«Con misericordia (bondad) y verdad (justicia) se expía la falta, y con el temor del Eterno uno se aparta del mal.
Cuando los caminos del hombre le agradan al Eterno, aun a sus enemigos reconciliará con él.»
(Mishlei / Proverbios 16:6-7)
¿Cuántas veces tendremos que repetir que el camino espiritual es el de construcción de SHALOM, con acciones de bondad Y justicia, siendo leales al Eterno?
Acciones que no son solamente en el plano físico, sino también en las palabras y los pensamientos.
Pensar, hablar y hacer con bondad y justicia.
Porque actuando así, estamos en consonancia con la ética, es decir, con el programa espiritual que nos crea y alumbra.
Entonces, adquirimos SHALOM en nuestro mundo interno, con el prójimo y con el ecosistema.
Suena tan sencillo, ¿no?
Sin pesados mandamientos, sin aburridos rituales, sin la mezquina fantasía de la fe, sin dependencia en mediadores y salvadores, sin pesadillas de infiernos y castigos, sin repetir hasta el cansancio lemas repetidos de memoria y sin conciencia, sin la mirada esquiva de la presión social: simple y claramente construir SHALOM por medio de acciones de bondad y justicia.
Es por esa aparente sencillez que muchos lo desechan, lo ocultan, lo niegan, pretenden que hay cosas más importantes y sagradas como respuesta a la inquietud espiritual.
Pero, es precisamente la sencillez lo que le brinda majestad, cualidad Divina.
Y sin embargo, la gente escoge otras cosas, andar por sus propios caminos que son los del EGO, en forma de religión, de sectarismos, extremismos, fanatismos, y otras manifestaciones de lo menos encumbrado del hombre.
Alejamos el SHALOM para sumergirnos en nuestras propias amarguras, esclavizándonos al EGO en lugar de ser dichosos con la LUZ de la NESHAMÁ.
Como en aquella histórica salida de Egipto, para la cual Dios intervino de manera espectacular, y sin embargo solamente salieron de allí el 20% de los israelitas, puesto que la gran mayoría optó por seguir sumisos, adoctrinados, aferrados a su espantosa zonita de confort llamada esclavitud.
¡A cuántos de nosotros también nos pasa!
Ahí tenemos la senda sagrada, de construcción de SHALOM.
La que nos permite vivir en paz e integridad, con el Eterno, con nosotros, con todo el resto de lo creado. ¡Hasta con los enemigos!
Esto no se consigue por el extremo inoperante de la sola bondad, como el torpe requerimiento de brindar siempre la otra mejilla. ¡Eso es injusto y malo!
Como tampoco con el fanatismo de la justicia exclusiva, como la insensible petición de ser siempre riguroso. ¡Eso es malo y genera injusticia!
El balance apropiado, columpiándose entre la bondad y la justicia, sin perder nunca la lealtad al Eterno.
Podemos elegir, aunque el otro escoja el mal nosotros decidir por el SHALOM.
Bondad Y justicia, con lealtad al Eterno.