¿Quién eres y quién puedes llegar a ser?
¿Cómo con tu Yo Esencial, tu verdadera y trascendente personalidad y cómo con eso que estás siendo, las múltiples máscaras que conforman tu Yo Vivido?
Durante nuestra existencia terrena, las apariencias se mezclan con lo original, el rostro se confunde con las caretas, la mezcla se hace como imposible de filtrar.
Muchas veces lo que parece ser de una manera, realmente es otra.
Es un mundo de impresiones, de sensaciones, de subjetividad, de puntos de vista, de opiniones muy poco establecidas en conocimiento certero, en la claridad de la definición.
Es como lo que sucede en el relato del libro de Esther, aquel que narra las vicisitudes de los judíos en el imperio Persa, con la posterior redención.
La historia que recordamos para cada festividad de Purim.
Donde los personajes esconden sus identidades, donde los perversos dominan y pretenden exterminar a los justos, donde los débiles se enseñorean de los valientes, donde las víctimas son castigadas como culpables, donde las cosas parecen ser una cosa y luego son otra. Un mundo que parece estar sometido a las vueltas del destino, a las arbitrariedades de la suerte, al remolino de las casualidades. Donde se habla para no decir nada. Se venera lo podrido y se espanta a lo saludable. Se enrola en sectas y religiones pero se detesta la sencilla y plena vida espiritual.
Prejuicios por todos lados. Malos consejos. Creencias que atemorizan y esclavizan. Necedad. Egoísmo. Escasa autoestima. Fiestas que tapan amarguras. Excesos que encubren impotencia.
Sí, un relato del antecedente de Purim, tal pareciera ser nuestra vida terrenal.
Donde lo genuino está rodeado de murallas y cortinados, por lo cual su claridad está opacada por las ilusiones.
Pero, la voluntad debiera ser que cada día podamos ser personas transparentes, sinceras y honestas.
Sensibles, conscientes, amables, dispuestos a construir shalom.
Unificados, en unión.
Recuerda los cuatro preceptos que los rabinos dictaron para los judíos en Purim:
- Leer el relato del libro de Esther que se encuentra en el Tanaj.
- Realizar un banquete festivo.
- Dar regalo a los pobres.
- Compartir comidas con amigos.
Tales los preceptos rabínicos para ese día. Tienen su vinculación directa con costumbres o sucesos de la historia de Esther. Pero también son claves para comprender como ser libres y felices.
Por otra parte, la vivencia judaica ha hecho nacer varias tradiciones para la festividad, una de las cuales es el disfrazarse.
Si bien, lo más probable, es que la costumbre del disfraz en Purim tiene su origen en el carnaval europeo, igualmente es notable cómo se relaciona con el mensaje explícito e implícito de la festividad.
No en vano ha pasado a ser como el símbolo de Purim, casi su leit motiv.
Por supuesto que la mascarada está acorde a la celebración de la festividad de Purim, de un día de duración.
El problema es cuando la vida es un Purim cotidiano, el de cada jornada.
Allí pierde su encanto, su sentido, su llamado al despertar, y se momifica en la falsa risa que no trasluce ninguna alegría.
Se embriaga la conciencia para no pensar. Se responde para no preguntar. Se repite para no aprender. Se lucha para no crecer. Se humilla para no agradecer. Sí, cualquiera es ascendido a primer ministro del rey, en tanto los notables son encarcelados y sometidos a torturas.
Se vive como los días previos a la salvación celebrada en Purim, con Amán en el poder, con un rey apocado, con una población sometida, con una reina de la cual se ignoraba su identidad, con un héroe que apenas si hace oír su voz y que provocó la ira asesina del que detentaba el poder.
Cada una de estas cosas son símbolos, que no te explicaré hoy, sino que te pediré que seas tú quien me comparta tus ideas al respecto.