"…he aquí que el Eterno pasaba.
Un grande y poderoso viento destrozaba las montañas y rompía las peñas delante del Eterno, pero el Eterno no estaba en el viento.
Después del viento hubo un terremoto, pero el Eterno no estaba en el terremoto.
Después del terremoto hubo un fuego, pero el Eterno no estaba en el fuego.
Después del fuego hubo un sonido de silencio fino.
Y sucedió que al oírlo Elías, cubrió su cara con su manto, y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva."
(1 Melajim / I Reyes 19:11-13)
¿Dónde estaba el Eterno?
De niños se nos enseña a hablar, aunque dudosamente alguien se dedique a instruirnos en la Comunicación Auténtica.
Los adultos están como ansiosos para que salgan palabras de nuestras bocas, que mencionemos nombres y objetos, que formemos alguna frasecita, aunque solo fuera a media lengua y de dudosa efectividad.
Se nos enseña a hablar, generalmente para ser responsivos, esto es, a dar respuestas. Cuanto más rápidas y que alegren al adulto, mejores son las reacciones de nuestros “maestros” sin licencia para enseñar.
”¿Cómo se llama la abu? Vamos, repite, aaaabbbuuuu mirrrtttaaaa, aaabbbbuuuu mmmmmmmiiiirrrrtttttaaaa. Vamos… aaa-bbb-uuuu…”.
Y así está horas la abuelita Mirtha enseñando y premiando con sonrisas y festejos cuando su nietito gorgojea algo que quiere parecerse a “abu mirta”.
Y también está el “rrrooojjjooo”, “tommaaattteeee”, “uupppaaa”, “popo” y poco a poco todo aquello que la abuela Mirtha, mamá, papá, la señora que cuida, el hermanito, quien sea, sin olvidarnos de la omnipresente tele, le va enseñando.
Por supuesto que el aprendizaje del idioma materno no requiere, normalmente, del esfuerzo académico de doña Mirtha, sino que se va dando de formal natural, pero bueno, agradezcamos a la abuela por su empeño noble. Ella hace lo que cree es mejor para su nietito, para adaptarlo al mundo, para darle un código compartido de convivencia, para que sea feliz. Que responda según se le demanda, que esté listo para resolver las tareas, que sea eficiente, que sea limpio, que sea educado, que sea un engranaje más en la maquinaria social.
Se enseña a emitir voces, a formar frases más o menos elocuentes, al mismo tiempo se está enseñando a relacionarse con otros, a responder aquello que deja contento a alguien, a hacer lo que obtiene alguna premiación, a decir pero no a comunicar, a repetir pero no a crear.
¿A cuántos se los educa para percibir, reconocer, nombrar y expresar sus emociones?
¿En qué familia se instruye para desarrollar la inteligencia en su multidimensionalidad, que incluye lo emocional?
¿En cuál colegio o liceo se dicta la asignatura “Emociones y su expresión saludable”?
No, creo que no hay aún de esas cosas.
Por el contrario, hay reprimir toscamente, acallar lo que debe ser dicho, negar lo que debiera ser reconocido, esmerarse en obtener créditos sociales merced a la adaptación y al desempeño supuestamente intelectual.
Sí, se adoctrina en el hablar responsivamente pero no a callar responsablemente.
Se nos enseña a callar bajo pena de castigo, para censurar, para reprimir, para reprobar, para esconder la personalidad, para no ser rechazado, para atarse al miedo, para hundirse en la angustia, para esclavizarse al EGO.
No se nos va instruyendo para guardar el silencio que es revelador, que es parte sustancial de la Comunicación Auténtica.
Por el contrario, el silencio es percibido a veces como amenazante, agresivo, invasivo, manipulador, confesor. Se instila temor y odio hacia el silencio, al tiempo que se demanda el silencio cómplice. Pero no se educa en el silencio reflexivo, que permite escuchar y comprender al otro, reconocer y admitir los propios sentimientos, elaborar pacientemente las propias ideas, elaborar una respuesta auténtica y no meramente resolutiva o “políticamente correcta”.
Sí, se nos llena de silencios del EGO, para apartarnos de los silencios comunicativos del AMOR.
Con cada lección que vamos compartiendo podemos ir viendo que es enorme lo que tenemos para desaprender para poder aprender.
El silencio comunicativo nos refuerza en nuestro poder verdadero, en tanto que el silencio ominoso es parte de la manipulación del EGO para asentarnos en la impotencia.
Porque, cuando callamos lo que debe ser dicho, cuando debe ser dicho, del modo que ha de ser dicho, estamos conspirando para someternos al EGO, quedarnos en la impotencia, quebrar el lazo que nos une sanamente con el prójimo.
Ese silencio saludable que es tapado por parloteo ensordecedor, palabrería hueca, plegarias idolátricas, imaginación esquiva, repetición de lemas, vocifero, gritos, insultos, amenazas, burlas, mentiras, engaños, habladurías, corrupción, negocitos, jugarretas, zalamería, silencio enfermo.
Podemos controlar nuestro silencio, porque luego de emitir la voz, ya no la podemos detener o devolver.
La palabra algo modifica, sea sustancial o no, nuestra palabra produce cambios. Pueden ser positivos, pueden ser negativos.
La voz del EGO es casi seguramente negativa, puede que instantáneamente o luego de un tiempo, con efectos que en ocasiones se vislumbran y a veces permanecen ocultos y/o latentes hasta que se manifiestan.
Esa es la voz, la del EGO, la que hay que silenciar, doblegar, acallar (a no ser en el escasísimo número de situaciones en las que el EGO es la reacción natural necesaria y única, pero son realmente casi inexistentes en la vida adulta).
La voz del EGO es la que nos lleva a situaciones de impotencia, de fracaso, de falso éxito, de falta de placer.
En tanto que el silencio reparador, parte esencial de la Comunicación Auténtica, nos fortalece, ahuyenta terrores, reafirma en poder, asegura, acaricia, bendice.
Te pido que leas nuevamente en silencio este texto, no solo el silencio del que no habla, sino en el silencio de opiniones, de réplicas, de creencias. Silencia tu mente para simplemente leer y permitir que lo que quiero expresar llegue a lo más profundo y auténtico en ti.
Luego, elabora un comentario que sea provechoso y quieras compartir con nosotros.
Más tarde, aplica lo aprendido y ejercitado para mejorar tu vida.
Hasta luego y gracias por regalarme unos minutos de tu preciosa vida al leer estas humildes líneas.
Muchas veces la persona debe de callar. Tanto sea por desconocimiento del tema que se trata, ya sea que no esta preparado para dar una opinion por falta de entendimiento del tema tratado. Ya sea porque no se recibirá lo que dirá, entonces es mejor no decir. Ya sea que será de nulo provecho su participación, y/o negativa. A veces no tenemos lo que decir, a veces no siempre debe ser dicho lo que se piensa, y demás. en todos estos casos el silencio es la mejor palabra. el problema radica en que no es bien visto el silencio…. Pero… Read more »
gracias netanel, sabias palabras.
januca sameaj!