjugaban tan bien en la misma persona.
¿Cómo cayó el sabio y listo Koraj a las entrañas de la bajeza, a las fauces de la tierra?
Nuestros jajamim explicaron, en más de una oportunidad que fue su "ojo" el que lo hizo fallar.
Pero, ¿qué quieren decir con su "ojo"?
¿Acaso veía mal? ¿Era problema para ser resuelto por oftalmólogo, o los jajamim se refieren a otra clase de visión, de apreciación de la Realidad?
Es evidente que no hacen referencia a su sentido de la vista físico, sino a un sentido supranatural, conocido en hebreo como "Ruaj HaKodesh", que lo podemos traducir como "Espíritu Santo", o también como inspiración divina, o visión inspirada por H’. A través del Ruaj HaKodesh es posible penetrar en los más insondables misterios y reconocer aquello que para la mente y sentidos naturales humanos aparece como perpetuamente oculto.
El Ruaj HaKodesh es un don, un regalo especial que algunos sujetos pueden poseer, en tanto y mientras tanto H’ así lo disponga.
Koraj, primo de Moshé y Aarón, tuvo esta oportunidad privilegiada. Y fue ese "ojo" espiritual el que lo hizo errar y caer en la bajeza.
¿Qué fue lo que vio?
Distinguió como de él iban a salir veinticuatro grandes grupos de profetas que iluminarían la Nación. Numerosos descendientes suyos que servirían al Eterno y al Pueblo con dignidad y altura.
También pudo distinguir que de su descendencia saldría Shemuel Hanabí, el que fue puesto (posteriormente) al nivel de Moshé y Aarón. Shemuel, que fue pilar de la nación hebrea durante décadas, además de ser el responsable de inaugurar la monarquía humana en Israel.
Koraj, viendo estos sucesos lejanos, se apresuró y se puso a sí mismo en el lugar de Moshé y Aarón.
Es decir, así como Shemuel valdría por estos líderes, Koraj quiso creer que él tenía la misma valía que su descendiente, por lo cual, podía, perfecta y legítimamente, invocar su derecho a convertirse en jefe supremo del pueblo de Israel.
Esta visión gloriosa de su futuro remoto le perturbó la mirada de su presente y de su futuro próximo.
Él dejó pasar que sus hijos iban a arrepentirse, que reencauzarían sus vidas hacia H’ y las buenas obras.
Él no observó, y si lo hizo no prestó atención, a que él con su conducta atraía la ruina a su familia y a la de sus seguidores.
Él, con su ambición incalculable, dejó de lado el hecho de que su futuro sería trágico, y para nada tan elevado y glorioso como el de sus propios hijos.
Así, como en su momento, el sabio Shelomó HaMelej se dejó perturbar por su sabiduría y por su inteligencia, Koraj también.
Era entendedor, era conocedor, era perspicaz era poseedor del don del Ruaj HaKodesh, pero, sin embargo, para nada le valió eso.
Se dejó llevar por los dictados infames de su corazón.
No en vano esta parashá esta tan cercana al suceso de los ‘meraglim’, que comentáramos la semana anterior; en ambas ocasiones los ojos vieron algo, pero el corazón interpretó lo que llevaba dentro suyo, y no lo que debía ser.
Algunas veces una media mirada (así como las verdades a medias) puede ser más perjudicial que la total oscuridad y desconocimiento. A veces unos ojos que no ven hacen que un corazón sienta adecuadamente y para bien de la persona. A veces…
Así como los humanos somos imperfectos, también deberíamos ser cuidadosos a cada momento, para que, no nos dejemos llevar hacia la ruina y la perdición. Porque al creernos más de lo que en efecto somos, terminamos siendo menos de lo que podríamos efectivamente ser.
Si aprendemos de Koraj, aprenderemos a aprender y a progresar honestamente en este mundo, en paz con las demás personas y con Dios.
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