Un amigo anda en sus dudas existencialistas y de otras especies filosóficas.
Una de las cuales es: ¿cuando me descarne y mi ser contemple la inmensidad, cómo la reconoceré como mi hogar?
Primero, sepamos que inmensidad es pequeña delante de infinito, porque estamos realmente ante lo infinito y no ante lo inmenso.
Un milímetro o la inmensidad, siguen siendo poca cosa ante la infinitud.
Eso es algo que no debemos perder de vista, la inimaginable magnitud de la realidad de la que nos estamos interesando.
Algo que está absolutamente por fuera de todo lo que conocemos e incluso que podemos imaginar.
Por tanto, no debiéramos angustiarnos ni demasiado, ni demasiado poco, por el asunto.
Sino simplemente fluir, ser, estar presente completamente, estar en conexión que con ello ya tenemos el tesoro asegurado.
Pero, sigamos, no nos quedemos en poesías.
Debemos saber que el infinito ya está en el “ADN espiritual” de cada ser humano, pues somos NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial) y por tanto nuestra verdadera identidad no se inmuta por el infinito, ni siquiera lo percibe, pues está sumergida en él, enlazada a ese Haz de Vidas.
Este hecho cierto, aunque no se pueda demostrar materialmente y por tanto está por fuera de toda ciencia –al menos hasta el momento-, es de una importancia también infinita, y por tanto se pierde a nuestro conocimiento todo lo que hay en él.
Pero sepamos, por ejemplo, que para la NESHAMÁ no hay tiempo, tampoco espacio.
No hay divisiones de individuos.
No hay alteraciones a causa de pecados, o lehavdil buenas obras.
Es tanto su misterio, aunque sea constante su presencia, que nos desvivimos inventando cuestiones acerca de la faceta espiritual, al punto de lo grotesco. Lo cual nos lleva a afirmar sin ningún temor a equivocarnos que: por supuesto que la fe no tiene nada que ver con ella, ni siquiera en un microscópico átomo; así como tampoco en realidad la religión (ninguna de ellas).
Pero sí la conexión con el prójimo, la cual es la manera más acertada de encontrar el camino para conectarnos con el Infinito, al que llamamos Eterno. Claro que la senda espiritual conocida, la del noajismo y el judaísmo, nos proveen de herramientas para relacionarnos con el Eterno y son muy provechosas y adecuadas; pero no olvidemos que la senda más perfecta es la de alcanzar esa conexión con el infinito a través de la conexión con el prójimo.
Siendo así, realmente es una gran pérdida de tiempo y energía preocuparse por asuntos metafísicos, descripciones del más allá o cosas similares. Aunque tienen una utilidad práctica, para entrenar a las personas de débil carácter y volátil pensamiento para mantenerse leales a la senda sagrada y no desbarrancarse detrás de las reacciones del EGO y las construcciones basadas en el Sistema de Creencias primitivo. Por lo cual, cuando los maestros nos proveen de descripciones y narrativas que apuntan al más allá, tienen un cariz didáctico, de provecho para que el poco preparado en la multidimensionalidad no se espante y pierda detrás de sus fantasías y supersticiones.
Pero, el que confía en el Eterno, el que toma conciencia de su faceta espiritual, de a poco pierde interés en estas cuestiones para adentrarse en vivir de acuerdo al Plan Divino.
Entonces, conoce sus mandamientos de origen de divino, aquellos que están en resonancia con su NESHAMÁ y vive de acuerdo a ellos.
No por ser una imposición externa, ni un mandato divino, o una regla obsesiva y compulsiva, o por miedo a no hacerlo… o también por todas estas cosas.
Sino que lo hace porque es el modo ético de vivir, porque recordemos que ética=espiritualidad. Es decir, el modo divino de conducirse.
Así pues, tengamos en cuenta que el ser humano encarnado, en este mundo, es tan limitado que llegue a la grandeza que llegue, realmente no avanzó nada en comparación con el infinito.
Esto en lugar de ser motivo de angustia o tristeza, es un motivo de alegría.
Quiere decir que el camino de la TESHUVÁ, retorno a la esencia, es constante, para todos, no precisando la persona del pecado ni del error, sino simplemente del bien-hacer, o sea, llevar una vida ética.
Todo paso en la dirección correcta nos acerca, aunque nunca jamás lleguemos. Por tanto, cada día es uno bueno para crecer un poquito más, sin dejar nunca de crecer. Y cuando tropezamos, ¡qué pasa! Estamos igualmente de lejos de la meta, así pues sin decepción ni depresión, subirse nuevamente a los patines y reanudar el recorrido.
Porque hasta el más inmensamente grande sigue estando infinitamente lejos del Infinito, por lo cual, está delante de nosotros, nos inspira a seguirlo en su modelo de tzadik pero no por ello nos aplasta y hace depende de él, como si fuera un “santo” de esos mágicos de las religiones, o salvadores mitológicos. Porque el tzadik es uno como nosotros, con más camino recorrido, con más experiencia, con menos dramas, pero un compañero de ruta, no alguien diferente y ajeno.
¡Cuánta real humildad nos enseña la verdad!
¡Qué lejos de la religión estamos cuando vivimos espiritualmente!
Y recordemos que ni noajismo ni judaísmo son religión, aunque tristemente muchos las consideren así e incluso la expresen de tal manera, incluso entre gente que se supone que sabe del asunto, como maestros y barbados líderes. Ah, el poder –inexistente- del EGO, no deja de extenderse y secuestrar el pensamiento y el sentimiento allí en donde le dan un resquicio…
Por tanto, sin hacer malabarismos metafísicos ni adentrarnos en fantasías, tampoco repitiendo las sanas moralejas para mantener encaminados a los débiles, ¿qué podemos decir sobre esa vida del más allá ahora?
Que nuestro Yo Vivido sea el más posible reflejo de nuestro Yo Esencial, siendo así la expresión más acabadamente posible del Yo Auténtico.
Porque cuando nuestra existencia terrena, el Yo Vivido, está armonizado al Yo Esencial, es nuestra tarea sagrada; pero además, es la clave para que al existir desarraigados de cuerpo, fuera de espacio/tiempo, no nos “sintamos” fuera del hogar. Al contrario, mientras estamos acá hicimos del mundo un paraíso terrenal, en la medida de lo posible, lo cual nos adecúa a la existencia tras la muerte.
Es decir, no vamos a un lugar desconocido ni a vivir de manera ignota, sino simplemente nos mudamos a un hogar al que regresamos y del cual nunca nos apartamos.
Espero que se entienda, aunque es infinitamente complejo e incompatible con demostraciones científicas.
Tu conducta es lo que te llevas.
Pensamiento, palabra, acción construyendo SHALOM, sin tanta filosofía y con cero religión.
Actos de bondad y justicia, disfrutar de lo permitido, apartarse de lo prohibido, ayudar al prójimo, conectarnos, agradecer, orar, conocer nuestros mandamientos y cumplirlos de acuerdo a nuestras posibilidades.
No es difícil ni complicado… ¿ o sí?