por El complejo calendario judío
El año judío es una maquinaria muy compleja, extremadamente complicada, porque requiere coordinar los movimientos de la tierra alrededor del sol y los de la luna girando a nuestro lado, ya que es lunisolar. El calendario instaurado por el cristianismo es solar, el musulmán es lunar, el nuestro combina fórmulas matemáticas muy sofisticadas para encontrar una combinación entre estos. Por si fuera poco, es obligatorio que Pesaj caiga siempre hacia el comienzo de la primavera del hemisferio norte, además de que ciertas festividades no pueden ocurrir en determinados días de la semana. Con todo esto, y muchas cosas más en consideración, en resumidas cuentas hay años de 384, 385 y 386 días, y por tanto de 13 meses (se añade un mes al final del antiguo conteo, es decir, en Adar); pero también los hay de 354, 355 y 356, y por tanto, de 12 meses.
Como puedes darte cuenta, ¡es una cosa muy complicada de verdad! (O no lo supe explicar con claridad).
Cada semana con su parashá
Cuando los sabios, hace muchos siglos, dividieron Torá en porciones para que cada semana pudiéramos leer una, la parashá o sidrá de la semana, tuvieron que tomar en consideración las diferentes extensiones posibles del año, pues, no podía quedar un shabat sin su correspondiente lectura.
¿Qué hicieron?
Dividieron para que haya suficientes para un año de 13 meses, lo que provoca que cuando es un año simple queden sidrot excedentes. Como no pueden quedar sin ser leídas, ¿qué resolvieron los sabios? Pues, que en los años cortos tengan que leerse algunas sidrot juntas, las cuales entonces reciben la denominación de “parshiot mejubarot”.
Tal es lo que ocurre este shabat, donde leemos juntas las parshiot Tazría y Metzorá.
¿Te diste cuenta de que ocupamos una carilla explicando brevemente porque leemos dos parshiot unidas en lugar de una?
Ahora ya nos podemos ahorrar esta explicación en las siguientes cinco oportunidades en que esto suceda en lo que queda de este ciclo anual de lecturas públicas de Torá.
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