Las tentaciones nos rodean, golpean a nuestra puerta, son insistentes. Por ahí creemos estar preparados para resistir, para doblegar el impulso, para echar de nuestro entorno lo que no queremos. Pero, estamos en riesgo de tropezar, somos presa bastante fácil para el cazador atento que acecha en las sombras y a plena luz.
Porque, los mercaderes son hábiles, su profesión es que consumamos lo que nos ofrecen. Ellos conocen su tarea, la emprenden con decisión, están preparados y desarrollaron estrategias que les brotan con facilidad y precisión.
De nuestra parte, podremos ofrecer una floja resistencia, la cual es un arma de doble filo, ya que el mercader es experto en voltearla y aprovecharse de ella para hacernos entrar en su trampa.
Recuerda, ellos trabajan de eso, se entrenan a diario, conocen los trucos del oficio y hasta poseen un instinto desarrollado para olfatear tu debilidad y entrar por allí.
En tanto tú (yo, nosotros) creemos que sabemos, que somos murallas fortificadas, que contamos con recursos a disposición, que con quererlo ya es posible; pero resulta que finalmente no tenemos ni el carácter, ni el conocimiento, ni el entrenamiento, ni la perspicacia, solamente contamos con pobres intentos de resistir, sin comprensión, sin entendimiento, sin adiestramiento ni preparación. Por ello, entre sombras manotearemos alguna respuesta, presentaremos una afirmación, lo cual de inmediato será usado en nuestra contra para engullirnos sin piedad.
El vendedor nos ofrece cualquier cosa, legal o ilegal, saludable o no, prescindible o útil, conveniente o dañosa, ¿cómo haremos para negarnos a consumir lo que no queremos/debemos adquirir/usar?
Para dar una respuesta, veamos un simple experimento casero que llevamos a cabo.
A lo largo de un tiempo pedí a algunas personas que se imaginaran estar en una situación en la cual un pequeño traficante de drogas ilegales les ofrece su producto (marihuana, cocaína, éxtasis, cualquier otra), ofrecimiento que debían rechazar de manera tajante.
Del otro lado, haciendo el papel del dealer estaba yo (no muy buen vendedor, de hecho), y en ocasiones nos daba una mano un verdadero experto comerciante, persona legal, de probada moral e impecable conducta ética/espiritual, con la sagacidad y la experiencia de décadas en la venta.
Estos son algunos de los diálogos.
Comprador: No quiero, no me va a caer bien.
Vendedor: ¿Acaso probaste? Ahora podes sacarte las dudas, vas a ver que no te pasa nada malo.
C: No, si se enteran en casa me matan.
V: ¿Y por qué alguien tendría que enterarse?
C: Mi madre no me deja.
V: ¡Miren al bebe de mamá! Vamos hombre, es tu momento de crecer, de disfrutar, de ser libre.
C: Mi religión no me lo permite.
V: Vamos hombre, que con esto no hacés daño a nadie. Además, los dioses perdonan, ellos comprenden que estamos en el mundo y queremos pasarla bien un ratito. ¿Qué tiene eso de malo?
C: No, tengo hijos, esposa, no puedo hacerlo.
V: Yo también tengo familia, todos tenemos. ¿Y eso qué? No es que vayas a ser infiel, es solo tener un rato de placer contigo mismo, sin molestar a nadie.
C: No traje plata.
V: Esta es gratis, no te preocupes.
C: A un amigo le hizo mal, estuvo enfermo por días por usarla.
V: Es que no me compró a mí, seguro tomó de la mala. Esta que te voy a dar es de primera calidad, comprobado.
C: Es ilegal.
V: El alcohol estaba prohibido en Estados Unidos y ahora es una industria libre, legal y multimillonaria. La maruja estaba prohibida en Uruguay, ahora es de libre consumo. Date cuenta que son cosas culturales, algo que no tenés que tomar en cuenta. Lo que importa es ser libre y disfrutar sanamente.
C: No quiero hacerme adicto.
V: ¡Por favor! NADIE se hace adicto por usarla alguna veces, es cuestión de ser responsable en el consumo.
C: No quiero, me parece mal.
V: ¿Y por qué?
C: Este, bueno, porque… hmmm, sí… este…
V: Por lo visto repetís como un loro que te parece mal, pero en realidad no estás seguro de lo que sentís. Vamos a probar mejor.
C: Soy estudiante de medicina y sé los daños que provoca.
V: ¿Sabés cuántos médicos famosos son mis clientes?
C: Este… yo… es que… mira… no sé…
V: Si tanto dudas, mejor probá y sacate las ganas. Vas a ver que después la tenés clara.
C: Una vez probé y me cayó mal.
V: Seguro te dieron de mala calidad, esta es de primera. Si te hace mal te devuelvo la plata.
C: Ya tomé alcohol y no quiero mezclar.
V: Esta se puede consumir con alcohol, no provocan efectos.
C: Ya te debo mucho por todas las veces anteriores.
V: Sí, lo sé. Hagamos un trato, vos vendés para mí, te quedas con un 10% y así me vas pagando.
C: No quiero.
V: ¿Y por qué no?
C: Porque no quiero.
V: Ok, hagamos así, probala igual y me contás.
C: No quiero.
V: Perfecto, te la dejo y cuando quieras la tenés a mano. Después cuando precises más, ya sabes a quién comprarle. ¿Estamos?
C: Ok.
Podríamos seguir poniendo ejemplos, y hacerlo también con otros productos ofrecidos, autos, electrodomésticos, tiempos compartidos, vestimenta, otros vicios, placeres inapropiados, lujuria, romper la dieta para adelgazar, etc.
Pero creo que ya es suficiente, se entiende la idea. Si quieres, puedes aportar otros ejemplos, tienes el espacio para los comentarios aquí debajo. Gracias.
El cazador está atento a los indicios y sabe cómo atrapar a su presa, ¡es su trabajo! Se especializa en ello.
De manera similar funciona nuestro EGO, alias IETZER HARÁ, llevándonos a situaciones en las que nos quedamos en impotencia (real o sentida), para de esa forma mantener su predominio sobre nuestra conducta.
¿Qué podemos responder, cuando estamos enfrentados al oferente astuto que nos tiene a su merced?
La respuesta que propongo es simple, pero debe ser cumplida a rajatabla, sin variar ni una letra, ni un punto.
La única frase a decir, amablemente pero con firmeza es: “NO, GRACIAS.”.
Sin justificarlo, sin disculparse, sin agredir, sin pretextos, sin volteretas racionalistas, sin contrataques, sin nada mas que agregar, simple y sencillo: “NO, GRACIAS.”.
Es la puerta cerrada y sellada para cualquier intento de intromisión.
Lo aprendo, entre otras fuentes, de la parashá KEDOSHIM, del capítulo 19 de Vaikrá/Levítico. Todo el capítulo me lo enseña.
Ahora, ya tienes en tu repertorio una clave poderosa, aprovéchala.
Luego me cuentas de tus triunfos.
Gastamos energias justificando cuando nos ofrecen algo que no queremos.
El «no, gracias», bien usado es más que suficiente.
Gracias