Dios es el Padre de todas las personas, crean en Él o no.
Aunque le den la espalda y corran a abrazarse a cualquier aberrante idolatría, también aquella que parece santidad y judaísmo, igualmente siguen siendo hijos del Padre.
Aunque la persona no tenga idea de Dios y Sus cosas.
Por más que su mente esté confundida en los lazos del EGO.
Haga lo que haga, la persona sigue siendo hija de Dios.
Porque, considerar que Dios es el Padre de un grupito, es hacer de Dios un diosito más en el conventillo de falsas deidades.
Pretender que Dios ampara únicamente a Sus “creyentes”, es una abominación que ataca directamente los fundamentos de nuestra relación con Él.
Por supuesto que el vínculo consciente y coherente con Él es un poderoso elemento de salud y bienestar.
Sin dudas que mantener una EMUNÁ edificante, es bueno y provechoso.
Claramente que sostener nuestra BITAJÓN en Él, es lo que desearíamos para todos y cada uno de los humanos.
Pero, más allá de todas las conductas de los hombres, el lazo eterno no se rompe y seguimos siendo parte de la Divinidad.
Somos Sus hijos, lo queramos o no.
Lo creamos o no.
Entonces, todos somos Sus hijos, aunque la gran mayoría sigue sin tomar consciencia de este hecho espléndido, aunque muchísimos renieguen de Él y adulteren con los dioses producto del EGO.
Somos hijos y debiéramos aprender a comportarnos como tales y vivir reflejando nuestro Yo Esencial a cada instante.
Que no te hagan creer otra cosa, aunque la propaganda idolátrica es poderosa, ¡no te dejes llevar al lado oscuro que bloquea el Amor del Padre!
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