Entre el principio y el final
Esta semana damos comienzo al segundo libro de la Torá, que comienza así:
"Éstos son los nombres de los Hijos de Israel que entraron en Egipto con Iaacov [Jacob], cada uno con su familia:"
(Shemot / Éxodo 1:1)
Si pasamos al final de Shemot/Éxodo, en su último versículo la Torá relata:
"Porque en todas sus etapas de viaje, la nube del Eterno estaba de día sobre el tabernáculo; y el fuego estaba allí de noche, a la vista de toda la casa de Israel."
(Shemot / Éxodo 40:38)
Podemos advertir rápidamente dos notables diferencias:
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El comienzo nos habla de instalarse en una tierra extraña; en tanto que el final nos refiere de la peregrinación esforzada rumbo a la Tierra Prometida.
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El comienzo nos cuenta de individuos, de grupos, de separaciones dentro de la unidad; mientras que el final atestigua la unidad de toda la familia de Israel.
Varios son los elementos que pueden sustentar estas diferencias pues en el lapso de cerca de tres siglos que media entre un versículo y el otro, hubo: afincamiento, prosperidad, declive, esclavitud, nulificación, liberación, entrega de la Torá, libertad, comienzo de vida independiente, inicio de construcción personal y colectivo del destino propio, asunción de responsabilidad.
Es quizás un compendio de la vida humana, y del mecanismo para refinarla.
Pues, solos y en soledad total venimos al mundo a instalarnos en una tierra que nos es extraña.
Tierra a la que de a poco vamos conociendo y conquistando.
Para luego ser sojuzgados y sin embargo pretendemos vivir libres cuando estamos encadenados a numerosas esclavitudes que nos pasan generalmente desapercibidas.
Aquellos que no toman conciencia de sus esclavitudes, y/o solamente atinan a lamentarse sin procurar la solución; terminan sus días en soledad y solos (a pesar de poder estar rodeados de muchas personas), sin mucho tesoros, ni bienes ni gloria verdadera.
Pero, aquellos que reconocen su vida pesarosa, y por lo tanto se animan a enfrentar a Faraón (a los aspectos negativos y subyugantes internos y externos), y ponen en el Eterno su confianza, están en el camino de crecer como personas, e integrarse armoniosamente a una Familia. A la Familia de aquellos que peregrinan siguiendo los pasos de las señales que Dios ha enviado a la tierra.
Y en esta labor denodada, se deja de lado el egoísmo, el yoísmo, el sentir y actuar solamente en busca del propio provecho; pues, abandonar este camino es el más efectivo remedio contra los pesares que nos aquejan.
Estar en el mundo para compartir con nuestro prójimo no sólo es cumplir con lo que la Torá nos exige, sino que además es darnos a nosotros la posibilidad de alcanzar los mayores niveles de vida.
¡Shalom iekarim! ¡Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco
Relato a propósito del comentario
"El hombre acababa de ser arrollado por el conductor que se dio a la fuga.
Los espectadores azorados no atinaban a actuar, a pesar de que el accidentado indudablemente necesitaría ayuda médica urgente.
Hasta que al final, algunos salieron del pasmo y se aproximaron para auxiliarle.
El hombre, más muerto que vivo, repetía en un susurro incesante: "¡Por favor, no me lleven al hospital!"
Consternados le consultaron la razón.
Y el hombre dijo: "Me da vergüenza de que me vean así."
Y todos gritaron: "¿Vergüenza? ¡Usted se está desangrando!"
Y el arrollado: "Me perturba que me vean sucio, desprolijo y con aires de víctima".
Testigos: "¡Pero el hospital es para personas en su estado! ¡Déjenos llamar a una ambulancia?"
Hombre: "¡No!, ¿Qué diría mi jefe si se entera de mi imprudencia al andar por la calle? ¡Me despedirá sin dudas!"
Ellos: "¿A quien le puede importar su trabajo, si se está muriendo?"
Hombre: "¡No! Porque molestaría a la gente de emergencias con mis cosas, me odiarán por hacerlos trabajar!"
Ellos: "¡Para eso están!"
Hombre: "Además, no traje mi carné de salud, ¿cómo me atenderán? Pensarán que es gratis, que no me podrán cobrar, me maltratarán sin dudas"
Ellos: "Están para tratar a personas como usted. El dinero es secundario."
Hombre: "Además no sé la matrícula del coche que me atropelló. De seguro que se enfadarán conmigo, pensarán que soy un sucio e irresponsable."
Ellos: "Deje de dar excusas y permítanos llamar a la ambulancia".
Hombre. "¡No y no! Mi vida es mía, déjenme en paz."
Y los buenos testigos a regañadientes se fueron, lo dejaron solo, solamente acompañado por sus pretextos, excusas, melindres, miedos, pedantería y rechazo por la vida.