De yoes y esencias
(Esta semana corresponde leer la parashá llamada Shemot ("Nombres") que es la primera del segundo tomo de la Torá, el sefer Shemot, conocido en español como "Éxodo").
Está testimoniado que:
"Aconteció cierto día,
cuando Moshé [Moisés] había crecido,
que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas."
(Shemot / Éxodo 2:11)
Este cierto día fue cuando Moshé ya tenía cuarenta años de edad.
¡Qué extraño!
La Torá nos anuncia que Moshé creció recién a los cuarenta años de edad.
Otros a esa altura ya son padres, incluso abuelos.
Algunos ya han compuesto sinfonías, han publicado libros rutilantes, o han dejado su impronta en el mundo.
Y están aquellos que en sus cuarenta ya se sienten añosos y añejos.
Pero, no fue así con Moshé.
Moshé el grandioso, Moshé del cual está dicho que era "bueno" de bebé, Moshé el inigualado e inigualable siervo del Eterno, Moshé el más humilde de los varones, Moshé el ángel mentor de Israel, Moshé el huésped en el palacio del Eterno, ése Moshé, no había crecido en su primer tercio de vida.
Al parecer desperdicio cuarenta preciosos años de su preciosa vida. (No es cierto que los desperdicio totalmente, pero es lo que salta a la vista).
Según cuenta la Torá,
durante cuarenta largos e indiferentes años,
pasó junto a sus hermanos,
los hebreos, esclavizados y maltratados,
y ni se enteró del dolor y opresión tan espantosos que tendrían que haberle roto los ojos y el corazón.
Llegados hasta aquí, podemos hacer algunas afirmaciones de índole psicológico:
La persona nace con una esencia, que luego su educación/experiencias va revistiendo con máscaras que suelen ocultar y hacer pasar desapercibida la real esencia.
Esas máscaras generalmente son las asumidas y reconocidas como la identidad de la persona.
Si las máscaras sofocan la esencia espiritual de la persona, entonces se recurre a toda clase de artimañas y mecanismos para sobrellevar ese conflicto espiritual, lo que conlleva agregar más molestias y sufrimientos para la persona.
La personalidad (esa que solemos llamar "ego", "yo") no es un destino cincelado e inmodificable.
No es la edad, ni la apariencia física, lo que determina la madurez espiritual/emocional de una persona.
Una persona realmente ama al hermano, cuando en principio acepta verlo tal cual es, con sus alturas y miserias, y luego, lo ayuda en la medida de sus posibilidades.
Una persona crecida espiritualmente es aquella que no es indiferente al sufrimiento ajeno.
En la vida tenemos ocasiones o sucesos que nos favorecen el desarrollo espiritual, reconocerlos y aprovecharlos es lo que posibilita la diferencia.
Ahora que hemos descubierto estas premisas (básicamente empleadas por la Cabalaterapia en el proceso de conocer y ayudar a crecer) a partir de esta breve porción, podemos tímidamente preguntarnos y tratar de respondernos:
¿ya he comenzado a crecer realmente?
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Relato
Dos mujeres trabajaban en la cocina de la Ieshiva.
Durante buena parte del día se dedicaban a pelar papas y más papas, y luego destinaban un ratito a cocinar las comidas para los jóvenes estudiantes de Torá. Más tarde fregaban y ponían las cosas en orden, para recomenzar la ardua tarea unas horas más adelante.
Ambas mujeres mantenían largas horas sus espaldas encorvadas, mientras se afanaban en su penosa tarea.
Una de ellas, no paraba de quejarse. Continuamente protestaba por lo penoso de la tarea, el bajo sueldo, las tediosas horas, los tajantes cortes, el sentir que el tiempo podía dedicarlo a cuestiones más provechosas.
La otra, por su parte, cobraba similar sueldo, pasaba similares horas, sus dedos estaban ajados similarmente, su espalda le dolía todo el día, y sin embargo, solamente elogiaba la fortuna que tenía por estar trabajando para alimentar a jóvenes estudiantes de Torá. Ella sentía que cada papa pelada, cada plato servido, cada cubierto lavado con esmero, era su contribución a sostener la Torá en el mundo. Y así, con cada minuto la sonrisa no despoblaba su rostro.
Un día a esta mujer le ofrecieron trabajar en la cocina de un importante hotel. Su actitud y jovialidad habían llamado la atención a un rico visitante, que sabía una trabajadora así es siempre provechosa y además, la quería ayudar a que promoviera su pasar económico.
Y este estupendo ofrecimiento dio pie para que la otra, la quejosa, añadiera un nuevo rezongo a su rosario de lamentaciones: ¿Por qué a ella y no a mí?
La persona que me contó esto, no supo decirme que decidió aquella señora, si tomar el nuevo empleo o permanecer allí donde era parte del estudio de Torá.
Preguntas y datos para meditar y profundizar:
¿Cómo se puede relacionar este relato con el comentario que brindamos de la parashá?
Si usted estuviera en el lugar de la mujer jovial, ¿qué decidiría?
El inspirado salmista cantó: "La Torá de su Elokim está en su corazón; por eso sus pasos no vacilarán." (Tehilim / Salmos 37:31).
¿Cuál es la vacilación a la que alude el salmista?
¿Qué significa que "la Torá está en su corazón"?
El profeta enseña que: "El efecto de la justicia será paz; el resultado de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre." (Ieshaiá / Isaías 32:17).
Como el mundo continuamente vive sin paz, significa que los hombres no saben establecer… ¿Qué?
Una de las pruebas que certifican la personalidad del Mashiaj/Mesías, es que reine la paz en toda la tierra, cosa que se conseguirá por medio de implantar la estricta justicia.
Como no hay paz ni justicia, significa que el Mashiaj… ¿Qué?